CAPITULO IX: TE PRESENTO A ZANIAH

51 5 0
                                    

–Vámonos de aquí antes de que nos vean, Orión.
–¿Qué harás?
–Largarme de aquí.
–Me refiero a con lo de Abbie.
–Nada. ¿Qué quieres que haga?
–Viejo, en serio, lo siento mucho.
–No importa, Orión. Si tú creíste que era correcto ayudarlos, no voy a contradecir tus ideas.
–No es eso. Entiende, lo hice por ti.
–¿Por mí? Pues, si tu objetivo era destruirme por dentro, bien hecho. Lo lograste, viejo.
–Sabes que no es así, Cupido. Lo hice porque era mejor. Es lo mejor. Sí, es cierto que no me siento orgulloso de que te sientas tan mal, pero sé que mejorarás. Eres un Dios y no puedes enamorarte de una mortal.
–Pero lo hice, Orión. Y lo sabes.
–Pero puedes resignarte. Los humanos lo hacen todo el tiempo. Permanecen con su dolor y dejan que la herida sane sola. Luego los ves por ahí como si nunca hubiesen pasado por nada. Porque aprenden a superar su pasado. Tú apenas estás viviendo esto por primera vez, así que también debes aprender de ello, Cupido.
–Me estoy convirtiendo en un mortal.
–... Larguémonos de aquí, Cupido —Algo extraño sucede.
–Tú también sientes eso, ¿no?
–Así es. Hay más Dioses por aquí cerca. Me atrevería a decir que no son Dioses, sino Hechiceros o Brujas, tal vez.
–Vámonos. No es buena idea quedarnos aquí.

(...)

–¿Qué piensas hacer ahora?
–¿Sobre qué?
–Ahora que sabes que Abbie y Alex están juntos, ¿qué harás? ¿Dejarás de hablarle a Abbie? ¿Le dirás la verdad? ¿Actuarás como si nada pasara?
–Creo que la última opción es la mejor.
–¿Está seguro?
–Sí. Digo, desde un principio, eso era lo que quería, ¿no? Que Abbie saliera con alguien.
–Pero no tenías en cuenta que tú pudieras enamorarte de ella.
–Eso no importa. Yo soy un Dios y ella una mortal.
–Si tú lo dices, viejo. Por cierto, ¿qué hacemos aquí?
–Vine con Abbie hace algunos días. Le gusta mucho este sitio. Las estrellas se observan desde aquí de una manera muy bonita.
–Bueno, eso sí es verdad.
–Por cierto, aún no logro entender cómo te dejaste convencer de mi madre por un estúpido polvo de estrellas.
–Viejo, el polvo de estrellas es lo mejor que puede existir.
–Eso no es cierto. Recuerdo que una vez lo probé y terminé con resaca.
–Eras muy niño. Además, a ustedes, los Dioses, les hace daño. Eso es, más que todo, para nosotros los Guardianes. Nos mantiene alerta, con energía, preparados para lo que sea.
–Creí que los hacía alucinar.
–Sí, un poco, pero sólo cuando consumes más de lo necesario. Se puede decir que el polvo de estrellas es como el Red Bull de los Dioses. El problema es que este es más difícil de conseguir.
–Cambiando de tema, ¿qué pasará con la tierra?
–¿Hablas de lo que sea que esté por venir?
–Sí.
–No lo sé, hermano. ¿Acaso importa?
–A mí sí.
–Por ella, ¿no?
–Puede ser.
–Viejo, no sé lo que vaya a pasar, pero, sea lo que sea, estaremos listos. Eso tenlo por seguro. Pero ahora no es el momento de pensar en ello. Mejor, disfruta de tu estadía en la tierra.
–No puedo disfrutar sintiéndome así. Ni siquiera le encuentro el lado bonito a este sitio.
–Yo voy a ayudarte —¿En serio dijo eso?—. Y lo haré porque te considero mi único amigo.
–¿A cambio de qué? —Puede que Orión se vea muy amable y todo lo que quieras, pero no hace favores gratis ni a su propia madre.
–A cambio de nada. Considéralo un favor —Bueno, admito que me sorprendió– Ya luego te pido yo uno y quedamos a mano —Demasiado amable para ser verdad.
–Vale. ¿Qué piensas hacer?
–Primero que nada, hacer que superes ese amor.
–¿Cómo?
–Saliendo con ella... y con Alex.
–¿Estás de broma?
–No, viejo. Lo vi en un documental sobre comportamiento humano. Tienes que salir con ambos hasta que los veas como dos personas más, sin sentir nada. Para hacértelo más fácil, tú también saldrás con alguien más.
–¿Ah, sí? ¿Con quién, genio?
–Yo conozco una chica que puede ser la candidata perfecta.
–No voy salir con otra mortal, Orión.
–No he dicho que sea una mortal.

UNA SEMANA DESPUÉS.

Orión quedó en preparar todo para esta... ¿cita? O cómo sea que se llame. Me dijo que esperara aquí en el apartamento que rentó mientras regresaba del Olimpo. Hasta el día de hoy, es un misterio, para mí, el saber de dónde sacó dinero para rentar este piso. Orión siempre tiene algo entre manos y, la mayoría del tiempo, no es nada bueno.

*Toc, toc*

–Hola, viejo. Te extrañé.
–Sólo te fuiste un par de horas.
–Le estaba hablando a mi pequeña casa. No destruiste nada, ¿cierto?
–No puedes destruir nada cuando pasas más de tres horas mirando por la ventana.
–Bueno. Después de una semana, al fin he traído a la persona que podrá sacarte de ese triste agujero. Cupido, te presento a...
–¡¿Zaniah?! —Estoy sorprendido, sinceramente.
–¿Cupido?
–Ah, ya se conocen.
–¡Guao, Cupido! ¡No sabes cuánto me alegra verte otra vez!
–Sí, a mí también, Zaniah —En realidad, quisiera pensar lo mismo. Bien hecho, Orión. Acabas de meter la pata.
–Bueno, Zaniah, puedes ponerte cómoda y nos esperas aquí. Orión y yo tenemos que ir a comprar... comida. Nos hace falta mucha comida, ¿verdad, Orión?
–Emm... Sí. ¡Sí, claro! Estamos con las reservas al mínimo, ya sabes...
–Bueno, volvemos en un momento.

(...)

–¡¿Cómo se te ocurre traer a Zaniah a la tierra y justamente para esto?!
–Yo no sabía que se conocían. Oye, espera, ¿qué pasa con Zaniah?
–Que creí que más nunca la volvería a ver y me sentía bien así.
–¿Ustedes tienen problemas?
–Ella no, ¡yo sí!
–¿Qué sucedió, viejo?
–Zaniah siempre me ha gustado, Orión. Nos conocimos cuando éramos niños. Fuimos muy buenos amigos hasta que... Hasta que empezamos a estudiar en la E.P.D. (Escuela de Preparación para Dioses). Yo era malo en la mayoría de las clases. Incluso los profesores decían que no llegaría a ser un Dios nunca. Zaniah siempre estaba apoyándome y ayudándome en las clases. Así era hasta que, un día, llegó el idiota de Virgo con su cabello lizo y perfecto y sus dientes blancos y esa voz tan molesta y... ¡Agh! El caso es que ellos comenzaron a juntarse más y más y cada vez más hasta que empezaron a salir. Eso me destruyó por dentro. Nunca le dije a Zaniah lo que sentía por ella, y creo que si lo hubiese hecho, habría sido peor porque entre Virgo y yo, no cabe duda que lo escogería a él. Virgo era muy popular y, gracias a ello, Zaniah también se volvió popular. Yo era un don nadie. Vivía a la sombra de Virgo.
Un día, cuando sólo quedaba una etapa para graduarnos, ya estaba casi seguro de que yo reprobaría. Me sentía tan mal por todo lo que estaba pasando, que me encerré en mi habitación a llorar. Me sentía inservible. Sentía que nada saldría bien, que todo se estaba derrumbando poco a poco. Mamá se dio cuenta y estuvo ahí consolándome. Me dijo que no podía dejar que los problemas me opacaran tanto. Y que tampoco valía la pena que me sintiera de esa manera por culpa de los demás. Me dijo: «Tú puedes lograr lo que sea siempre y cuando te lo propongas a ti mismo». Si haces eso, no tendrás impedimento alguno para lograr tus sueños.
Después de esa charla, cambié por completo. Mejoré mis calificaciones y tuve la nota necesaria para convertirme en Dios. En un principio, quería convertirme en el Dios de la alegría, pero recordé todo lo que me había pasado con Zaniah y pensé en que esas cosas no ocurren sólo en el Olimpo. Estaba decidido a hacer el bien con la ayuda del amor, así que decidí ser el nuevo Dios del deseo amoroso. Después de eso, no volví a ver a Zaniah, y gracias a Júpiter que a Virgo tampoco. Y así estaba bien. He estado bien todos estos años sin ella.
–En serio, no lo sabía, viejo. Lo siento mucho.
–Tranquilo. De hecho, eres el primero que lo sabe después de mi madre.
–Bueno, si quieres le digo que ya no hace falta que se quede.
–No, no, no. Está bien. Tal vez tengas razón y Zaniah sí pueda ayudarme a superar lo de Abbie.
–Vale, como tú digas.

Si bien es cierto que guardo algo de rencor hacia Zaniah, no es nada comparado con el sentimiento que tengo hacia Abbie. Lo mejor será que acepte su ayuda. De esa manera podré olvidar lo que siento por Abbie, volver al Olimpo... y olvidarme de ella también.

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora