CAPITULO VII: EL PRINCIPIO DEL FIN

58 6 0
                                    

–¿Por qué me has llamado?
–Señor Marte, le traigo una novedad.
–Dime qué sucede, Aries.
–Cupido se acaba de confesar ante esa mortal. Ha revelado su secreto.
–¡Perfecto! ¡Es lo más maravilloso que he oído en siglos! Ya con eso es más que suficiente para que Júpiter considere que debe quitarle sus poderes a Cupido.
–¿Y luego qué? —Intervino una mujer —. Te recuerdo que no se los quitará por siempre. Sera sólo por un lapso de tiempo. Si no tienes ideado como iniciar una guerra, no puedes empezar con tu plan.
–Antes de responder a eso, ¿quién eres tú?
–Marte —Respondió Plutón—, Te presento a Vega, la bruja más temida por todos los Dioses.
–Si es tan temida —Refutó Marte—, ¿por qué no había escuchado de ella antes?
–Porque eres un Dios inútil que sólo piensa en sus caprichos —Respondió Vega.
–Vega —Continuó Plutón—, ella era una de Las Diez Estrellas. Pero cuando traicionó a la guardiana Lyra, fue desterrada aquí al Inframundo. Yo le di una oportunidad y encontró un nuevo poder en sí misma.
–Plutón es como mi padre.
–Vale, olvidémonos de sentimentalismos familiares y concentrémonos en el plan. Vega, ¿alguna idea para convencer a Júpiter?
–¿En serio, Marte? —Respondió Vega mientras reía a carcajadas— Rogarle a tu propio padre es tan patético.
–¿Te burlas de mí? —Preguntó Marte entrando en cólera.
–Puede ser. Digamos que sí —Y Vega soltó otra carcajada.
–¡Yo soy el Dios de la guerra, estúpida bruja! —Marte se lanzó sobre Vega con su espada con intenciones de lesionarla, pero Vega, con sus poderes, detuvo a Marte en el aire, con tan sólo levantar su mano, y lo lanzó directo a un muro.
–Y yo soy Vega, la que antes era la quinta estrella más brillante del cielo y, ahora, la bruja más poderosa de todo el Inframundo. Ustedes, los Dioses, no me dan miedo. No son más que sólo ingenuos con mucho poder. Son como niños con armas de fuego.
–¡Basta! —Intervino Plutó— Si peleamos entre nosotros no conseguiremos nada. Concentrémonos mejor en el plan.

Marte se sentía indignado, pero no le quedó de otra que obedecer.

–Esto es lo que haremos —Propuso Vega—: Aries usará un hechizo para alterar la realidad. Que haga que Júpiter vea que Cupido está con esa mortal (Necesitarás más que decirle a Júpiter que Cupido acaba de revelar su identidad. Puede que no te crea. Sabes muy bien que Júpiter es hombre de hechos y no de palabras). Una vez que Cupido pierda sus poderes, haré que Júpiter caiga en mi hechizo de sueño. Mientras duerme, abriremos las puertas del inframundo y las del Olimpo, para que Marte pueda salir también. Necesitaremos toda la ayuda posible, así que llevaremos algunos compañeros.
–¿Para qué? —Intervino Marte.
–La ausencia de los poderes de Cupido no durará mucho, y si se da el caso de que Júpiter despierte, le devolverá a Cupido sus poderes más rápido todavía. Debemos hacer que la guerra comience lo más rápido posible. Llevaremos a nuestros mejores hombres.
–Bien —Dijo Marte mientras refunfuñaba—. Aries, sigue vigilando a Cupido.
–Entendido, señor.

ESE MISMO DÍA, EN LA TIERRA.

–Todavía me levanté esta mañana pensando que lo de anoche era un sueño.
–Lo sé. Supuse que te levantarías algo desconcertada así que decidí que lo mejor para compensarte la mala fiesta de anoche, era que saliéramos a caminar un poco.
–Sí. Aunque, ¿por qué precisamente aquí al Río Támesis?
–Es mi lugar favorito aquí en Londres.
–Pues, también es el mío... Ahora —Y mientas me mira a los ojos fijamente, me muestra su resplandeciente sonrisa.
–Abbie, prométeme que guardarás el secreto.
–Lo prometo, Cupido.
–Bien. E intenta no llamarme Cupido mientras estemos en medio de tantas personas.

Alguien me está llamando, pero no sé quien puede ser. ¿Hay más Dioses aquí en la tierra a parte de mí? ¿Quién puede ser?

–Abbie, ¿puedes esperarme aquí? Ya vuelvo.
–Claro.

Alguien me está llamando, pero no logro encontrarlo.

Los Dioses tenemos la ventaja de poder llamarnos entre nosotros a través de la telepatía, el problema está en que nunca reconoces quien te está llamando. Pero este no está tan lejos.

(...)

Cupido, por aquí.
–¿Orión? ¿Qué haces ahí escondido? ¿Qué haces aquí y por qué susurras?
¡Shhh! Nos van a descubrir idiota. Entra aquí —Me hala detrás de un contenedor de basura.
–¡Auch! Oye, ¡¿de qué estás hablando?! ¡¿Qué te sucede?!
¡¿Puedes bajar la voz?! Pueden estar aquí.
–¿Quiénes?
–Los Hechiceros, idiota
–Orión, aquí en la tierra no hay más Dioses que nosotros dos ni mucho menos Hechiceros.
–¿Estás seguro de que no hay nadie más aquí en la tierra?
–Sí. No noto ninguna otra presencia divina aquí en la tierra más que la tuya.
–Bien. Entonces supongo que estamos seguros... de momento.
–¿Me puedes explicar a qué viene tanto misterio?
–Tengo que contarte algo, Cupido. Algo que te va a poner los pelos de punta.
–Bien. Pero primero, salgamos de aquí que esto huele a desechos.
–Sí. Es una buena idea.
–¿Chase? —Volteo a mirar para asegurarme de que no sea Abbie, pero sí es ella— ¿Qué haces detrás de un contenedor de basura?
–Él me estaba explicando como llegar al Río Támesis, señorita —Interviene Orión.
–¿Y tú quién eres?
–Yo soy...
–Él es Orión, Abbie. Mi mejor amigo.
–No sabía que los Dioses también tenían mejores amigos.
–¡Idiota! —Me golpea en la nuca—. ¡Sabes que no podemos dar nuestros nombres reales!
–¡Auch! Oye, tranquilo, viejo. Es de confianza.
–Primero, ¿desde cuando dices «viejo»? Y segundo, ¿de confianza? ¿A qué te refieres?
–Me refiero a qué está bien. Abbie puede saber sobre esto.
–¡¿Me estás diciendo que ella sabe quién eres?!
–Así es.
–Cupido, ¡¿qué diablos hiciste?!
–Te dije que está bien, Orión. Podemos confiar en ella.
–¡No! ¡Eso está prohibido! Ay, Júpiter mío.
–Entonces, ¿tú también eres otro Dios? —Orión respira un poco, me mira y responde.
–Se puede decir que sí. Yo soy Orión, guardián de las estrellas. Bueno, el séptimo guardián de las estrellas.
–Espera, ¿tú eres la constelación de Orión?
–Bueno, así nos conocen los seres humanos. Nos llaman constelaciones. Así que se puede decir que sí, soy la constelación de Orión. Mucho gusto, señorita Abbie.
–No sabía que tú sabías de estrellas, Abbie.
–Pues sí, me llaman la atención. Pero es más como un pasatiempo. Entonces, si tú eres la constelación de Orión, puedes explicarme por qué Vega, una de las estrellas de la constelación Lyra, se apagó hace un tiempo.
–No es que se haya apagado, precisamente. Y, de hecho, venía a hablar de eso con Cupido —Abbie se queda viendo a Orión cómo diciendo «Vamos, yo también quiero saber»—
.. Pero veo que te tiene mucha confianza así que, si quieres, puedes quedarte.
–Me encantaría —Dice Abbie mostrando aquella sonrisa tan bella que tiene.
–Bueno, mira. Cupido, sabes que Vega traicionó a Lyra y por esa razón fue desterrada al inframundo también.
–Correcto.
–Resulta que no quedó inmune como todos pensábamos. Plutón hizo que desarrollara poderes nuevos y ahora es considerada la bruja más fuerte de todo el inframundo.
–¿Y eso qué? Estando en el inframundo, las Brujas y los Hechiceros no pueden hacer mucho.
–Exacto. No pueden hacer mucho si no reciben ayuda de algún Dios.
–¿A qué te refieres, Orión?
–No sé quién, pero hay alguien, en el Olimpo, que está tramando algo junto con Vega y Plutón. Es posible que dentro de poco estén algunos Hechiceros por aquí, si es que ya no lo están.
–Pero, ¿están tramando algo de qué?
–No lo sé, Cupido. Sólo he venido aquí a advertirte y a acompañarte también.
–¿Acompañarme?
–Así es. Me quedaré en la tierra hasta asegurarme de que no hay peligro alguno.
–¿De qué peligro me estás hablando, Orión?
–Cupido, estás en peligro, amigo mío.

Un Cupido enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora