CAPITULO XIX: HIJO DE UN DIOS

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La furia está dominando todos mis sentidos. Mis manos tiemblan y mis lágrimas no dejan de salir. Siento una gran ira dentro de mí. El suelo se estremece. Un aura rojiza rodea mi cuerpo. Siento un gran poder dentro de mí. Un poder que, quizá… no logre controlar.
–¡VEGAAAAAAA!
–Q… ¿Qué es esto? —Dice Vega despavorida.
–… Te mataré, bruja infeliz.
–¿Y quién te crees que eres?
–Soy Cupido. Hijo de Venus, la Diosa del amor y la belleza… Y también hijo de Marte… el Dios de la guerra.

Este nuevo poder me da la capacidad de crear armas de la nada. Creo un escudo y una espada y corro hacia Vega. Vega me lanza bolas de fuego pero logro repelerlas con mi escudo. Estoy más cerca de Vega. Lanzo la espada contra ella y la detiene en el aire. Creo otra espada rápidamente y doy un salto sobre ella para aterrizar detrás de ella. Vega se da media vuelta y aprovecho para hacer un corte en su abdomen. Trato de golpear con el escudo pero lo detiene con sus manos. Arremeto, rápidamente, con una patada a sus piernas y queda arrodillada.
–¡Esto es por Orión! —Empuño la espada y hago otro corto horizontal en su abdomen.
–¡Ahh!
–¡Esto es por Virgo! —Me posiciono detrás de ella y hago un corte vertical en su espalda. Vuelvo a ponerme en frente y le asesto una patada en la cara, haciéndole caer al piso— ¡Y esto es por la victoria de los Dioses! —Tomo el mango de la espada con ambas manos y la clavo en su pecho, justo en su corazón.
–¡Ahhh! —Vega pone sus manos sobre la espada para intentar sacarla, pero no le quedan fuerzas— ¿Cómo… pudiste?
–Porque soy el hijo de un guerrero —Inserto la espada más profundo.
–¡Ahhh! —Vega agoniza por breves segundos y, por fin, perece.

Las cadenas que retienen a mi madre y a Júpiter desaparecen. Nos acercamos, rápidamente, a ellos.
–¡Madre! ¡Madre!
–¡Júpiter!

Ambos despiertan desconcertados, pero logran reaccionar.
–¿Qué pasó? —Pregunta mi madre.
–Ya todo acabó.
–¿Y Vega? —Pregunta Júpiter.
–Está muerta. Ya todo pasó.
–Esperen. ¿Dónde está mi hermano?
–Plutón nunca fue visto en el Olimpo —Dice el señor Vulcano.
–Lo más probable es que siga aquí abajo —Dice la señora Diana—. Supongo que Plutón no tiene ningún interés en luchar.
–En ese caso, debemos regresar —Dice Júpiter—. Ustedes adelántense. Yo cerraré el Inframundo nuevamente.
–Bien.

Tomamos el cuerpo de Virgo. Nos ponemos en marcha y regresamos al Olimpo. Todo está tranquilo. Parece que los seres del Inframundo desaparecieron.
–Venus, Cupido —Dice la señora Diana—, no todo ha terminado. La Tierra sigue siendo un campo de guerra.
–¿Qué sabes sobre Abbie?
–Inglaterra está destruida, Cupido. Las grandes naciones con potencia militar se atacaron entre sí. No sabría darte noticias exacta sobre el estado de ella.
–Debemos ir a la Tierra, madre. Debo buscar a Abbie.
–Antes de hacer eso, debes ayudarme a restaurar la paz en el mundo, Cupido.
–Bien.
–Yo iré con ustedes. Los ayudaré en lo que pueda.
–Vamos.

Esto es un verdadero caos. Hay fuego por todos lados, edificios derrumbados. El aire del ambiente está lleno de polvo. Mi madre me pide que nos centremos en lo primordial. Hagámoslo entonces.

(…)

El orden se ha restaurado. Los seres humanos se han tranquilizado y ya no se escuchan detonaciones. Pero no encuentro a Abbie, ni puedo sentirla.
–Señora Diana, ayúdeme a localizar a Abbie, por favor.
–Claro. En seguida.
–Madre, tú también. Me preocupa.
–Está bien, hijo. La hallaremos.

(…)

–Cupido.
–Señora Diana, ¿tiene noticias sobre Abbie?
–La encontré. Pero... Mejor ven y observa por ti mismo.

–¿Abbie? —Abbie está en el piso, llena de polvo y no respira.
–Estaba debajo de unos escombros. Cupido… lo siento.
–No, no, no, no, no. Abbie, reacciona por favor. Aquí estoy. Abbie, por favor, despierta.
–¡No! Abbie, por favor —Mis lágrimas comienzan a salir—. ¡ABBIE!

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora