30.
Desperté en la puerta de entrada de mi colegio, apenas tenía flashes de lo que había sufrido y un terrible dolor en mi estómago. Decidí regresar y pensar qué podría hacer conmigo desde hoy en adelante. No sabía... nada. Sentí que nada importaba. Todo me era indiferente. La noche que estaba a punto de presentarse no me afectaba, ni el frío cercano, ni el viento. Sabía que no sufrir aquellas sensaciones era un alivio, pero no le tenía ningún tipo de importancia.
Fui caminando sin percatarme lo tarde que se iba haciendo. Revisé que por fortuna no se habían apropiado de mi celular, por suerte la batería se había agotado, así que no se enteraron ni del GSSD, ni de nada. Sabía eso con claridad, pero tampoco sentía que me interesara...
No me fije por dónde andaba, mi trayecto autómata me llevaba por las calles sin mirar alrededor, ni siquiera de las personas, ni de quienes me seguían... me fui arrinconando, me fui aislando... hasta quedar solo y en un callejón, hasta darme la vuelta y ver a la tropa de pandilleros que habían liberado, la tropa que me miraba con bronca y no desestimó en tirarme una patada en el estómago. Caí derribado. Me levanté... no sentía nada... los escuchaba gritarme, amenazar de muerte. Recibí tres patadas continuas... escupí sangre y algo más...
Era una vinchuca de carne, o algo con la forma de una vinchuca, su tamaño era diferente, era como cuatro veces más grande, aunque permanecía plana . Estaba partida, sólo había expulsado la mitad trasera, aleteaba las patas con algo de extrañeza... los pandilleros, sorprendidos, quedaron en silencio. Empecé a sentir el dolor de los golpes, quería gritar, quería... caí completamente al piso, los escuché hablar, uno de ellos, con voz atemorizada, insistió en escaparse... no es para que se vayan a conformar debates, ni cosas parecidas, pero la reacción de todos no se dejó esperar y se fueron casi de inmediato... huyeron.
El dolor que se concentraba en la boca del estómago fue amainando, miré al bicho carnoso que daba sus últimos pataleos. El asco me indujo a que le ponga un fin, y sin dudar, lo aplasté de un pisotón. Los restos de ese trozo de carne reventaron con facilidad, pero pude sentir un terrible dolor en el estómago y un pinchazo como si un aguijón se clavara en mi interior. No estaba sólo, tenía un huésped.
¿Qué podría hacer para eliminarlo? Lo poco que sabía era que debía tratarse de la otra mitad del bicho aplastado, lo que correspondía a su cabeza y patas superiores. Pensé que podía beber una coca-cola y vaciar su gas como para quemar lo que había adentro... era como si quisiera destapar un caño... y aunque no estaba muy seguro, pensaba ingenuamente que podía servir ya que había escuchado que muchos plomeros resolvían atascos con ese método, quise descartarlo porque de estar aquel bicho en mi estómago terminaría hecho papilla con los jugos gástricos, pero supuse que en realidad podría haberse hospedado en mi garganta.
De todas maneras hice el intento y fue en vano.
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SOBREVIVE
RandomEl Colegio San Juan Bautista es el peor de la ciudad de Charcas, pero es el único establecimiento capaz de sobrevivir a una arremetida zombi. Y aunque haya anuncios de una posible invasión, la aparición de un nuevo personal docente y estudiantes de...