EL MOTEL

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Esa noche surgió en mí un deseo por cuidar de Nora, un deseo por mantenerla alejada de todo aquello que supusiera un peligro para ella. Si bien me había mostrado un poco de su lado más vulnerable, no lo vi por completo hasta esa noche.

Salimos del bar luego de que Marian les regalara la botella a unos tipos al otro extremo del lugar, obviamente nos quedamos con el jugo y lo tomamos entre los dos. Vimos la hora antes de decidir si ir o no, y llegamos a la conclusión de que aún quedaba tiempo. Sin embargo, mi instinto protector de chicas ebrias me hizo preguntarle: 

—¿Segura que estás bien?

—Sí —me dice divertida por mi miedo—, tranquilo. Te consta que hace falta más que un poco de alcohol para derribarme.

Lo sé, pero nunca está de más preguntar.

En cuanto me aseguro de que está bien agarrada a mí, enciendo el vehículo y me voy de ahí. No noto cuánto puede malinterpretarse entrar a un motel con ella hasta que estamos cerca de él.

El FUnny duCK no es muy diferente del resto los moteles: Diez habitaciones de un precio accesible y dos un tanto más lujosas. También existe el rumor de que por un 200% más sobre el precio VIP puedes pedir una habitación muy similar al cuarto de juegos de un famoso libro, pero nunca me he atrevido a confirmarlo. Hay dos entradas, una para los autos y otra para ir a pie; su recepción es lo más destacable, pues parece ser la de un hotel, con las mismas macetas, sillones y el tipo detrás del mostrador incluido. Lo más característico del lugar es el letrero con luces neón sobre la carretera, el motivo: las palabras "FUnny" y "duCK" se encuentran una sobre otra, normalmente cuando una brillara la otra debería apagarse, pero no, por un error en el patrón de luces ambas brillaban y sólo se apagaban las sílabas "nny" y "du", formando la palabra "FUCK" con letras amarillas. Un juego de palabras un tanto infantil, pero que a todos los que visitan el lugar les causa gracia. Supuestamente se trataba de un accidente, pero ya han pasado dos años desde que empezó y no lo han reparado aún, y eso que el letrero ha estado en mantenimiento varias veces. Dato curioso: durante mis meses de noviazgo con Marian nunca estuvimos aquí —aunque no descarto que esté familiarizada con el lugar—. Yo conocí el interior del motel gracias a mi querida amiga Nora.

Cuando estamos frente a él dudo qué entrada usar, si la de vehículos o la normal. Me decido por la que usé cuando vine con Nora al recordar que no estaremos ahí más de una hora.

—Lindo lugar —comenta Marian al bajar de la moto.

—Espera a verlo por dentro —digo dejando todo lo más seguro posible—; me recordó al nuestro cuando lo vi la primera vez.

—Yo seré quién lo juzgue.

Ya no hay necesidad de empujar las puertas de vidrio como hace un año, ahora son automáticas, recordando un poco a las de los supermercados. Al entrar siento el aire acondicionado envolver mi cuerpo, eso también es nuevo. Han remodelado mucho desde que vine. Marian mira de un lado al otro buscando similitudes entre este lugar y el "Hotel Liberty" que está en el centro de la ciudad, al que solíamos ir de vez en cuando.

El tipo me mira un momento y luego a Marian, una y otra vez. Debe de estar acostumbrado a que los adolescentes vengan aquí para descargar sus deseos, tanto así que ya ni siquiera solicitan ver tu identificación cuando pides un cuarto.

—Buen día —dice tratando de sonar amable, pero su voz grave no ayuda con eso—, en qué puedo ayudarlos, par de enamorados.

Está claro que no lo dice con intención de incomodarnos, después de todo es más probable que entremos a este lugar para follar que para contarle una historia a la chica que viene conmigo. Tal como hicimos con el cantinero del Amorío, decidimos seguirle el juego luego de compartir miradas.

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⏰ Última actualización: Jan 19, 2021 ⏰

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