Miedos, Errores y posibles soluciones

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Decir que había dormido, era mentir, no había pegado los ojos en toda la noche, pues en lo único que pensaba, era en lo que cargaba en el vientre y en el rostro furioso y triste de quien más amaba.

Pero ya estaba decidido y nada ni nadie le harían cambiar de opinión. Si estaba embarazada, ella no tendría a ese bebé, varias lágrimas fueron derramadas y se mezclaron con el agua de la ducha.

Y sí lo que hacía era lo correcto, ¿por qué diablos lloraba? ¿Por qué este dolor y esta angustia le carcomían el corazón?

Inconscientemente sus dedos rozaron su vientre y cerró los ojos con fuerza, tratando de interiorizar lo ya decidido. Abrió los ojos y creyendo tenerlo ya todo bajo control, más que hace unos minutos e incluso más que ayer, cerró la llave del agua caliente y abrió la puerta de cristal que separaba el váter de la hermosa ducha en cerámica crema, se envolvió en una toalla blanca y salió del baño, en una hora David llegaría y sería la hora para afrontar la realidad y si era necesario acabar con su angustia en el mismo momento.

 Abrió los ojos y creyendo tenerlo ya todo bajo control, más que hace unos minutos e incluso más que ayer, cerró la llave del agua caliente y abrió la puerta de cristal que separaba el váter de la hermosa ducha en cerámica crema, se envolvió en un...

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Esta vez no eran sólo niños o adolescentes lo que la incomodaba, y mucho menos la mascota del vecino, esta vez había algo más, el ruido era algo mucho más cercano e incluso tenía un toque familiar ¿Regina?, pero…

¡¿Porqué?! ¿Por qué le tenía que pasar esto a ella? – Se preguntó el hada mientras se colocaba bocabajo y aplastaba su cabeza con una almohada por detrás. Anoche había llegado tarde y no es que se quejara, ella había querido hacerlo, se sentía bien ayudando y acompañando a sus amigos y a todo el que necesitara de ella en general, quizá era su instinto de hada, no lo sabía. Pero así era ella y lo hacía de corazón, el pequeño y malo detalle era tener que madrugar y peor aún tener que hacerlo un sábado.

Se suponía que debía estar durmiendo por lo menos hasta mediodía, pero nada, calculaba que desde hace más de veinte minutos estaba despierta y a pesar de que se había cubierto la cara y los oídos con las almohadas para evitar los ruidos de por lo menos dos platos rotos, no había logrado volver a conciliar el sueño, este se había ido y había desaparecido como por arte de magia.

Estiró una mano y a tientas buscó sus lentes en la mesita de noche, cuando los encontró, levantó el edredón de la cara y se los colocó, miró el reloj en la mesita y casi pega un grito cuando vio la hora, faltaban quince minutos para las 10 de la madrugada. ¡Porqueeee ella, porqué!, se tiró de barriga a la cama y nuevamente enterró el rostro entre las almohadas, pero abrió los ojos de golpe y levantó la cabeza cuando escuchó que unos cubiertos cayeron.

-¡Diablos! – la escuchó quejarse y luego maldecir a Regina.

¿Qué hacía levantada tan temprano un sábado, y sobre todo tan distraída como para romper varios platos de su amada vajilla, en lo que va de la mañana?

Algo raro estaba pasando allí y ella tenía que saberlo, y si era necesario poner su granito de arena para solucionarlo.

Se levantó por fin de la cama, se colocó una bata de seda para cubrirse del frio y fue a verla.

Noche de CopasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora