CAPITULO V: SOY CUPIDO

55 4 0
                                    

–¿Crees que es buena idea ir a esa fiesta?
–Claro, Abbie. Creí que te gustaba hacer amigos nuevos y que Alex te caía bien.
–Me gusta hacer amigos, y sí me cae bien Alex, pero el problema no es eso.
–¿Entonces?
–No me gustan las fiestas, Chase. Yo prefiero sentarme y observar las estrellas. Ese tipo de cosas sencillas pero que disfrutas mucho más que una fiesta.

Se escucha música cerca. Estamos a punto de llegar.

–Hagamos algo: Entremos a la fiesta unos minutos, saludamos a los chicos y nos vamos.
–¿Adónde?
–A un lugar que te guste más.

Llegamos a la fiesta. Esto es algo bastante ruidoso. Todos están alborotados. Oh, por allá está Alex. Le diré a Abbie para que vayamos a saludarlo.

–¡Hey, chicos! Sí vinieron.
–Chase estaba ansioso por venir. ¿Verdad?
–Emm... Sí. Por supuesto. No tengo mucho tiempo aquí en la ciudad y creí que venir a una fiesta era buena idea para conocer gente.
–¡Claro que lo es! —Dice Alex. Está un poco ebrio, por lo que puedo notar—. Bueno, hay bebidas en la cocina y un montón de gente por toda la casa para que puedan bailar y todo eso. Nos vemos al rato, chicos.
–Ven, Abbie. Vayamos a la cocina por algo de beber.
–Chase, dijimos que nada de alcohol.
–Alex dijo «bebidas». No creo que todo sea alcohol. De seguro hay refrescos también.

No. Todo es alcohol. Por supuesto, Abbie no quiso tomar nada, pero yo sí cogeré un vaso.

–¿Estás disfrutando de la fiesta?
–¿Eso fue sarcasmo, Chase?
–No. Lo pregunto en serio.
–Chase, es obvio que no. Creo mi cara lo dice todo.
–Sí. Tu cara es bastante expresiva.
–Te dije que no me gustan las fiestas.
–Bueno, al menos puedes intentar hacer amigos.
–¿Con quién? Todos están ocupados besándose con sus parejas o durmiendo de lo ebrio que están —Traer a Abbie a una fiesta fue, posiblemente, la peor de mis ideas—. Y ni siquiera ponen música buena.
–Okey, admito que traerte aquí no fue la mejor de mis ideas.
–Fue la peor.
-Sí. Pero lo hice con buenas intenciones, Abbie.
–Chase, ¿por qué te interesa tanto que conozca gente nueva? Estoy bien con el circulo de personas que me rodean.
–No lo sé. Sólo... quiero ayudarte.
–¿A qué, Chase? No necesito ayuda de nada. Además, tampoco me interesa rodearme de mucha gente. Estoy conforme con mis amigos de siempre.
–¿Y qué hay de tus relaciones?
–Eso es otra cosa que tampoco me has explicado. ¿Por qué te interesa tanto mi vida amorosa? ¿Acaso te gusto?
–¿Qué? ¡No! ¡¿Cómo crees, Abbie?!
–Hoy en día es muy común que te pregunten por tu vida amorosa cuando le llamas la atención a alguien.
–Bueno, yo soy la excepción.
–Entonces, ¿por qué?
-Abbie, eso es algo que no puedo contarte. Bueno, no sé si es buena idea contarte.
–¿Qué tan malo puede ser, Chase?
–No es lo malo, es lo complicado de la situación.
–¿Acaso eres un super agente secreto que quiere investigar mi vida?
–Abbie, esto no es una película ni una novela para adolescentes.
–¿Entonces?
–Prometo que te contaré la verdad. Pero no en estos momentos.
–Bien. Cómo quieras, Chase.

Abbie se levanta del sofá y se dirige a la cocina. Está molesta. Sé que no le gusta que le mientan, pero no puedo contarle mi secreto.

(...)

–¡Okey, chicos! ¡Es hora de animar esta fiesta! —¿Esa fue la voz de Abbie?
–Abbie, ¿qué haces ahí? Bájate de esa mesa ahora mismo.
–Oblígame, Chase.
–Chase —Dice Alex—, déjala que se divierta. Está disfrutando.
–Esto no es divertido, Alex. ¡Abbie, baja de esa mesa ahora mismo!
–¡He dicho que no! ¿No fuiste tú el de la idea de venir aquí? Y ahora me prohíbes que me divierta. ¡Ja! Mi papá murió hace tres años, Chase. Así que deja de darme órdenes.
–Abbie, estás ebria. Sólo hazme el favor de bajar de ahí. Puedes lastimarte.
–No, Chase. Querías que me divirtiera, ¿no? Pues ahora me voy a divertir.
–Abbie, tú no eres así. Sólo bájate de la mesa y salgamos a tomar aire fresco.
–Deja que me divierta, Chase. No voy a caer... —Y Abbie se cayó de la mesa.

(...)

–Eres un idiota, Chase. ¿Por qué no me dejaste seguir bailando?
–Abbie, no se le puede llamar a eso bailar.
–¿Te estás burlando de mi baile?
–Sólo digo que, si vas a empezar a mover la cabeza como loca encima de una mesa, al menos haz que parezca que estás disfrutando la música. Parecía que estuvieran haciéndote un exorcismo.
–¿Para qué me trajiste afuera? La fiesta es adentro. Además, está haciendo frio —Le doy mi suéter—. Gracias, Chase. Y perdón por lo de allá adentro. Aún estoy ebria, pero estoy apenada.
–Yo también estaría apenado si le hubiera caído encima a un chico que estaba besándose con su novia y luego vomito en el sofá.
–Estoy apenada por como te traté, Chase.
–Ah. Por eso no te preocupes. Todos hacemos estupideces cuando estamos ebrios.
–Y cuando estamos enamorados también.

Volteo a mirarla y, en sus ojos, se dibuja una melancolía enorme. Su alma comienza a quebrarse y su corazón se hace chico.

–Abbie, ¿a dónde te gustaría ir?
–No lo sé. Tal vez a mi casa.
–Me refiero a un lugar al que anheles ir. Que siempre hayas querido visitar.
–Pic Du Midi. Es un hermoso valle que queda en Francia. Se pueden observar las estrellas y se ven sumamente hermosas.
–¿Nunca has ido?
–No. Papá nunca me llevó. Decía que era una perdida de tiempo.
–Vayamos al tejado un momento.
–¿Para qué?
–Sólo sígueme.

(...)

–Bien, ya estamos aquí. ¿Ahora qué?
–Toma mis manos y cierra los ojos.
–Chase, te juro que si intentas aprovecharte de mí voy a hacer que aterrices abajo, en la acera. Podré estar ebria, pero puedo golpear.
–Abbie, sólo confía en mí.

Tomó mis manos, cerró sus ojos y su alma se tranquilizó.

–Bien. Ahora te haré una pregunta: ¿Confías en mí?
–Sí, Chase.
–¿Me confiarías tu vida?
–... Sí, Chase.
–Entonces abrázame y por nada del mundo abras tus ojos hasta que yo te diga.

Abbie se mantiene calmada. Su corazón late un poco más rápido de lo normal. Tal vez está ansiosa o nerviosa. Pongo mis manos alrededor de su cintura, hago que mis alas salgan poco a poco y comenzamos el viaje.

–Chase, ¿por qué no estoy sintiendo el suelo?
–Abbie, tranquilízate. No vayas a abrir los ojos todavía.
–Chase, me estoy asustando. La brisa es fuerte. No siento el suelo.
–Tú sólo respira y cálmate. El vuelo está tranquilo.
–¿Cuál vuelo? Chase, voy a abrir los... ¡Oh, maldición! ¡Estamos volando! ¡Chase, bájame, bájame! ¡Diablos, le tengo miedo a las alturas, Chase! ¡Bájame!
–Abbie, quédate tranquila e intenta no moverte. Por eso te dije que no abrieras los ojos.
–¡Estamos volando, Chase!
–Cómo si nunca hubieras volado.
–¡Pero en avión, idiota! ¡No al aire libre! ¡Chase, bájame!
–Ya llegamos, ya llegamos. Calma. Ya aterrizamos.

Abbie se puso a mirar a todas partes. Respiraba rápido. Vaya que sí le dan miedo las alturas. Pero se calmó.

–Chase,¿puedo preguntarte algo?
–Claro —Se me hace raro que me diga eso tan tranquilamente.
–¡¿Con qué diablos me drogaste?!— Ya decía yo que estaba muy tranquila.
–Abbie, cálmate, ¿sí? Respira un poco y relájate.
–Estoy calmada, Chase. ¡Estoy bastante calmada!
–No. No lo estás.
–Vale, vale. Ahora sí. A ver, explícame que está pasando.
–Mira a tu alrededor.
–... Oh, por Dios. Chase, estamos en Pic Du Midi. ¿Estamos aquí? ¿Esto es real?
–Sí, Abbie.
–¿En serio? Chase, ¿con que me drogaste? ¿Le pusieron algo a mi bebida? Fue el chico al que le interrumpí su beso, ¿verdad? ¡Chase, despiértame!
–Abbie, cálmate, por favor. Sólo mírame.
–Chase, ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿En serio estábamos volando?
–Así es, Abbie.
–Chase, ¿quién eres?
–Abbie... soy Cupido. 

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora