(27-29)

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27.

 Cuando llegué a mi casa tuve que enfrentarme a lo peor. En la puerta había dos oficiales de la policía hablando con mis padres. Ya desde la esquina no supe qué hacer... quizá podría escaparme, pero, ¿a dónde? El grupo me había puesto de lado. Así que pensé que si algo iba a ocurrirme, ellos también tendrían su parte en el asunto, los delataría. Después de todo, quiénes se han creído por dejarme así... me dejaron con Valentina, pero se fueron por su lado, sabiendo que yo era el sospechoso principal, o queriendo que yo me haga cargo de todo. No... de ninguna manera lo dejaría... eso era lo que pensaba.

Tomé la previsión, puesto que había visto en muchas películas, de no delatarme al primer indicio. Por más que deseaba hacerlo, había algo que me lo impidió. Fingí bastante serenidad, pero al llegar fui directamente interrogado. Que yo me había encargado de comenzar una pelea entre policías y pandilleros, que yo había provocado a ambos, que había dejado caer mi cédula de identidad (¡por Dios, qué imbécil!) y que así habían dado con mi paradero.

Yo no tenía muy claro si de verdad la había extraviado. Los oficiales de la policía, sin más que articulaciones toscas en su hablar, me terminaron llevando. Nadie hizo nada, por primera vez sentí el acero de las esposas entre mis manos, sólo me dejé llevar...

28.

 En la cabina de la patrulla permanecí callado, los oficiales tampoco compartían palabras. Todo callado. En absoluto silencio como si fuera un pacto acordado entre todos. El dial de la radio no emitía más que ruido, interferencia, como si la programación se hubiera acabado.

Conforme se fue haciendo el trayecto, poco a poco pude notar que no era transportado a las inmediaciones de la policía, me llevaban más cerca de nuestro colegio y empecé a temblar... procuré preguntar algo, mas todo quedaba en silencio, ese ancho silencio de la cabina que me comenzó a marear.

Llegamos y me desesposaron, pero, por más libre que pudiera parecer, la fuerza de estos sujetos de la policía fue un impedimento bastante grande. A su silencio, sus cuerpos regordetos y cuadrados les otorgaban cierto peso difícil de desestabilizar, así que no pude oponerme.

Nuestros pasos nos encaminaron a la Oficina de Monitoreo Educativo. Estaba por entrar y sufrir el interrogatorio o quién sabe qué... quise estar tranquilo... no lo conseguí... quise decir algo... mi boca apenas esbozaba palabras y balbuceos...  quise escapar… los polis eran bloques de carne inamovibles...

Una vez llegué, tuve un encuentro...

El profe de Física, un sujeto que parecía la mezcla de M. Bison de Street Fighter con un gordo de cuarenta años, salía de aquel lugar. No tuve tiempo de cruzar miradas con él, pero parecía que sus ojos no tuvieran rumbo, es decir, que no apuntaran a ningún sitio, y en su rostro no había gesto de turbación o tristeza, era uno apacible... vacío.

Me sacudí por última vez y quise que me viera, no conseguí nada. Sólo permanecer sentado dentro de la Oficina de Monitoreo...

29.

La Oficina no es como cualquier otra, los escasos vestigios de luz natural, que podrían ingresar por las ventanas, son tapados por cortinas corredizas. Aislado y sin otra opción, aguardé a que alguien salga y que al fin descubra de qué trata este lugar.

Atontado, ¿qué otra palabra puedo usar?

Había tres sujetos de traje y dos de mandil, con pinta de médicos. Jamás los había visto ingresar antes o después a esta oficina, ni al colegio. Empezaron a hablar en otro idioma, ¿o acaso era una lengua que ellos habían inventado, o alguien distinto a ellos había inventado? No sonaba a ninguna que pudiera conocer, y aunque con mis pocos años en el mundo, estaba seguro de que no se trataba de nada común.

Aún no encuentro las palabras para describir lo que me hicieron. Me ataron a una de las sillas y me forzaron a que abra la boca, quise resistirme, pero supe que fue en vano. Empezaron a tirarme de las orejas como si fueran elásticos, no soporté, no soporté casi nada... y uno de los tipos de mandil me colocó una esfera... sabía a plastoformo, era esponjosa y pude sentirla recorrer por mi garganta como si tuviera patas o algo parecido hasta instalarse en mi estómago. Poco a poco la vista se me fue haciendo más borrosa hasta quedar completamente rendido...

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