1- EL REENCUENTRO

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La semana de exámenes, conocida por mis compañeros de clase como "semana del juicio final", estaba terminando; únicamente faltaban matemáticas y Química para poder ser libres durante casi dos meses. Ese día era un jueves y estaba respondiendo la última pregunta de mi examen de Química, nada extraordinario, al menos para mí; de hecho fui de los primeros en acabar, por lo que salí temprano.

Cualquier persona normal se habría ido a casa ¿No? Si es así entonces yo no soy una persona normal. Me quedé un rato en las escaleras del segundo edificio, donde estaba mi aula. ¿Por qué? No sé, quizás alguien allá arriba quería divertirse un rato conmigo —y acabó haciéndolo por casi un año—. No tardé mucho en recordar que debía esperar a algunos amigos de otros grupos, por lo que me dirigí al edificio de atrás para ver si ya habían terminado sus exámenes.

En ese entonces seguía "enamorado" de mi amor de la secundaria, Katia —de la cual a grandes rasgos ya conoces la historia—. Y adivina qué, ella iba en ese mismo grupo ¿Cliché? A lo mejor, pero yo prefiero llamarlo destino. Lo primero que busqué cuando llegué a su salón no fue a mis amigos, sino a ella; la vi tan concentrada en su exámen como siempre, con su cabello negro suelto a excepción de un mechón que sostenía con una pinza, algo extraño para todos menos para mí, yo lo veía como algo lindo u original. Sus ojos negros voltearon fugazmente a verme, fue tan rápido que no pude disimular estarla observando desde fuera.

Katia era tan buena para los exámenes como yo, pero había algo que nos diferenciaba: Yo contestaba rápido porque sabía la respuesta y terminaba primero; ella sabía la respuesta pero analizaba cada opción para ver si no se equivocaba por lo que se llevaba mas tiempo y era de las últimas en acabar. Fue por eso que no me sorprendí cuando todos comenzaron a entregar y ella ni se inmutó.

Al cabo de un minuto Víctor entregó y salió del salón, lo primero que me dijo apenas estuvo cerca fue que el exámen había sido demasiado sencillo. Era cierto, incluso recordaba la clave correcta de memoria: D, B, C, A, B, B, C, B, C, C. Le pregunté por los demas y respondió que luego nos alcanzaban, por lo que él y yo caminamos hacia la salida de la escuela, pero uno de mis compañeros de grupo me detuvo para decirme que la maestra de ciencias sociales quería hablar con nosotros.

Acabé por decirle a Víctor que no iría con él y los demás a la pizzería. Subí a mi salón resignandome a que me quedaría una media hora más, mínimo. La mitad de mi grupo se encontraba sentado y en espera de Nancy, la maestra que exigía perfección absoluta a la hora de exponer, si dabas demasiado espacio entre una idea y otra o si titubeabas, todo tu trabajo de iba al demonio. Tomando eso en cuenta, quizás ya sabía porque pidió que nos quedaramos.

Me senté en el pupitre junto a Axel, el chico que hasta ese momento era uno de mis pocos amigos, al menos en la escuela. De hecho, los primeros dos asientos de las primeras dos filas eran los lugares prácticamente definidos para la sociedad que habíamos creado cuatro de nosotros; siempre nos sentábamos ahí para platicar más a gusto. Has oído la frase "la gente no ve lo que pasa frente a sus narices", pues nosotros lo comprobamos al siempre pasar desapercibidos; la razón era mas sencilla de lo que parece, los maestros por lo regular buscan el desorden en el fondo del aula, no frente a ellos.

Resultó que Nancy quería saber quienes no habían entregado el proyecto final, un resumen de todo el libro —¿Qué esperabas?, son ciencias sociales—. Uno a uno fue preguntando a lo que íbamos respondiendo sí o no, según fuese el caso, para luego retirarse. Apellidarse Sandoval tiene sus ventajas y desventajas, en este caso era malo, porque al ser de los últimos de la lista era de los últimos en irse. Cuando llegó mi turno, casi diez minutos después, contesté que sí de inmediato, tomé mi mochila y salí de ahí tan rápido como pude.

Los chicos ya se habían ido pero si corría podía tomar un taxi en la esquina y alcanzarlos. Un plan que se vio arruinado cuando Axel —que había salido cinco minutos antes— me detuvo para preguntarme si había entregado algunas actividades para pasar matemáticas. No, no lo hice, se me olvidó por completo.

MAPA DE UN DESAMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora