¡No Entiendes Nada!

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- Regina espérate

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- Regina espérate... ¿Qué tienes? – preguntó el rubio mientras tomaba una de las manos femeninas, impidiéndole de esta manera el andar a mitad de la escaleras.

- Nada David, sólo quiero estar sola y descansar – le dijo casi en un susurro y se giró para continuar subiendo, pero él no la soltó en ningún momento.

- Amor...

- Hoy no David, estoy cansada, te prometo que hablamos después ¿sí? - dijo y se soltó del agarre del rubio para continuar subiendo las escaleras rumbo al piso de su departamento.

El príncipe perdió la paciencia y gritó.

- ¡Carajo Regina, Háblame!...

- David cállate - Susurró la reina mirando hacia los lados, mientras caminaba apresurada por el pasillo que llevaba a su departamento.

- No nos hemos visto desde que regresamos de New York, haz actuado raro, ¿No te das cuenta que me preocupas? Regina por el amor de dios dime que tienes...

- ¡No tengo nada David! - gritó la reina con lágrimas en los ojos - ¡Déjame en paz!

El príncipe calló y la observó unos segundos sin decir ni una palabra, ella tragó pesado, se secó las lágrimas y se giró para buscar sus llaves e ingresar a su departamento.

Él en silencio trató de recordar y encontrar respuesta a lo que estaba pasando, hace cinco días habían estado bien, se la habían pasado de maravilla en la playa y habían disfrutado de su amor como un par de adolescentes. Por más que trataba de recordar que había hecho mal, no llegaba nada a su mente, no sabía porque Regina de un momento a otro había empezado a comportarse de esta manera.

Había empezado evitándolo, algunas salidas y encuentros planeados juntos habían sido canceladas, poniendo de pretexto el trabajo, días más tarde empezó a no contestarle los mensajes de texto y mucho menos las llamadas.

Hoy la fue a buscar al trabajo y para mala suerte, había llegado para sólo verla subir al taxi y partir, en un principio el rubio pensó que quizá ella no lo había visto, pero cuando vio sus ojos llorosos a través del retrovisor del auto y desviar la mirada al instante, supo de inmediato que estaba huyendo de él y no sabía el porqué, rápidamente tomó un taxi y fue hasta su departamento, tenían que hablar, tenía que saber que estaba pasando con ella.

El tráfico era un caos ese tarde y más de una vez le dijo al taxista que se apurara, pues los ojos llorosos de la mujer que amaba no desaparecían de su cabeza y ello le preocupaba. Cuando por fin el auto se estacionó frente al edificio de la reina, él la vio bajar del taxi y entrar al edificio; él, sin esperar el cambio del pasaje, salió del auto y fue tras ella, todo para corroborar que estaba huyendo de él, pues apenas lo vio casi corrió subiendo las escaleras, y ahora estaba llorando mientras abría la puerta de su departamento.

Le rompía el corazón verla llorar y no saber el motivo de sus lágrimas, ¿habría olvidado que eran faros el uno del otro? No podía dejarla sola, no cuando sabía que estaba mal y que había algo que la angustiaba, de inmediato colocó una mano y su pie derecho para evitar que ella cerrara la puerta.

Noche de CopasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora