Suelto mi denso cabello a un lado dejando que el viento lo acaricie, con un peine de madera que me ha regalado la Sra. Beatriz le doy un poco de orden y simetría, no quiero parecer una loca.
Últimamente me importa mucho mi aspecto físico, lo cual no comprendo. Tal vez sea esos cambios hormonales de lo que tanto me habla la sirvienta.
—Señorita, venga a la cocina. —dice en voz alta.
Joder, que pereza cargo como para hacer quehaceres.
Dejo de observar mi reflejo en el espejo y me dirijo rápidamente a donde me han llamado.
—¿Para qué soy buena?
—Como una mujer de casa, debes aprender a cocinarle a tu marido.
¿Los "maridos" a sus parejas las secuestran y esconden en una cabaña fuera de la civilización?
—Yo no tengo marido aun Sra. Beatriz. —le respondo.
—Pero es como si lo tuvieras, así que ven aquí.
Ella toma mi mano con fuerza para que agarre un cuchillo pesado y de metal.
—Empieza cortando verduras, es muy esencial para cualquier comida.
Veo sus ojos compasivos y creo que si intenta ayudarme.
De un momento a otro, comienzan a escucharse algunos pasos de caballo que se acercan a nuestra cabaña. ¿El Hombre Oscuro? No puede ser posible, dijo que vendía en un par de días. ¿Ricardo? No, espero no lo sea.
—Siga trabajando, atenderé a la puerta.
La Sra. Beatriz sale como bala disparada hacia la puerta. Noto que esta algo nerviosa, quizá porque no estamos acostumbrados a recibir visitas.
—Oficial, es un gusto tenerlo por aquí.
Puedo oírla a distancia.
—Igualmente ciudadana. —habla una voz gruesa como el ronquido de un toro.
—¿Desea algo de beber?
La formalidad de la Sra. Beatriz me da ganas de vomitar.
—Una taza de café estará bien. Estoy de paso para ver si las cosas están bien.
Con la voz que posee, parece un conductor de algún noticiero; le calculo unos cuarenta y cinco o cincuenta años.
—Sí, todo está de maravilla.
No logro escuchar de manera clara lo que dicen, así que intento acercarme un poco a la puerta pero el saco de papas cae al suelo haciendo un estruendoso ruido.
—¿Está usted sola? —dice la vocesota.
—Eh, mmm, no.
Joder, comienzo a recoger las papas del suelo pero creo que ya es muy tarde.
Puedo ver como se acerca a mí un par de botas negra bien pulidas. Levanto la vista hasta observar a un señor alto con un sombrero de cuero, parecido al de Ricardo, y con un cinturón portando un arma.
Vaya, es un policía.
—¿Estás bien pequeña?
Mi garganta se tranca, no sé qué decir.
La Sra. Beatriz llega a mí corriendo, casi volando.
—Tranquila. —me toma por el brazo— Ponte de pie, yo limpiare esto luego.
El policía tiene una larga barba y ojos saltones, los cuales me observan muy detalladamente.
—Oficial, ella es una sobrina del condado del sur. Viene de visita.
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LA CHICA DEL BOSQUE ©
General Fiction"Me ha secuestrado y ahora estoy perdidamente enamorada de él". Estocolmo. El hombre oscuro. Hace con ella lo que quiera, puede tomar su vida a su parecer y decidir lo que puede o no hacerle. Él es su dueño, o es lo que le ha metido en su cabeza. La...