(25-26)

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25.

Me quedé quieto. Ese día... estaba parado. Mirando, de un lado a otro. Desorientado. Mirando hacia allá y hacia lo que sería mi vida desde ese momento. Alejado. Sabiendo que los docentes que estaban allí no eran seres humanos, que eran algo parecido pero aterrador.

Sonó mi celular, era el número de Valentina.

Dijo que vendría a mi casa y así lo hizo. Me preguntó de todo. Yo le conté cómo había sido el impase con el Cara-de-Sapo. Sonrió. De su gesto, al parecer había alivio, me comunicaba aquello... aunque me confesó que no había planes de que pudiera volver al GSSD, al menos por ahora.

“Descuida. Estaré contigo.”

 

26.

Lo que ha pasado hoy no sé cómo explicarlo.

Ya sin el GSSD a mi lado y con una semana normal, o aparentemente normal, decidí retomar mi vieja rutina y fui a comprarme un par de juegos de la tienda. Estaba viendo los discos, examinando los precios y las contraportadas, cuando en ese momento, pude ver... que detrás de los cristales, detrás de los mostradores, habían algunos policías que seguían mis movimientos.

No sé si fue una intención personal, pero los fui guiando hasta que me arrinconen. Me fui de la tienda de juegos a una pastelería y de allí a un callejón sin salida. Sentía más miedo de que pudieran haber pandilleros en aquella zona que de los policías. Cuando estaba por llegar, pensé: “¿Y qué pasaría si provoco una pelea entre pandilleros y policías?”. Aunque no sabía cómo... arrojé (sí, sé que parece ingenuo) una piedra hacia ellos... por suerte, mi puntería apenas le llegó a uno de sus hombros. Los tipos se dieron la vuelta, me vieron y empezaron a perseguirme. Entonces, así... supe que debía correr y atravesar a los policías, y ellos se chocarían con los pandilleros.

Pues estaba bastante equivocado.

Sí corrí.

Sí escape.

Los policías no se detuvieron a pelear con los pandilleros.

Los policías no se percataron de los pandilleros.

Los policías corrieron al mismo ritmo, cadencia y dirección que los pandilleros.

Pero uno se cayó.

Y cayó como costal.

Se desarmó.

Y no había sangre, pude verlo desde lejos.

Los pandilleros quisieron detenerse y ver.

Y los policías recién se enfrentaron a ellos.

Y eso me dio ventaja para huir, aunque sentía mucha curiosidad de ver lo que ocurría.

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