CAPÍTULO 9:

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Tres meses, tres mesas han pasado desde que estoy en Madrid, tres meses en los que no he hecho absolutamente nada a parte de encerrarme en mi habitación e ir a la consulta del médico a hacerme algunas pruebas.

¿Sabéis esa sensación en la que no sabes si es de día o de noche?

¿Cuándo te metes en la cama, pero te da igual porque llevas todo el día encerrada?

¿Qué no sabes si ha pasado un día más o simplemente te vas a dormir porque estás cansada?

Pues todo eso es lo que me está ocurriendo a mi desde que llegué a Madrid. Sé que dije que lucharía, que viviría mi vida a fondo y sería feliz, pero es que no puedo, sin él no puedo.

El primer día que llegamos Carol y yo recorrimos casi todo Madrid buscando un piso bonito y barato, y finalmente lo encontramos, era un piso no muy grande, de una sola planta, con dos habitaciones, una cocina, un baño y un salón ¿Pero que más necesitábamos? Nada, absolutamente nada, el piso era perfecto para nosotras, sería perfecto para empezar nuestra nueva vida, o eso es lo que creía en esos momentos, pero ahora mismo veo que eso no va a ser posible, Carol sí que lo ha hecho, ha conocido a gente, va a la universidad e incluso tiene un trabajo, en cambio yo no hago nada, pensaba que mudándonos a otra ciudad todo pasaría, que me olvidaría de todo y podría ser feliz, pero no, ahora sé que este dolor nunca pasará.

—¡Ya está bien Mar! —grita Carol entrando en mi habitación y levantando la persiana—. Vas a levantar tu culo de la cama cómo que me llamo Carol, y si no es por las buenas será por las malas.

—No puedo —digo débilmente—, no me encuentro bien.

—Mar mi niña, yo sé que esto es muy difícil para ti, por eso mismo te he dejado tres meses que descansarás y te desahogaras, pero ya no más, no voy a permitir que te quedes aquí encerrada más tiempo.

—¿Por qué no? ¿Qué más te da a ti?

—¡Porque pareces una muerta en vida! —exclama de repente—. Mar tienes suerte, sigues aquí y estas desaprovechando tu oportunidad de ser feliz, y te digo esto porque me importas muchísimo, eres mi niña, mi mejor amiga y no voy a dejar que sigas llorando por los rincones.

—Pero...

—No Mar —me corta—, sé lo que vas a decir y no, sé que estas mal, pero ya es hora de que salgas a la calle, te apuntes a la universidad, encuentres un trabajo y conozcas a gente, no sé, lo que sea, pero por favor sal de aquí.

—A la universidad no quiero ir, a esa carrera íbamos Eiden y yo, los dos queríamos ser periodistas y pensar que yo puedo llegar a serlo y él no...

—Está bien, te entiendo, si ahora no estas preparada pues no vayas a la universidad, pero te aseguro que Eiden quería que lo hicieras, él quería lo mejor para ti.

—Lo sé, pero de momento no puedo.

—Por eso mismo no te voy a obligar a eso, pero a buscar un trabajo y a conocer gente si, ¿Qué te parece si te organizo una cita?

—¡¿Tú te has vuelto loca?! —grito levantándome de la cama—. Te he dicho que no he olvidado a Eiden y tú quieres organizarme una cita.

—Mar, no es preciso que sea para salir con alguien, puede ser una cita de amigos, por favor inténtalo, solo como amigos.

—¿Cómo amigos? —pregunto dudosa.

—Si, hazlo por mí, por favor.

—Está bien, pero solo por ti.

—¿Y lo del trabajo? —pregunta esperanzada a que diga que sí.

—Vale pesada, esta tarde iré a buscar trabajo.

Lazo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora