UN MES DESPUÉS

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La amo y la odio a la vez. ¿Es eso posible? ¿Se puede estar enamorado de una persona y al mismo tiempo odiarla con todo tu ser? Al menos para mí, la respuesta es sí.

Eso es lo que pienso cuando la veo del otro lado de la calle, en los escalones de una pequeña tienda frente a la escuela, esperando. Ella no nota mi presencia, pero sí mi mirada; lo sé porque de vez en cuando voltea como buscando a alguien.

«Estás imaginando cosas, tú sabes porqué lo hace —Me reprimo mentalmente». Pero hasta cierto punto tengo razón, sé porqué está ahí a pesar de que su grupo salió hace unos minutos; sé a quién espera...

—¿Vincent? —dice alguien a mi espalda.

Volteo saliendo de mi extraño trance. Axel está frente a mí, algo confundido. Trae unas libretas en la mano, supongo que va a entregar algunas actividades atrasadas con tal de pasar todas las materias para no venir a hacer extraordinarios en vacaciones. Sí, desde hace un año los maestros nos dejan hacer eso, por si ibas a preguntar; deben hacerlo, esta escuela es de las mejores de la zona, su prestigio no debe opacarse por sus índices de reprobación.

—¿Por qué sigues aquí? —me pregunta, obviamente notando que soy el único que queda en el patio de la escuela.

"porque estoy viendo a la chica que rompió el corazón esperar al chico por el que me cambió, el ex que le rompió el corazón a ella hace un año". pienso, pero claramente no puedo decirle eso.

—Hago tiempo, supongo —digo por fin.

—¿Vas a entregar algo?

Este chico siempre está preguntado por todo, pero hoy simplemente no estoy de humor para responder. Pienso tantas formas para justificar mi estancia aquí, pero ninguna parece creíble. En eso veo a mi salvación, o bueno a mis salvadores.

—No —le respondo a Axel y luego señalo a la pareja que viene saliendo de la escuela—, los esperaba a ellos. Bueno, adiós.

Me despido de él y me voy en dirección a Gabriela y Christian. Nunca me había alegrado tanto de verlos, al menos no desde que comenzaron a salir y se pusieron tan empalagosos como para darle diabetes a toda la escuela. Y hoy no es la excepción. Él la viene tomando de la cintura mientras la acerca para poder oler su cabello ¿Por qué? Solo él sabe.

La diabetes se acerca lo sé —o más bien yo me voy acercando a ella—.  Apenas me ven ambos me dan una sonrisa, obviamente sin dejar de abrazarse. Con tal de poder irme de la escuela soy capaz de todo en este momento, inclusive de soportar las cursilerías de estos dos. No me malentiendan, yo igual soy romántico e inclusive cursi, pero no como ellos, ese es otro nivel el cual no quiero desbloquear.

Iniciar conversación con ambos no resulta tan difícil, después de todo Gabriela ha sido mi mejor amiga desde la secundaria y Christian... Bueno, a él lo conocí hace unos meses, pero nos llevamos tan bien que parece tenemos años de amistad. Mientras caminamos me doy cuenta de que he conseguido matar dos pajaros de un tiro: me quité a Axel de encima y ahora puedo salir de la escuela acompañado, no solo como lo he hecho desde que ella "me dejó", no quiero que me vea así; no voy a darle ese gusto.

Comenzamos a caminar por el patio relativamente grande de la escuela. Las hojas de los árboles se menean con el suave viento que sopla, el cielo está despejado, por alguna razón veo la barda de la escuela mas limpia, las bancas de metal están todas vacías, pues ya todos se han ido a sus casas. Lo único que se interpone entre nosotros y la libertad es el portón. Bueno, eso y el prefecto que siempre está en el pequeño módulo, cual empleado de una caseta en la carretera.

Salimos y lo primero que volteo a ver de reojo es si sigue allí. Y sí, aún sigue esperándolo. Tiene el teléfono en la mano, por un momento creo que está hablando con él, pero luego cuelga con una cara que combina enojo con decepción, por lo que asumo que le estaba llamando pero no le contestó.

MAPA DE UN DESAMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora