Capítulo 19: También me alegro de verte.

8 0 0
                                    

Tuve que pedir indicaciones para llegar unas cinco veces.
Había sido estúpido salir corriendo en una dirección al azar... pero qué más dá. Al final lo que cuenta es que llegué.

Me detuve frente a la cafetería destruida y miré con tristeza todos los cristales y trozos de madera esparcidos por la arena.

El convicto no estaba. Ni él, ni el resto.
Miré a lo lejos, e intenté recordar en qué dirección vine hacia aquí por la mañana, cuando escapé del sitio aquél en el que me intentaron operar.

Si era por la tarde, hacía un par de horas, cuando me había escapado, había sido por la mañana. Y el sol estaba a mi espalda.
Ahora, el sol estaba delante del restaurante, por lo que haciendo cálculos... me escapé de aquél edificio al que llamaban el área cincuenta y uno.

¡Me escapé del área cincuenta y uno!

Me llevé la mano a la cabeza y reí en medio de la nada.
Mi risa parecía un hacha atravesando un bloque de hielo.

—Hola —dijo Jhonny de repente.

Di un brinco.

—Joder —mascullé—. ¡No me des esos sustos!

—¿Qué quieres? —preguntó en tono humorístico—. ¿Que llame a la puerta?

—¿Hay una puerta por ahí arriba?

—¿Arriba?

—En mi cabeza.

—Oh. No, no hay ninguna puerta. Hay... hay... bueno, es un poco difícil de explicar con palabras...

—Da igual —dije—. ¿Sabes? Voy a meterme de cabeza en la boca del lobo.

—Mala idea.

—Ya lo sé. Pero... ¿Qué quieres que haga?

—No lo sé. ¿Tal vez irte lejos?

—No, Jhonny. Lillie está ahí dentro —dije hablando más para mí que para él—, y no voy a abandonarla.

—¿Ah no? ¡Pero si no sientes nada amoroso por ella! Lo que sientes es única y exclusivamente cariño de amigos.

Me mordí la lengua.

Estaba empezando a confundir las cosas. Tal vez debería tomarme la maldita medicación, así Jhonny desaparecería como la última vez...

—¿Piensas eso de mí? ¿En serio? —dijo Jhonny.

Mierda.

Se me había olvidado que él sabía lo que pensaba.

—¡Estoy harto! —grité.

—¿Ah sí? —dijo Jhonny con un poco de ira resentida—. Tranquilo. No me volverás a ver más en este cuerpo, maldito egoísta.

De repente una ola de calor me abrasó de dentro hacia afuera, y la piel se me puso de gallina.

¿Era cierto? ¿Se había marchado?

Miré mis manos. No se convertían en serpientes, ni se alargaban.

La esquizofrenia había... disminuido. ¿Cómo era eso posible?
Agité esos pensamientos con un movimiento de manos. No había tiempo que perder.

—¡Robert! —grité al aire—. ¡Voy a por tí!

Y dicho ésto, corrí en dirección del área cincuenta y uno.

***

Música recomendada para la lectura:
Numb
(Linkin Park)

Pyros (Elektros #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora