-La cena ha terminado -concluyó Reiji.
Todos fueron levantándose, con lo que me limpié la boca en una servilleta e hice ademán de irme también.
-June -me llamó Reiji, ya en pie-, me gustaría que me acompañases a la biblioteca. Tengo que aclarar un par de cosas contigo.
Raito, el cual aún rondaba por ahí, no se contuvo en absoluto:
-Nfu,nfu~ Te va a salir muy caro todo, bitch-chan...
Y desapareció ante una dura mirada del pelinegro.
-¿Y por qué no me lo dices aquí, en el comedor? -le pregunté.
¿Yo,asustada? Para nada.
-¿Acaso me temes?
Era la primera sonrisa que le veía insinuar desde que lo conocía. Mi orgullo se infló como el arroz de los cereales, y, con un par de ovarios, le contesté:
-En absoluto, por mi podemos ir a hablar hasta en tu cuarto.
-Bueno, pues sígueme.
Fui con él hasta salir del salón, doblar por el pasillo y subir unas escaleras. Nos paramos en una sala de doble puerta, que, en efecto, era la biblioteca en la que me había metido cuando intentaba huir. Lo que no sabía es que estaba comunicada, a través de una puerta, a la habitación personal de Reiji. Y, aunque entonces no lo sabía, la otra puerta que había en el extremo de la sala daba a su laboratorio de científico loco.
-Puedes sentarte, iré a prepararte un té.
Me senté en un cómodo sillón a la espera de ese té. Al cabo de unos minutos apareció con una bandeja de plata, en la que llevaba una tetera humeante, dos tacitas y un azucarero con tenacillas incluidas. Suspiré. Él se sentó enfrente mío, dejando todo en la mesilla que nos distanciaba.
-¿Y bien? ¿De qué querías hablar?
Había algo en aquella situación que me ponía nerviosa. Su sola presencia me ennerviaba.
-No te confundas, no te he invitado para discutir contigo. Te he invitado a mis aposentos para dejarte las cosas claras.
Tuve que contener la carcajada, en serio,¿quién se creía éste que era? Sonreí burlona. Me fijé en que el té ya venía servido en la taza. Demasiado servicial. Si creía que iba a caer en esa trampa, estaba mal de la cabeza. Bueno, de por sí ya lo estaba, pero ya me entendéis: No me iba a tomar el puto té. A saber qué tenía. Acercó su taza a los labios y dio un sorbo.
-¿No vas a probar el té? -preguntó despreocupado.
-No, gracias, no me apetece salir envenenada o drogada de aquí.
Me miró sorprendido. Carraspeó.
-Iré directo al grano: Eres una humana.
-Gracias por comentar lo obvio.
Me miró enfadado.
-Ya sabes a qué me refiero. Cono...
-"Conoce tú lugar, humana" -puse los ojos en blanco-. No llevo más de una semana contigo y ya me conozco todo tu diálogo.
Me puse de pie, lista para irme, pero él en seguida se levantó y me agarró por la muñeca con una presión y fuerza descomunal. Gemí y me revolví.
-¿Pero qué coño haces? ¡Suéltame!
Me aprisionó contra una de las estanterías.
-Te parece todo muy divertido,
¿no? -susurró en mi oído con voz ronca.
-Bueno, no me digas que ésto de ponerme contra la pared no es divertido para ti -bufé-,Reiji.
-Tengo que admitir -dijo, mientras ponía mis brazos sobre la cabeza con una sola mano. Con la otra se atusó el pelo hacia atrás- que me complace ver como tu cuerpo corresponde al mío de forma inconsciente.
Me sonrojé. ¿A qué se refería? ¿Qué había hecho yo para...?
-Pareces no acordarte: antes de la cena...
-Ah, claro,¡ como no olvidar tu ataque animal hacia mi persona cuando estaba en ropa interior, indefensa!
Rió suave,algo que me molestó. Capullo.
-¿Me consideras un animal por lo que te hice? Solo fue una mordida...
-¡Una mordida salida de tono! ¡Si solo querías mi sangre no hacía falta que montases toda esa escena tan...tan...!
-¿Excitante?
Ahora estábamos cara a cara.
Miré al suelo,avergonzada.
-Sí...
-Entonces te gustó,¿me equivoco?
El rosa pálido de mis mejillas se tornó rojo chillón.
-¿Qué? ¡No! ¡No! ¡NO!
-Tu cuerpo no me decía lo mismo cuando se pegaba a mi...
Abrí los ojos de forma desmesurada. Soltó el agarre de mis muñecas, y ahí fue cuando le pegué la bofetada. Ojo, que podría haberle metido un gancho, pero preferí hacerlo al estilo "dama". Él no se sorprendió, es más, parecía estar esperando aquello. Salí del arrinconamiento y me dirigí hacia la puerta.
-Dices que conozca mi lugar, cuando aún ni tú conoces el tuyo...-y me fui.Me costó un poco llegar a la habitación de Yui, pero lo logré. En cuanto entré, se hizo la dormida.
-No te preocupes,soy yo.
Ella enseguida abrió los ojos y se hizo a un lado de la cama.
-Creo que Reiji y yo no nos vamos a llevar muy bien -reí.
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-Nada de lo que tengas que preocuparte -me miró incrédula-, en serio. Puedo mantener a raya a ése finolis.
-Está bien...
Me tumbé de un salto en la cama.
Suspiré.
-Hacía tiempo que no nos veíamos...dime, ¿qué te dio para que me invitases a venir a vivir aquí?
-Bueno...Cuando mi padre me dijo que iría a vivir con un viejo amigo suyo, y en que para no sentirme tan sola podría invitar a una amiga, en seguida pensé en ti. ¿Cuánto llevas en Japón?
-No lo sé...unas tres semanas, quizás menos. Tomé un vuelo en cuanto tu padre me comunicó la oferta.
-¿Ha cambiado mucho Colombia desde que fuimos mi padre y yo?
-En absoluto -reí-. Sigue siendo lo mismo: o el pobre es muy pobre, o el rico es muy rico.
-Sí...¿y tu familia? ¿Qué tal está?
-Como siempre. Lo malo es que mamá está un tanto enferma.
-Oh,¿de qué?
Mi mirada se ensombreció, y la tristeza nubló mis ojos.
-Digamos que tiene un poco de cáncer.Narra Yui
-¿Qué? -mi voz se tornó un susurro doloroso- Dios mío...No... -Sí. Está en fase terminal.
La mirada de June era llorosa, era una mirada débil aparentando ser fuerte.
-Pero...pero...¡Oh, June-chan, lo siento tanto por ti! -la abracé.
Tardó un poco en corresponder al abrazo, pero lo hizo.
-No importa. La vida sigue, lo quiera o no. Habrá un antes y un después de ella. Ojalá pudiese decir lo mismo de mí.
Me di cuenta de lo que hablaba en seguida. De su gran problema. De ella.
-June, por favor...No es tu culpa ser...ser...
-Di lo que quieras, pero eso no cambiará el hecho de que yo seguiré aquí, inerte y vacía, y tú te irás, y ella también, y todos mis seres queridos lo harán. Porque todo pasa excepto yo.
-N-no digas eso...
Se encogió de hombros y me miró.
-Al fin y al cabo los chupasangres y yo no tenemos tanta diferencia,
¿no?
-¡No digas eso! ¡Tu no eres como ellos! Tu eres...tienes...corazón.
-Te sorprendería saber cuántas veces no lo he tenido.
Le cogí de las manos e hice que me mirase a los ojos.
-Lo que importa es que lo tienes ahora, y, que pase lo que pase, podemos confíar la una en la otra.
-Tienes razón, Yui. Ante todo, la amistad.