Primer día de instituto

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Narra June

Hoy sería un día de mierda. ¿Por qué? Porque era nuestro primer día en el instituto. Sí, como habéis leído, los muy estúpidos nos matricularon en una academia ("Muy lujosa y de gran estigma", según Reiji) llamada Ryutei. Cuando Reiji vino a despertarme, a las cinco putas horas de la tarde, estaba que trinaba. Ya se podían ir todos a la puta mierda.
-Te he dejado el traje en la silla -señaló el hijo de puta de Reiji-. No tardes o nos iremos sin ti. Y ya sabes lo que eso significa -<<castigo>>.
¡¡Y encima uniforme, aggg!! Me levanté, con pereza (me había quedado hasta tarde leyendo una novela erótica muy chingona), y miré la maldita ropa. Eso no me iba a caber. ¿Qué era peor, que  me levanten para ir a un nuevo instituto, o que la maldita falda no me subiera más arriba de los muslos? No es por insultar a las japonesas, pero sus cuerpos no tienen nada que ver con los de una latina-hispana como yo. Hice un esfuerzo, y al final la jodida falda subió rápidamente y se encayó en mi cintura. Dios Santito y la Virgen de la Papaya, cubría mi trasero, sí, pero poco más. Comencé a abrocharme la camisa: los botones del centro amenazaban con salir disparados en cualquier momento. Lo único que me quedaba decente era la chaqueta negra. Anudé al cuello de la camisa blanca un fino lazo rojo (soy una gatita, miau 7w7), y me puse unas medias (me llegaban un poco más arriba de las rodillas) con algo de encaje. Hice el titánico esfuerzo de lavarme la cara, rizarme las pestañas y peinarme el pelo.
-¡Que no se diga que no voy bien presentable el primer día!
Tocaron a mi puerta. Yui.
-June-chan, ¿bajamos a desayunar?
A Yui si que le quedaba perfectamente bien el uniforme.
-Claro.
Reiji nos aclaró que, entre semana, podíamos comer y abastecernos solas. Vamos, que cada uno iba por su lado. A excepción de los fines de semana, donde se realizaban las cenas y comidas grupales. Así que fuimos a la cocina. Preparé café tinto bien cargado, y ella cocinó gachas. El cuatro ojos también nos había explicado que podíamos coger cosas del almacén/despensa, pero que teníamos que apuntarlo en un papel. Y que si faltaba algo, lo escribierámos también. Puse dos grandes cucharadas soperas de azucar a las gachas de avena, las revolví, y comí con ansias.
-¿Está rico?
Asentí con la boca llena. Ella también comió. Fregamos los cuencos y vasos, y, después de lavarnos los dientes (incluyendo dar un retoque a nuestro aspecto), salimos.
-Tch, ¡habéis tardado mucho! -gruñó Subaru.
-Coincido con Subaru, la próxima vez tendréis que daros más prisa si no queréis que la limusina se vaya -Ste weon de gafas tocapelotas.
Nos acomodamos en el gran coche. No sé como coño lo hicieron, pero acabé entre el pervertido del sombrero y el Ore-vaka.
-Nfu,Nfu~ Oppai-chan, ¿la falda no te queda muy corta?
Genial, ahora todos estaban fijándose en mis piernas. Las crucé.
-Oe, es verdad, y la camiseta parece que va a reventar de la presión -se rió Ayato.
Me sonrojé y me llevé las manos al pecho.
-Se nota que es rosa -masculló Shu.
-¿Eh?
Bostezó y me miró.
-Digo que se nota que tu sujetador es rosa.
Enrojecí. Traté de hacerme la dormida, pero me sentía tan avergonzada que no podía ni cerrar los ojos prolongadamente.
Llegamos. El edificio imponente se alzaba contra el vehículo, antigüo y oscuro. Al bajar, Reiji nos dijo con quién iríamos a clase: Yui con Ayato y Kanato y yo con Raito. Absolutamente genial. Seguí al vampiro por los pasillos.
-¡Oppai-chan, no te quedes tan atrás!
Resoplé y caminé hasta alcanzarlo.
-¿Qué toca ahora?
-Es aquí -paró enfrente de un aula.
Si hubiese sido un poco más lista, me habría dado cuenta de que aquella aula, por el silencio y la ausencia de luz, estaba vacía. Pero, atropellada como iba, entré. Cuando por fin el cerebro me funcionó, era demasiado tarde. Raito ya había cerrado con pestillo y corrido la cortina de papel. Mierda.
-Nfu,nfu~ Oppai-chan, ¿estás asustada? Oigo a tu corazón aletear -casi gimió.
-¡Aléjate de mí!
Corrí hasta la ventana y la abrí. La visión del suelo a dos pisos de altura enturbió mis ojos. Tragué saliva. Volví a cerrar la ventana.
-Oppai-chan, tú y yo tenemos algo pendiente, ¿no es así? -recordó cantarín- Yo no le he dicho nada a Reiji, así que he cumplido...solo falta que tú también cumplas~.
Iba a gritar, pero, anticipándose a lo que iba a hacer, me tapó la boca, pudiendo comprobar su velocidad. Agarró mi cuello suavemente con una mano, mientras alzaba mi falda con la otra.
-Mmm...¿de qué color son tus pantys? -noté sus dedos bajar por mi cadera, al lado de la zona pélvica, alzando mi ropa interior.- Moo son azules y sexys~
-Suéltame...-apretó más su agarre en mi cuello.
-¿Qué dices, Oppai-chan~?
Gemí de dolor.
-S-s-suéltame...-apretó más- Nggg...
Mi visión se tornó borrosa. Apartó la mano de mi cuello, pudiendo yo respirar a bocanadas mientras tosía. Soltó una risilla.
-Eres tan linda...
Mis rodillas se doblaron hasta bajar al suelo, impotente. Me maldecí por ser tan débil. Raito sonrió y me levantó, pegándome contra él. Mordió con fuerza mi hombro.
-Nhg...
Oía su constante succión, junto con los latidos (cada vez más fuertes) de mi corazón. Terminé por cerrar los ojos.

&quot;Diabolik Lovers: Las dos Evas&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora