Capítulo 6: El espectro.

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Daito parecía mentalmente abatido.

Había ido a ver qué le había pasado, pero al entrar en la cocina oí un ruido de un plato romperse y, acto seguido, a la madre de Daito con las dos manos en la boca y a Daito pálido como un muerto.

Como un muerto.

—¡Daito! —grité al vislumbrarlo sin un ojo y con la cara medio podrida.

Daito levantó la cabeza y el color volvió a sus mejillas. ¿Pero qué...?

¿Le habría dado un bajón de azúcar?

No. Era la esquizofrenia, como siempre.

—Es muy raro que te preocupes así de mi —dijo Daito con su sonrisilla normal en él.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Sarah.

—Nada pequeña, se me ha caído un plato... ¿Quieres un dulce? —dijo la madre de Daito mientras cogía en brazos a Sarah.

Pobre niña.
Sabía cómo eran esos abrazos, te apretaban con tanta fuerza que parecía que los pulmones fuesen a saltar del pecho en cualquier momento.

Miré mi teléfono y le mande un SMS a Charles, para preguntarle acerca de Lillie...

Daito me vio hacerlo.

—Pareces una madre preocupada. O más bien... ¿Un novio preocupado? —dijo con una sonrisa digna del gato de Chesire.

Sin darme cuenta me puse más rojo que un tomate.

—Hombre, se está muriendo por mi culpa, lo menos que podía hacer era preocuparme por ella... —dije levemente.

La madre de Daito me miró seria y empezó a preparar algo de comida mientras susurraba todo el rato "Ay... que cruz, que cruz... ¿quien le mandaba a Daito unirse a esos Peo Tapiens?"

Cuando nos sentamos en una especie de mesa a ras de suelo, la madre de Daito nos trajo una bandeja con... ¿galletas y té?

—Señora, nosotros no nos llamamos Peo Tapiens —le dije a la mujer amablemente— nos llamamos Neo Sapiens.

La mujer me miró extrañada y suspiró al aire.

—¡Ya hay que leen la mente!

Miré a Daito y reprimí una carcajada.
Alargé el brazo para tomar un poco de ese té (tenía sed), pero en cuanto tragué un poco me atraganté.

—¡Esto está amargo! —grité limpiándome con una servilleta.

Cogí una galleta para quitarme el sabor de la boca, y en cuanto la mastiqué la escupí en la servilleta.

—A que adivino: "Está salado" —dijo Daito mientras reprimía la risa.

Lo miré fijamente aún con la boca abierta.

—No, sabe a mierda. ¿¡Pero me queréis envenenar o que!?

Daito estalló en carcajadas.

—Anda, no te pongas así Sam, o al menos no delante de mi madre... —dijo mirando de reojo detrás suya—. Tengo una nevera secreta en mi habitación, ¿vienes?

—Sí hay refrescos me apunto —dije esperando la ambrosía azucarada.

Daito asintió y se dirigió por unas escaleras en las que no había reparado antes.

Las paredes estaban un poco descuidadas, haciendo que... el ambiente resultara tétrico, y pequeños monstruitos colgaban del techo.
La esquizofrenia otra vez.

Al llegar arriba había una puerta corredera.

—Bienvenido a mi sanctasanctorum —dijo Daito mientras apartaba una estantería y dejaba ver una nevera pequeña.

Pyros (Elektros #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora