Capítulo 3

23 5 0
                                    


››Octubre, 2012 [Mathias Miller]

Hay muchas cosas que él no me dijo, y sé que tenía más secretos de los que me hizo saber. Al pasar las páginas de este diario, puedo descubrir entre líneas que hubo algo, no fue su enfermedad, un evento en su vida lo hizo obsesionarse con esto, cómo si tuviera la culpa de algo.

¡Debo averiguarlo, debo terminar de conocerlo! Saber si vale la pena meter las manos en el fuego por él. Es lo que él quería que hiciera, que descubriera el porqué de cada carta que jugó.

Mi madre me llama para que baje a desayunar. Le aviso que tardaré un poco mientras me ducho y me visto. Se me había olvidado que ya iba tarde para la cita con el director. Una vez terminado bajo corriendo las escaleras y tomo las tostadas y el jugo muy deprisa. Salí literalmente corriendo y tomé la bicicleta. Al llegar a la escuela me detengo en la puerta principal.

¡Cuánto odio este lugar!

Aseguro la bici y me adentro en la secundaria. Me alegro al notar que he llegado en horario de clases y no hay nadie por los pasillos. Llego a la oficina del director y él me espera. Por su cara, sé que la llamada de mi padre para avisarle que quería volver a la escuela le ha sorprendido. La última vez que estuve frente a él, le grité que no quería pisar esta estúpida escuela en mi vida y heme aquí.

—Mathias Miller—dice con cierto tono de sorpresa—Esperaba todo, menos que esa llamada de tu padre fuera cierta.

—Sí, yo pienso igual.

—¿Por qué regresar? Lo que hiciste fue muy grave, quemar los casilleros, no debería ni dejarte pisar esta escuela.

—Fue un impulso...

—Provocado por lo de Paulina...—muestro un gesto de desgano—aunque no lo creas, lo comprendo. Y no iba a expulsarte, tú tomaste esa decisión.

—Lo sé. Pero he madurado, y entendí que no puedo huir de mis problemas, y menos hacer actos deliberados para que todos vean cuan mal estoy. En este último año he comprendido que aceptar nuestras equivocaciones nos ayuda a continuar caminando. Entendí que la primera persona en juzgarnos siempre somos nosotros, y eso está mal. Quiero regresar a esta escuela y enfrentar mi nueva realidad y de esta manera volverme un mejor hombre en el futuro.

Salió tal cual lo había ensayado cientos de veces en el espejo. No hubo ningún titubeo, mi posición estaba sólida y quería que fuera lo más creíble. Por segundos rememoro la charla con Sebastián sobre este día y la cara que tendría el director Kepner.

● ● ●

Nos encontrábamos en mi camioneta, compramos pizzas y unos refrescos de cola. Nos estacionamos cerca de Rio Viejo, y solo manteníamos la luz interna del auto encendida. Intentábamos planear lo que haríamos en el futuro próximo. Él intentaba recrear como sería mi petición de regreso a la escuela.

—Él te mirara con sus ojos serios—habló Sebastián—se arreglará la corbata, y dirá: Jums, jams. Y volverá dirigirte la mirada, colocará la mano en su bigote e intentará analizar si tus palabras son verídicas.

—No olvides el respectivo gesto de arreglar su chaleco, y los dos toques a la mesa.—comenzamos a reír.

—¡Ese viejo es todo un personaje! Pero sé que luego de eso, te dirá: Bienvenido a la escuela secundaria de Belisa.

—Otra vez...

Lo miré detenidamente, él se queda mirando en otra dirección, estaba pensando, quizás recordando.

Los secretos de HarrisonWhere stories live. Discover now