David había aparecido en el preciso momento en que ella lo necesitó, había tomado a Omar del cuello y lo había tirado contra un contenedor de basura, él cuerpo del hombre sintió el impacto y rebotó al suelo, el rubio se puso encima de él y empezó a golpearle la cara como si fuera algún saco de arena.
Varias de las personas que ya iban de salida, se aglomeraron alrededor de la pelea de los varones, o mejor dicho de la golpiza que David propinaba al castaño, porque Omar estaba bastante mareado y con la cabeza en otro lado que a lo único que atinó fue a cubrirse la cara y la entrepierna con las manos.
Regina dio unos pasos hacia ellos. Omar no hacía nada por defenderse y sólo se movía tratando de cubrirse y evitar más dolor por parte del príncipe.
- David! – lo llamó, pero él estaba en otro mundo, un mundo en donde sólo habitaba, él, el cuerpo de la basura esa y su furia – David!!! – Gritó – Déjalo ya... la policía... te llevará – él alzó su mirada a ella, pero sus ojos parecían nublados.
- Ya, detente brother! – dijo uno de los hombres de la seguridad del local, sosteniendo a David por detrás y evitando que siguiera pegándole al castaño. El rubio estaba furioso, tenía la ira atorada en la garganta y en lo único que pensaba en ese momento era en golpearlo y si era posible acabar con toda su raza.
Otro hombre de seguridad se juntó a su compañero y entre los dos sostuvieron a David, él quería soltarse y continuar golpeándolo, pero entonces levantó el rostro y la vio. Ahí estaba Regina, sosteniéndose con una mano del poste de alumbrado público y con la otra mano en un puño sobre su pecho, el rostro lloroso y temblando, olvidó por un momento al tipo en el suelo, se soltó del par de hombres de seguridad, fue hasta ella y la abrazó con todo el amor que le tenía. La sintió llorar en su pecho y apretar con todas sus fuerzas su chaqueta de cuero negra.
-¿Regina, estás bien? ¿Te lastimó? Dios! mi Amor! – Exclamó con preocupación el rubio, separándose sin soltarle, entre nervioso, asustado y levantando su rostro para examinarla - ¿Estás herida? – le interrogó mientras la miraba y repasaba su cuerpo en busca de lesiones.
Ella negó, se secó las lágrimas y aún afectada lo abrazó.
- Calma Mi Amor, estoy aquí. No te voy a dejar - besó su cabeza – Shh Shh todo está bien, todo va a estar bien – La abrazó fuerte y dio una mirada alrededor, varias mujeres murmuraban y susurraban cosas entre ellas mientras los miraban. Más allá, cerca del hombre al que había golpeado y que ahora permanecía sentado con la cabeza gacha y entre dormido y adolorido y con una mano en la frente, se encontraba uno de los mastodontes de seguridad dispersando a la gente aglomerada, mientras el otro, otros pasos más allá hablaba con un hombre en sastre que al parecer le explicaba algo y le mostraba insistentemente su celular.
- Azul, te – tengo que ir por Azul – se pronunció la reina luego de unos segundos, se separó de manera brusca del abrazo del rubio y se dirigió al Pub mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano.
David la miró ceñudo pero la siguió, se giró a mirar atrás y encontró la misma imagen de hace unos momentos. ¿Acaso Regina no levantaría ninguna denuncia? Miró al tipo en el suelo y se grabó mentalmente su rostro.
Cuando llegó a la puerta del Pub, la encontró saliendo con Azul entre dormida y despierta, se apresuró a ayudarla pero Regina le dijo que no era necesario, ella podía encargarse pero que por favor le buscara un taxi. El príncipe solo asintió e hizo lo que ella le pidió. La ayudó a colocar al hada en el taxi y él también se subió, dio la dirección del departamento de las chicas y hasta allá fueron, del mismo modo la ayudó a subir hasta su piso y ya adentro, la reina se encargó de llevar a la castaña hasta su cama, quitarle los tacones, la ropa y en solo ropa interior cubrirla y dejarla para que descanse.
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Noche de Copas
FanfictionLuego del regreso del inframundo, el pueblo recibe a Hook con una fiesta en la Abuelita, pero unas copas de más llevan a Regina y a David a dormir juntos, ambos se encuentran en una situación que nunca debió ocurrir. El sentimiento de culpa no deja...