Capítulo 3

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Y definitivamente estoy sido yo quien se está comiendo casi todo el desayuno del señor de las sombras frente a mí. Bien porque para ser sincera esta deliciosa la comida y moría de hambre, o porque cualquier comentario podría enojar a esa fiera enjaulada, así que como sin comentar nada.

El silencio nos domina por entero, el único sonido que se escucha es el que él hace mientras toma comida del plato y después, pidiéndome sorprendentemente en un tono de voz suave y como si estuviera alimentando una niña pequeña, que abra la boca para comer y lo hago

Por las cosquillitas extrañas que he sentido sobre mi piel durante todo el tiempo que llevo aquí con él, lo noto observándome detenidamente varias veces, aunque por el pañuelo en los ojos no lo viera, la reacción de mi cuerpo lo sabe. Evito tensarme para no llamar su atención y dejarle ver mi miedo por estar en una habitación sola y con un desconocido, solo con voz pero sin rostro para mí. No sé si es moreno, rubio, castaño... no sé de qué color son sus ojos y su cabello, nada.

Me siento rara en esta situación, mi cuerpo tiembla y mi corazón late de un modo que me lastima, mas continúo sin emitir ninguna palabra y solo queriendo rápidamente escuchar que me diga que puedo irme. Estar en la presencia de un hombre que me observa sin que yo pueda verlo y sin saber de qué forma lo hace, me inquieta demasiado. Jamás me sentí de esa forma.

—Bebe.

Me pide, en tono autoritario, dándome un vaso de lo que yo creía era agua cuando me dio el último bocado de comida. Me siento realmente llena, rápidamente bebo del vaso, descubriendo que no era agua sino jugo de manzana.

—Gracias, señor, Campbell —musito, sintiéndome realmente llena y sin entender por qué me ha dado toda su comida, después recuerdo su pregunta de por qué estaba demasiado flaca y entiendo un poco.

Ese hombre que me venda los ojos para que no le vea el rostro parece sentir lástima por mí y el sentimiento no me gusta del todo.

Quita el vaso vacío de mi mano y siento cuando lo coloca sobre la bandeja.

—Maximiliano, tú llámame Maximiano —me pide y abro la boca para protestar.

—Pero es que...

—Es una orden —Sin más que decir, asiento porque me he dado cuenta en los pocos minutos que tengo de conocerlo que ese hombre parece gustarle que se haga la cosa a su modo y que no se le lleve la contraria, y, como el bienestar de Mila y el mío propio depende de que conserve este empleo, haré lo que quiera siempre y cuando no vaya en mi propio perjuicio. Mi madre antes que todo me enseñó el respeto por mí misma—. Dilo, mi nombre, dilo, Nathalie.

Me exige cuando creí que solo me pediría marcharme y ya. Inspiro profundo. Este hombre es un enigma, pienso.

—Maximiliano.

No lo vi con los ojos, pero por alguna extraña razón, una parte de mí si parece haberlo visto sentido reír tras escuchar su nombre de mis labios.

—Ahora ponte de pie.

Y lo hago, obediente. Lo siento acercarse y su presencia tan cercana me eriza todos los pelos del cuerpo y mi corazón se agita. Siento que pone sus manos grandes y duras en mis hombros y gira mi cuerpo a lo que me parece con el frente hacia la puerta.

Bien, es hora de marcharme y el saberlo me hace suspirar con alivio, no importándome si él se da cuenta de mi necesidad tan grande de huir de su presencia porque de pronto me estoy sintiendo muy nerviosa, ansiosa y mi corazón no deja de latir enloquecido. Sin contar que me descubrí gustándome la forma en como huele el gruñón e intransigente Maximiliano Campbell y eso me inquieta bastante.

Siénteme ( COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora