CAPITULO XVIII: RESCATE EN EL INFRAMUNDO

26 3 0
                                    

Este lugar es un caos. No puedo creer que papá haya hecho todo esto.
–¡Cupido!
–¿Mercurio?
–¿Estás bien?
–¿Tú lo estás? Este sitio es un caos.
–Me he mantenido a salvo. Digo, sólo soy un mensajero. Soy bastante escurridizo. Pero estoy al tanto de lo que sucede aquí y en la tierra.
–¿En serio?
–Soy como una especie de espía.
–¿Dónde está mamá?
–Cupido, a Venus se la han llevado al inframundo.
–¿Qué? ¿Quién?
–Vega. Se enfrentaron, pero ella es demasiado poderosa. Tu madre no pudo.
–¿Y dónde están todos?
–Dispersados. Algunos Dioses y los Guardianes están luchando contra los seres del Inframundo. Otros Dioses sólo se mantienen resguardados. Sabes que no todos estamos hechos para pelear.
–Mercurio, necesito recuperar todos mis poderes. Apenas pude regresar aquí.
–La única que puede regresarte tus poderes es Juno. Está resguardada en el Gran Palacio.
–Perfecto. Llévame allá.
–¿Cómo podemos llegar al Gran Palacio? Todo el Olimpo está lleno de esbirros de Vega. Tú no tienes poderes y yo no soy un Dios de pelea. Sólo soy un mensajero.
–Necesitamos a alguien que nos escolte.
–Bien. Llamaré a los Dioses que estén más cerca.

Mercurio utiliza sus poderes para comunicarse con los Dioses que están más cerca de su ubicación y Virgo responde al llamado.
–¡Virgo!
–Cupido, viejo amigo. Qué bueno que estás bien. ¿Y tu doncella?
–Abbie se quedó en la Tierra. No es un lugar seguro, pero está con Diana.
–Bien. Entonces, ¿para qué es requerida la ayuda del Dios de la Alegría?
–¿Puedes escoltarnos hasta el Gran Palacio? Necesito ver a Juno para que me regrese mis poderes.
–¡Por supuesto! Pongámonos en marcha.
–Mercurio, no podré ir al Inframundo a enfrentar a Vega yo solo. Necesito que le avises a los demás Dioses. Los veré en el Gran Palacio.
–Hecho.

(…)

–Señora Juno.
–¿Cupido? ¿Cómo te atreves a regresar al Olimpo después de haber roto las reglas.
–Oiga, lo sé. Pero mire toda esta situación. La Tierra es un caos y sólo mi madre y yo podemos regresar la paz allá. Necesito ir al Inframundo, liberarla a ella y liberar a Júpiter.
–No tienes derecho a pedir tal cosa.
–Señora Juno —Dice Virgo—, si me lo permite, mi amigo, Cupido, tiene toda la razón. Los únicos Dioses capaces de llevar amor y paz al mundo mortal son él y su madre. Y el único Dios con la capacidad de cerrar las puertas del Inframundo es Júpiter. Hay que ir hasta allá y…
–Lo entiendo, Virgo —Dice Juno—. El bienestar de todo lo que conocemos pende de un hilo. Cupido, ¿sabes por qué se prohibieron las relaciones entre Dioses y mortales?
–Creo saberlo.
–Por cosas como Hércules. La procreación de Semidioses es un hecho aterrador. Seres más fuertes que nosotros mismos. ¿Qué crees que pasaría si un Semidiós decide ponerse en contra de todo lo regido por el Olimpo? Sería un caos peor que este. Son armas mortales para nosotros, Cupidos. Por eso aplicamos sanciones de este tipo. La procreación entre los Dioses y los mortales es más peligrosa de lo que parece.
–… Lo entiendo, señora Juno. Pero, en estos momentos, debemos luchar por proteger todo esto.
–Cupido, tus actos no quedarán impunes. Como la Reina de los Dioses te otorgo tus poderes divinos nuevamente. Luego pensaremos en un castigo para ti.
–Gracias, señora Juno.
–¡Cupido! —Es el señor Vulcano. Vino con Lyra— Lamento la interrupción, señora Juno. Mercurio nos informó que debíamos venir.
–Los necesito, Vulcano. Mi madre está…
–En el Inframundo. Lo sé.
–Debemos ir hasta allá inmediatamente.
–¿Solos? —Dice Virgo— No podemos contra Vega. Es demasiado fuerte, Cupido.
–Pero no es perfecta. Todos tenemos debilidades.
–Eso es cierto.
–Lyra, ¿dónde está Orión?
–Orión… Orión murió, Cupido —Mu… ¿Muerto? Mi mejor amigo está… ¿muerto?—. Vega lo hizo. Murió tratando de proteger a tu madre.
–Eso es una noticia muy lamentable —Dice Virgo.
–Hemos perdido a uno de nuestros mejores Guardianes —Dice Juno—. No podemos permitir que las cosas empeoren. ¿Están listos?

No hay tiempo para llorar, ni para lamentarse. Tengo mis poderes de regreso así que es hora de ponernos en marcha. Orión, amigo, vengaré tu muerte.

–Estamos listos. Señor Vulcano, Virgo, conmigo. Lyra, tú y el resto de los guardianes protejan a la señora Juno y al Olimpo.
–¿Cuál es el plan, Cupido? —Pregunta el señor Vulcano.
–Derrotar a Vega, liberar a mi madre y al señor Júpiter. Él se encargará de cerrar las puertas del Inframundo nuevamente y mi madre y yo volveremos a la tierra y restableceremos la paz entre los seres humanos.
–Hecho.
–No vayan sin mí.
–¡Señora Diana!
–La misma de siempre, muchacho. Y será mejor que nos pongamos en marcha porque los humanos están a punto de autodestruirse.
–¿Y Abbie?
–... Le dije que se mantuviera a salvo, chico. No puedo quedarme en la Tierra sólo protegiéndola a ella mientras aquí se libra una batalla grande.
–... Bien. Entonces vamos. Es hora de salvar ambos mundos.

(…)

Este lugar es… horrible. Deja una sensación de desesperación muy pesada. Es la primera vez que vengo aquí. Es como una ciudad fantasma, pobre, llena de miseria. Se escuchan gritos, a la distancia. Se observan varias almas pidiendo piedad; otras, simplemente están sentadas en el piso, observando a la nada.
–No se distraigan —Dice la señora Diana—. Estén atentos a cualquier hostilidad.
–¿Cómo encontraremos a mi madre y a Júpiter?
–Utilizaré mis habilidades —Dice la señora Diana nuevamente.
–Este lugar es tan… deprimente —Dice Virgo—. Jamás había presenciado tanta desgracia y tristeza en un solo sitio.
–¡Los encontré! —Exclama la señora Diana.
–Vayamos entonces.

(…)

–Han tardado demasiado. Llevo mucho rato esperándolos.
–¿Tú eres Vega?
–Es un placer conocerte, Cupido.

Mi madre y Júpiter están encadenados detrás de Vega. Las cadenas parecen salir del piso y tienen un color dorado. Ambos parecen estar inconscientes.
–Pagarás por los daños causados, maldita bruja —Dice el señor Vulcano.
–Quiero ver que intenten detenerme —Vega lanza sus poderes contra nosotros. Es muy ágil y bastante rápida. Debemos evadir todos sus hechizos tanto como podamos.
–Cupido —Dice el señor Vulcano.
–¿Qué pasa?
–Esas cadenas están hechizadas.
–¿Por qué lo dices?
–Porque Vega no se arriesgaría a contenerlos con cadenas corrientes. Sus hechizos deben tener un tiempo limitado o una fuente. Quizá las cadenas sean lo que los mantenga dormidos.
–Bien. Debemos tratar de llegar a ellos.
–Vega no nos dejará pasar tan fácilmente.

Debemos luchar con todo lo que tenemos. La señora Diana lanza sus flechas contra Vega pero ella las repele. Virgo intenta acercarse para arremeter con sus espadas pero Vega también lo repele. ¿Cuál es su debilidad? Quizá no pueda pelear cuerpo a cuerpo y por eso nos aleja. En ese caso, su cuerpo no resistiría una puñalada común. Un ataque a su corazón es todo lo que necesitamos. ¿Cómo acercarnos a ella?
–Me estoy divirtiendo mucho con ustedes.
–¿Por qué no dejamos los juegos y acabamos con todo esto?
–Si quisiera matarlos, ya estarían muertos. Aunque debo admitir que me estoy aburriendo un poco.
–Entonces pongámonos serios.
–Si eso quieres —Vega utiliza sus hechizos y nos arroja bolas de fuego. El señor Vulcano crea un muro de fuego frente a nosotros para detenerlas.

La señora Diana lanza sus flechas de luz rápidamente para distraer a Vega mientras Virgo se acerca a ella. Nada parece funcionar. Vega repele las flechas y evade el ataque de Virgo y, con sus poderes, hace que Virgo salga disparado hacia nosotros.
–Es imposible —Dice Virgo—. Es demasiado fuerte, amigos.
–Hay que apuñalar su corazón.
–No podemos acercarnos tanto a ella.

Me comunicaré telepáticamente con ellos.
–Señora Diana, señor Vulcano, ¿me escuchan?
–Te copio, chico.
–Tengo un plan. Ustedes manténgala distraída. Señora Diana, lance todas las flechas que pueda justo a su cara. Señor Vulcano, trate de atacar su espalda. De esa manera no podrá cubrir sus flancos.
–Hecho.
–Virgo, dame una de tus espadas.
–¿Qué piensas hacer con mis majestuosas espadas?
–Sólo dame una. No hay tiempo que perder.
–Vale.

La señora Diana lanza sus flechas de luz a Vega. Mientras ella las repele, el señor Vulcano se posa detrás de ella y lanza llamas. ¡Bien! Se encuentra presionada. Es mi oportunidad. Me acerco a Vega para apuñalarla con la espada, pero enfurece y, antes de que pueda acercarme lo suficiente, lanza una onda expansiva y nos arrastra a todos. ¡Agh! Me duele la espalda.
–Creo que ya es hora de que empiece a acabar con ustedes —Vega atrae una de las espadas de Virgo hacia ella y la apunta contra mí—. Empezaré contigo, Dios del amor. Se acabaron las historias románticas —La espada sale disparada contra mí a una gran velocidad. Va muy rápida. No podré esquivarla. ¡Maldición!
–¡Cupido!
–… —No siento nada. Abro mis ojos y veo a Virgo frente a mí. Sale sangre de su boca. Su pecho chorrea sangre. Su espada está… incrustada en su pecho. Virgo cae de rodillas.
–Cu… pido —Su mirada lagrimeante penetra en la mía—… Zaniah… Zaniah…
–Virgo, no —Me arrodillo frente a él y no puedo evitar llorar—… ¿Por qué?
–Dile… que la… amo.
–Amigo, no te vayas ahora, por favor —Mis lágrimas no dejan de salir.
–Lo… siento… Lo siento… viajo amigo —Virgo cae en mis brazos. Ya no siento su respiración. Ya no siento su presencia. Se… Se ha ido.
–¡NOOOOOOOO!

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora