18. Viejas amistades

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Narra Emiliano

- Espero que hayan disfrutado del servicio, caballeros. Agradeceremos si pasan la voz. *dije con cortesía mientras despachaba al último grupo del día*

Realmente habían sido días muy productivos, pues personalmente dudé cuando el señor Chul me pidió ofrecer a este muchacho. Tal parece que me equivoqué ya que realmente parece hacer un excelente trabajo.

- Ustedes dos señoritas, vayan abajo y arreglen al mocoso. Tendremos a un invitado muy especial mañana temprano y no puedo ofrecerle cualquier cosa al mejor cliente del señor Chul. *ordené a un par de sirvientas que fueran a asearlo. No ha de estar con buenas pintas luego de atender a cerca de 25 hombres*

Narradora

Las criadas bajaron al sótano topándose con un joven débil, con heridas abiertas, sangre y semen seco. El brillo en sus ojos ya no existía más y parecía balbucear algo que las mujeres prefirieron ignorar.

Vendaron sus heridas, lo bañaron y vistieron; hecho esto, la más joven volteó a ver al muchacho. No parecía tener más de 16 o 17 años, apenas había dejado de ser un niño y eso le hizo sentir algo de lástima.

- Oye, muchacho... *lo llamó en un leve susurro para no atraer la atención de su compañera* ¿Tienes hambre? ¿Sed?

El genio no contestó, parecia ausente, como muerto en vida. Era arriesgado hablar con él pero ella sentía que era necesario... que aquel muchacho lo necesitaba. 

Sabiendo que no obtendría respuesta alguna de él, la muchacha tomó una botella de agua que siempre traía con ella junto a un trozo de pan. Posó delicadamente su mano en una de sus mejillas para alimentarlo pero al sentir aquel tacto, el muchacho raccionó y la apartó de un manotazo con una mirada de terror puro.

- N-No... P-Por favor no me hagas na-nada... *el terror en su mirada comprimió el corazón de la chica, que sintiéndose mal por él, buscó ganarse su confianza acercándose de otra forma*

- Descuida, no voy a lastimarte. Ten, debes tener hambre y sed. *dijo calmada mientras le extendía el agua y el pan. Hiro no lo pensó dos veces y los tomó. Era verdad que se sentía hambriento pues en el tiempo que llevaba atrapado no había comido nada*

- ¿P-Por qué haces esto? *podía ver que estaba más calmado aunque no bajaba la guardia*

- Pues, no lo sé, sentí que tal vez querrías algo de comer. No es lindo estar en este lugar y menos en tu posición. *dijo aquella chica con algo que demostraba una combinación de tristeza y temor* Soy Eun-Ji, por cierto.

- Yo soy Hiro. *respondió algo cohibido pero se relajó al ver la hermosa sonrisa de la joven*

Hiro aún desconfiaba pero la sonrisa que aquella chica le mostró, bastó para que se decidiera a darle la mano. Era raro ver a una persona bondadosa y humana en un lugar como ese, y aunque deseaba preguntar qué hacía ahí, el temor de lo que podría pasarle era mayor. Pero finalmente no fue necesario decir nada pues Eun-Ji, (quien parecía haber leido sus pensamientos) contestó su pregunta aún no formulada.

- Es para pagar una deuda. 

- ¿Qué? *preguntó algo descolocado por la extraña aclaración*

- El porque estoy aquí es para pagar una deuda; como tú. Claro que con la pequeña excepción de que yo llegué a donde estoy por voluntad propia. *dijo con resignación mientras soltaba un pesado suspiro* Las cosas que uno hace cuando ama... Lástima que no pude despedirme.

Hiro vió que de sus ojos escapaban un par de lágrimas rebeldes; las cuales fueron rápidamente borradas por la muchacha. Sin decir o dejarle decir algo más, Eun-Ji se levantó y tras dedicarle una última sonrisa caminó a la salida siguiendo a su compañera. Se detuvo en la puerta y susurró algo al muchacho.

¿Por qué no me dijiste? -Hidashi- [EDITÁNDOLO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora