››Enero, 2012. [Sebastián Harrison]
Ha sido una dura semana, me alegra que al fin llegue el viernes y pueda descansar. Me siento un poco débil, los efectos secundarios de las pastillas me molestan, me hacen esforzarme el doble para que parezca que estoy bien.
Me alisto para la clase de gimnasia, y me he enterado que hoy toca subir la soga, seguido de una evaluación de resistencia.
¡Demonios! Es un mal día para mis dolores.
Todos ya están preparados, menos yo. Tengo calambres en mis dedos y por más que los mueva para aliviarlo, simplemente lo incremento.
Caminar se siente tan horrible.
—¡Harrison, es tu turno!—anuncia el entrenador, le miro y luego agacho la mirada mientras avanzo hasta la soga.—¿Qué esperas para subir?
—Entrenador, yo...—mis manos tiemblan, miro la soga de arriba abajo, sé que no lograré sostenerme.
—No tengo todo el día—informa irritado, mientras se frota sus cienes.
—¡Le da miedo subir!—grita Mathius a unos metros de distancia.
—¡No seas niñita, Sebastián!—se burla Julián desde las gradas.
Sonrío para disimular. Coloco mis manos en la soga y respiro tres veces. En la última, mi respiración se tranca al sentir un fuerte dolor en mi mano izquierda.
—¡Entrenador!—Llama Nicholas y todos voltean a verle.—Casi se me olvida, hay reunión con el comité de presidencia estudiantil, y debemos irnos.
—¿Debemos?
—Sebastián es el encargado de... de bienestar estudiantil.
—¿Desde cuándo?—cuestiona incrédulo.
—Desde que soy presidente.
—Lo siento Vidal, nadie me notificó.
—Entrenador si falto a la reunión, no podré planificar la llegada del campeonato de béisbol y si Sebastián no va conmigo, creo que sus jugadores no tendrá quien les brinde la comodidad que merecen, ¿acaso quiere eso?
El entrenador queda en silencio y todos miran circunspectos. Yo aún no creo lo que sucede.
—De acuerdo, pero el lunes cubren esta hora en su tiempo libre.
—¡Muy bien! Gracias entrenador—responde amablemente y me toma del brazo y me hace caminar con él.
Caminamos hasta su cubículo. Me hace sentar y me sirve un poco de agua.
—Gracias por eso—me atrevo a decir en tono bajo.
—No hay de qué... ¿cómo te sientes?
—Como un jodido discapacitado.
—Tus manos siguen temblando, y estás caminando extraño.—camina hasta un pequeño casillero y saca unas golosinas.—¿Cada cuánto te sucede?
—Casi todos los días, dicen que es normal—Me brinda un bolsa de papas—. Tengo Leucemia Mieloide, el dolor en los huesos viene en el paquete.
—No hablemos de eso si no quieres—responde al notar mi incomodidad.
—Agradezco lo que hiciste pero no debes hacerlo por lastima.
—No lo hago por eso, sé lo que sientes y no eres mala persona así que creí que lo menos que necesitabas era a alguien que te librara de una tortura como lo es gimnasia.
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Los secretos de Harrison
Misterio / SuspensoLa vida de Sebastián Harrison comienza a cambiar el día que llega al pueblo de Belisa y su participación en un juego que al principio parecía ser muy infantil. Seis niños trazaron sus destinos al seguir las reglas de un absurdo juego de secretos, s...