(8-10)

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8.

El hecho de avanzar Inglés y Literatura a la vez, en esa estafa de Comunicación y Lenguas, no fue ningún problema para nosotros. De hecho, el Mofletudo era quien trabajaba en las clases con bastante dificultad. Y con esa pauta, estábamos plenamente conscientes de que el Club Literario iba a terminar sepultado o al menos fuera del Colegio. La mayoría de los libros y fotocopias que habíamos adquirido pasaron a los estantes de la Biblioteca.

Pretendimos quejarnos, pero el Director, como si estuviera con las manos atadas, nos explicó que se trataban de órdenes que no merecían cuestionamiento porque ni siquiera habían surgido de sus manos y que si queríamos quejarnos, debíamos dirigirnos hacia la Oficina de Monitoreo Educativo.

Aquel lugar... se había vuelto ajeno y extraño, pese al poco tiempo que transcurrió desde que nos desalojaron, la puerta permanecía resguardada por dos sujetos que parecían clonados, en cada uno de los bordes. Vestían con unos trajes holgados como si fueran de la medida equivocada. Pese a ello su sola presencia era intimidatoria y, como los guardias ingleses, estaban parados allí en un mutismo soberbio, a tal punto, que todo ese pasillo se volvió un lugar desierto... ¡Era increíble el contraste en las horas de descanso! Todos sumidos en el alboroto por el patio, los demás pasillos, algunas aulas abiertas, pero aquel lugar... aquel espacio, en permanente silencio.

Jamás habíamos logrado ver a quiénes trabajaban allí adentro. Hasta donde sabíamos era que los trabajadores de aquella oficina, ingresaban a las primeras horas de la mañana, muy temprano. Aunque... algunos rumores apuntaban a que tanto el Profesor Mofletudo como los otros dos que se habían incorporado al Colegio eran quienes entraban allí como si estuvieran en casa.

9.

Olvidé hablar respecto a los otros dos profesores: la de Química y el de Estudios Sociales. Ellos, además del Mofletudo, siempre estaban juntos, durante los descansos, en las salidas, riendo como cabras y cuchicheando entre ellos.

La Profesora de Química era una mujer albina, espigada, de piernas largas como si hubiera sido sacada de alguna película de Tim Burton. Su cabello corto, estilo corte hongo con una melena encanecida, su rostro bañado de rubores y pinturas y su cuello estirado, daban la impresión de un buitre maquillado.

El Profesor de Sociales era peor. Tenía el bocio crecido como el coto de un sapo, además de pequeño y regordete, con una estatura de metro y medio. Su voz se mantenía en un discurso de esos políticos que salen en la tele sólo para reclamar, y pese a lo airado de su discurso en clases –los cuales eran respondidos con un bostezo generalizado–, repetía el texto de punta a punta, habiéndoselo aprendido de memoria.

Clara pretendió sonsacarles información en clases. Los tres –el Mofletudo, la Buitre y el Cara-de-Sapo–, en una especie de sincronía común, no hicieron otra cosa que responder evasivamente aludiendo que estaban a contrarreloj con el avance de temas, y cuando se daban cuenta que los persuadíamos, inmediatamente se tornaban agresivos y sus voces cambiaban a otro tono, más mortuorio que aburrido.

10.

Un día el Cara-de-Sapo se pasó de la raya.

Chris, el hermano mayor de Clara, se había enterado que el Cara-de-Sapo intentó meterle mano. Fue un hecho casi imperceptible, pero completamente evidente para él.

El profesor se dirigía al pasillo de la Oficina de Monitoreo Educativo, o mejor dicho, empleaba aquel camino para dirigirse a la entrada principal. En medio de todo ese silencio, Clara se le aproximó y procuró para sí el último intento de obtener un poco de información. Sin embargo, no consiguió más que una charla monótona hasta que ella resbaló y cayó al piso. Esta situación, por más que pueda parecer un gag, tuvo un extraño cariz... Clara, en el suelo, la falda del uniforme, corrido casi por encima de sus muslos, su tersa piel blanca y el rostro embobado del Cara-de-Sapo. Él le pasó su mano para levantarse pero la desvió a sus muslos, en él... la Cara de Sapo se dibujó más hinchada, reverdeciéndose como un chiste morboso.

Y esto lo vio Chris, quien estaba al otro lado del pasillo. Aquella imagen, aquel cuadro con el rostro del profesor y Clara, se perpetuó en su memoria.

“Ese cabrón se las verá conmigo”, fue lo que me dijo, “¿me ayudas?, tengo un plan, porque no conseguiré nada si me quejo en la dirección, contigo seríamos siete, somos hartos los que le tienen hambre a ese Sapo...”

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