›› Marzo, 2005 [Pasado de Sebastián]
Papá conducía, yo no sabía a dónde íbamos. Pero el amanecer estaba comenzando a suceder, y fue hasta entonces que pude ver con claridad un cartel, decía Grace Field, pero no paramos en esa ciudad, seguimos unos cuantos kilómetros hasta el siguiente pueblo llamado Belisa. Pensé que al menos tenía lindo nombre.
Ese era nuestro nuevo hogar. Una casa grande, con acabado de mampostería y hormigón. Con un amplio jardín, en una calle bastante lujosa. Si mudarse de una casa de clase media a esta era su manera de pasar desapercibidos, estaban algo equivocados.
—Sebastián, baja del auto y ayuda a tu padre con las maletas—ordenó mi madre.
A regañadientes me bajé del auto y prontamente noté que un par de chicas me miraban desde la otra casa. Desvié la mirada y ayudé a mi padre a cargar las maletas.
Regla número uno en esta nueva vida. No hacer amigos.
Un par de horas más tarde después de haber introducido a la casa el par de cajas y maletas que trajimos, escuché el sonido del timbre repetirse cuatro veces. Yo estaba sentado en el sillón de la sala principal mirando hacia una tv apagada, mi madre aún no me dejaba encenderla, y creí que al sentarme ahí ella tendría compasión y la encendería. Pero mis planes se estaban viendo interrumpidos por el sonido del tonto timbre.
— ¿Qué esperas para abrir la puerta?—preguntó mi padre mientras sacaba sus libros favoritos de una caja.
—Si hago como si no lo escucho, se irán—respondí.
A pesar de que mi padre lo tomó como un cómico comentario, yo estaba hablando muy en serio. No tuve de otra que levantarme e ir a abrir la puerta.
Mostré mi mejor cara de fastidio y me exalté al escuchar una voz aguda y chillona que resonó al abrir la puerta.
—Mucho gusto, soy Lisa... —me miró sin dejar de sonreír. Me preguntaba por qué rayos parecía tan feliz—y ella es Nita.
En ese momento jaló por el brazo derecho a su amiga, que al parecer no tenía el mínimo ánimo por conocerme. El sentimiento parecía ser mutuo. Ella con mala gana volteó a verme y me estrechó la mano. A diferencia de su amiga, su voz no me pareció chillona, su voz era dulce y clara.
Mis padres aparecieron de pronto en la puerta y se presentaron ante las chicas. Las invitó a pasar para que conocieran la casa. La primera chica se adentró de prisa, pero la otra seguía en el umbral sosteniendo una pelota de béisbol. La miré unos segundos.
—Tú también puedes pasar—le sonreí a medias y ella se adentró junto conmigo en la casa.
Mi padre sabía quién era Lisa, la empresa de mis padres había financiado uno de los proyectos del señor Conde. Por mi parte, iba detrás de mi padre con la otra chica, quién al parecer no era muy sociable. Había algo en ella que no me permitía dejar de verla. Parecía lo opuesto a su amiga, ella vestía un pantalón azul y camiseta de blanca, mientras que Lisa usaba un vestido rosa. Desde ahí supe que se trataba de una chica ruda y de cuidado.
—También me gusta ese equipo—le comenté.
—¿En serio?—se sorprendió un poco—A mí me gusta mucho el béisbol, pero aquí entre nos... Lisa dice que no es bueno que una niña hable de deportes con un chico—ambos reímos.
—¡Qué tontería!—ambos reímos y Lisa volteó a vernos. Paramos de hacerlo—Yo creo que es algo genial...
Así fue como comenzamos hablar de jugadas y partidos. Me parecía una chica encantadora, aunque por veces me perdía en su mirada. No sabía por qué sucedía todo aquello. Pero estaba claro que mi regla número uno, quizás sería rota por ella.
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Los secretos de Harrison
Mystery / ThrillerLa vida de Sebastián Harrison comienza a cambiar el día que llega al pueblo de Belisa y su participación en un juego que al principio parecía ser muy infantil. Seis niños trazaron sus destinos al seguir las reglas de un absurdo juego de secretos, s...