5- PAQUETE

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La luz del sol me despierta cuando entra directamente por mi ventana una vez que las cortinas han sido corridas. No me cuesta adivinar que pasa: mi madre debe haber entrado a mi cuarto a despertarme porque deben ser más de las 10:00 AM.

—Vincent, arriba, casi son las 11:00 —me dice mientras aspira el polvo del piso—. Además, tienes visita.

Eso último me hace abrir los ojos de inmediato. «¿Quién vendría a verme tan temprano?», es la pregunta que surge en miente. Apenas muevo el cuello un fuerte dolor de cabeza me golpea. Entonces recuerdo la botella que tomé con Rick la noche anterior. A mí el alcohol no me afecta en el momento exceptuando un ligero mareo, pero al día siguiente no puedo con mi cabeza, supongo que es mejor que emborracharte hasta perder el conocimiento y al día siguiente no tener resaca.

—¿Quién es? —le pregunto sin levantarme.

El sonido de la aspiradora no ayuda a mi resaca.

—Una chica linda —dice con picardía—. No la hagas esperar demasiado, está en la cocina.

En cuanto se va maldigo por lo bajo la absurda decisión de tomar, acompañado del típico "es la última vez que hago algo así". Me levanto de la cama y me visto con lo primero que encuentro. Antes de salir me miro al espejo para acomodarme un poco el cabello.

Voy hacia las escaleras arrastrando los pies, apoyándome de vez en cuando en la pared y frotándome los ojos; pidiendo en silencio que mi madre apague la maldita aspiradora. Cada peldaño que bajo parece ser un golpe en mi cerebro el vual sirve como recordatorio de a lo que atengo si bebo de más.

Una vez que estoy en la primera planta, me dirijo a la cocina en busca de mi misteriosa visitante. Me llevo una grata sorpresa al ver a Marian sentada en la mesa, comiendo un pedazo del pan de pastel que mi madre horneó hace unos días. Ello me sorprende, pues mi querida madre es muy " reservada" con personas ajenas a la familia en cuanto a lo que prepara. Pero al parecer con ella no tuvo ninguna clase de problema.

—Apuesto a que si le dices lo delicioso que está hará uno especialmente para ti —digo para llamar su atención.

Ella levanta la vista y me ve recargado en el marco de la puerta. Niego con la cabeza mientras me acerco a donde está.

—¿No estabas a dieta? —pregunto sentándome frente a ella.

—No... O bueno sí, pero luego de la boda me di cuenta de que no valía la pena.

—No duraste más de dos semanas sin el chocolate ¿Verdad?

—Callate —me dice tratando de sonar enojada, pero sonriendo.

Bajo sus ojos descubro unas ojeras casi imperceptibles; una señal de que se quedó hasta tarde ayer como supuse. ¿A donde pudo haber ido?

Mi cabeza me recuerda mi resaca con una punzada en el cerebro que me hace olvidarme de mi reciente hallazgo. Me froto la frente con la palma de la mano y eso hace que Marian se interese por mi estado.

—¿Estás enfermo?

—Con los efectos negativos de una botella de whisky a las dos de la mañana, sí.

—¿Bebiste? —casi le agradezco por preguntar en voz baja.

Suspiro.

—Larga historia, no vale la pena contarla.

Ella no objeta nada, al principio creo que es porque respeta mis asuntos personales, pero luego caigo en cuenta de que quizá sea porque ella tampoco quiere decirme el motivo por el cual se fue temprano anoche. Se podría decir que estamos a mano.

MAPA DE UN DESAMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora