Capítulo 7: El encapuchado.

12 2 0
                                    

Los recuerdos me asaltaban sin piedad y me perforaban la cabeza.

Me dolía.

¿Qué había hecho yo para merecer ésto?

¿Ésta vida?

Había perdido a mi padre.

Había perdido al padre de mi mejor amiga.

Había perdido a mi madre.

Y ahora, iba a perder a Lillie.

Apreté el puño y miré mi brazo.

Desde aquella vez en ese hotelucho de mala muerte, el hombro... "hacía cosas raras".

Como por ejemplo, cuando en la azotea del edificio Robert me disparó.

Yo no sufrí ninguna herida.

¿Qué me había pasado?
Estaba seguro que tenía algo que ver con el trozo de pared que se había... "fundido" con mi brazo en el hotel.

Dios.

"Soy una abominación" pensé.

Íbamos en coche.
La convención estaba a una distancia bastante alejada de la casa de Daito... así que tardaríamos demasiado en llegar a pie.

Bajamos del coche al llegar a una especie de aparcamiento subterráno y mientras, yo permanecía en mis pensamientos.

Por el rabillo del ojo ví a una figura encapuchada, de pie, observándome, y con una sudadera negra con rayas moradas que la cruzaban verticalemente.

Al girar la cabeza para verla mejor ya no estaba.

La esquizofrenia otra vez, seguramente.

Empezaba a hartarme de esa puta enfermedad.

—Sam —dijo Daito cargando con una mochila— Sarah y yo vamos a buscar a la creadora por la parte Este. Tú busca por la parte Oeste, es la más grande, y recuerda: Que no te vean.

Asentí y salí corriendo para buscar e inspeccionar a cada mujer que tuviera un aspecto sospechoso.

Cada pocos segundos me parecía... ver algo que me seguía.
Eso era imposible, cuando yo corría el mundo se "ralentizaba" de tal manera que nada se movía más de un milímetro por "minuto".

Pero lo estaba viendo. Cada pocos segundos veía una especie de... de... hebras.
Unas finas hebras moradas que surgían de detrás mía.

"Te están siguiendo" pensé, pero deseché la idea al instante.

¿Quién iba a seguir al chico (probablemente) más rápido del planeta?

Busqué por la parte Oeste y... directamente no vi mujeres.
¿Por qué?

Claro, la regla de oro de los frikis. Nunca hay mujeres.

Hice un descanso y me compré un té helado de una máquina expendedora. Si ya de por sí correr normalmente daba sed, imaginad lo que sentía yo cuando corría más de dos minutos seguidos.

Sentía que me desinflaba.
Como un globo al que se le pincha para ver cómo el agua sale lenta e inexorablemente hacia el suelo.

Bebí un par de sorbos del líquido azucarado cuando alguien me tocó el hombro.

Me giré y vi a un hombre... de rasgos asiáticos, con una placa dorada en un costado del traje negro.

Era un policía, pero me recordaba muchísimo a los hombres del logo dorado.

—¿Sí? —pregunté.

—¿Es usted Sam Hostwell? —preguntó el hombre.

Al instante todas las alarmas saltaron en mi cabeza.

Pyros (Elektros #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora