CAPITULO II: LECCIONES DE AMOR

131 12 0
                                    

–Sólo te vi y me pregunté por qué una chica como tú está desayunando sola aquí, en Londres. ¿Esperas a alguien?
–No. Normalmente me gusta venir aquí alguno que otro día y distraerme un poco leyendo una novela.
–Entonces, te gusta mucho la lectura, ¿no, Abbie?
–Así es. ¿Cómo sabes mi nombre? Si aún no te lo había dicho —Dijo extrañada, pero con un tono de humor.
–Intuición —Le respondí con una sonrisa, después de quedarme callado unos segundos. Casi meto la pata—. Sígueme hablando del libro.
–Claro. Este es uno de mis libros favoritos. «Matar un ruiseñor», de Harper Lee. Aunque la novela trata sobre temas polémicos como la violación y la desigualdad racial, también es alabada por su calidez y humor.
–¿Puedo preguntar algo?
–Claro.
–¿Qué piensas acerca del amor?
–Es una pregunta muy directa —Me miró e hizo relucir su maravillosa sonrisa—. Pero, para serte sincera, no pienso gran cosa acerca de él.
–¿Podrías especificarte más?
–Supongo que tú también te has dado cuenta que, últimamente, las relaciones no son como antes. Si te fijas bien, notarás que, la mayoría de las personas, en lugar de sonreír por amor, sólo lloran por él. Y esto no aplica sólo para las relaciones amorosas, las amistades también han cambiado. Las personas son capaces de cambiar con sus propios amigos sólo por intentar encajar en los grupos que más llaman la atención, entre muchas otras razones.
Ya nadie se toma en serio una relación amorosa ni una amistad. Mira, las personas son capaces de destruir a alguien que los ame de verdad, y también son capaces de destruir una amistad de años. ¿Quieres saber qué pienso del amor? Qué es una perdida de tiempo. Todos deberíamos enfocarnos en nosotros mismos y no en los demás. Antes de intentar amar a alguien, amate a ti mismo, estate en paz contigo mismo, en tranquilidad con tu alma, así es como vas a disfrutar más de la vida.
Yo siempre he dicho que nadie merece ser destruido por dentro por cualquier persona.

Después de quedarme callado y mirarla fijamente unos pocos segundos, respondí:

–Pero el amor es necesario.
–¿Para quién? —Preguntó ella de manera burlona.
–¡Para todos! Sin amor, no existe la paz. Sin la paz, ustedes estarían en guerra, disparándose unos a otros. Sin amor, ¿dónde queda la magia de enamorarse, de compartir con otros en armonía, de experimentar esa sensación de sentirse amado por alguien?
–¿Quién necesita sentirse amado por alguien? Si puedes sentirte amado por ti mismo, y eso vale mucho más.
–¿Y sentirse amado por tus familiares?
–Llevar el mismo apellido, o la misma sangre, no te hace familiar de nadie. Eso se gana de otra manera.

Admito que en ese momento estaba entrando un poco en cólera. Digo, ¿quién se creía ella para hablar así del amor? Pero también me puse a pensar un poco en lo que dijo. Es cierto que el amor entre los seres humanos había cambiado. Tal vez, sólo tal vez, había descuidado un poco mi trabajo. Supongo que el paso de los años y las épocas también me cambiaron a mí.

Esta chica me intrigaba bastante. Era distinta. Sus sentimientos eran más puros, más decididos. Quería saber más de ella, así que decidí conocer su pasado.

–¿Hay algo o alguien que te hiciera pensar de esa manera? —Pregunté.

Ella me miró fijamente. Su mirada en ese momento era tan melancólica. Pero no respondió, sólo asintió con la cabeza.

–Yo podría ayudarte a recuperar tu confianza en el amor —Le dije.
–¿Qué eres? ¿Un ayudante de Cupido o algo así? —Dijo sonriendo y en un tono burlón.
–Algo parecido, en realidad.

Quise contarle la verdad en ese momento, pero no había suficiente confianza. Si le decía, tal vez se burlaría de mí creyendo que conté un chiste o algo por el estilo. Y la verdad es que sí sonaba estúpido decir algo como: «Sí, soy Cupido. Y tengo el poder para que puedas enamorarte con un simple silbido». Vamos, hasta yo mismo me hubiese reído.

Decidí que conocerla más era lo mejor. Le pedí que saliera conmigo cuando no estuviese ocupada, y ella aceptó.

Al principió pensé en hacerla creer en al amor con mis poderes de Dios. Pero había algo en ella que me llamaba la atención. Quería conocer su pasado, quería conocerla a ella. Pero lo que más quería era hacerla recuperar su confianza en el amor, pero de una manera distinta a como suelo hacerlo. Esta vez, le dejaría todo al tiempo y a mis propias acciones corrientes, sin trucos. Así lo había decidido.

Mi nueva misión en la tierra: Hacer que Abbie creyera en el amor una vez más.    

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora