Me gustas

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—¡Vuelve aquí, maldito bastardo cobarde!

—¡Jamás!

Mark corría a través de la ciclovía como si su vida dependiera de ello, y quizás así era. 

El pobre niño había sido víctima de sus más bajos instintos, y por enésima vez aquella semana: actuó sin pensar; su cuerpo lo había traicionado.

¡Malditas hormonas adolescentes!

¡Con un demonio! ¿Se podía ser más idiota? 

Muy en el fondo sabía que había sido inevitable. Cuando Donghyuck alejó la bolsa de papel de su rostro, notó que sus labios seguían húmedos y brillantes por el glaseado de las judías dulces.

No había querido comer de aquel postre, pero esos labios...

Oh, esos hermosos y apetecibles labios, le estaban rogando que los probara. Y aunque una voz en su cabeza gritó: ¡Huye! ¡Es una trampa! De igual forma lo hizo, cedió ante sus deseos y posó sus propios labios sobre aquella boca roja y cautivadora.

¡Esos labios eran una tentación!  Y él gustoso había pecado. Pero cuando la tumultuosa niebla de la atracción se disipó y fue plenamente consciente de sus actos nuevamente, se dio cuenta de lo que había pasado.

¿Por qué carajo había hecho aquello? 

Mira que besar a Donghyuck por mero impulso cuando estaba intentando que éste lo perdonara.

¿Por qué eres tan estúpido Minhyung? – Fue lo primero que pensó cuando se alejó del rostro ajeno y descubrió en él aquella mirada perpleja junto a una expresión de absoluta incredulidad.

—P-Pero qué... ¿Q-Qué fue eso? —susurró Donghyuck mientras se tocaba los labios, y Mark no quiso escuchar lo siguiente.

Iba a rechazarlo.

Su corazón no estaba listo para un golpe como ese.

—Lo siento, Hyuck ¡Perdóname! —exclamó antes de levantarse bruscamente y subir corriendo por la pendiente.

Pero definitivamente no contaba con que Haechan gritaría, se levantaría como una flecha y se lanzaría a la carrera detrás de él.

Y ahora estaban allí, Haechan gritándole a todo pulmón que se detuviera, y él... él huía por su vida.

—¡Para de una vez, grandísimo idiota!

—¡Ya te dije que no! ¡Déjame en paz!

—¡Ni de coña! ¡Para ya!

—¡No, por Dios! ¡Aléjate!

—¡No lo haré! ¡Sólo detente!

—¡No!

—¡Cuando te ponga las manos encima te juro que te mataré!

—¡JA! ¡Para matarme primero tendrás que atraparme!

—¡Lo haré!

—¡Con lo que pesas me sorprende que sigas corriendo! ¡¿No hiciste ya suficiente ejercicio?! Estúpido gordo de mierda.

Un grito ahogado y el cesar del sonido de los pasos contrarios le hicieron saber que había conseguido lo que quería, había ofendido a Donghyuck. 

No es que quisiera lastimarlo, Dios sabía que eso era lo que menos quería en la vida, pero necesitaba alejarse de él y la única forma que se le ocurrió para detenerlo fue hiriendo sus sentimientos.

Haechan siempre había estado excesivamente acomplejado con su cuerpo y con el color de su tez.

Recordaba con horrenda claridad las veces que el pequeño Donghyuck de nueve años había corrido llorado hasta él porque sus compañeros de clase le ponían motes relacionados con su peso y lo excluían por el tono moreno de su piel.

I Call It Love (Markhyuck) «I Call It Series II»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora