CAPÍTULO 06 | Posesión.

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La madera rechina a cada segundo, las ventanas vibran entre sus marcos por las fuertes brisas y toda aquella energía que rodea este lugar. Hay mucho polvo por doquier, no logro entender cómo puede haber tanta suciedad si nadie entra ni sale de esta cabaña.

Término y coloca la escoba a un lado, creo que ya me estoy acostumbrando a ser un ama de casa para mi "marido", como dice la Sra. Beatriz.

—Señorita. —llama la sirvienta.

Acabo de barrer, ahora que carajos querrá.

—Estoy en el pasillo, ¿desea alguna cosa?

Digo entre dientes teniendo la esperanza de que no me haya escuchado con sus viejos y arrugados oídos.

—Ven aquí y lleva estos utensilios al armario.

Oh, joder.

Hago lo que me ha mandado lo más rápido que puedo para finalmente liberarme de todo esto.

Cierro con fuerza la puerta del armario y algo cae al suelo haciendo mucho ruido. Mi curiosidad gana y vuelvo a abrir.

—¿Todo está bien señorita? —me grita la Sra. Beatriz.

—Eh, si, seguro.

Dirijo mi vista al suelo y logro observar un libro con aspecto antiguo, es marrón y con algunas hojas sueltas.

Lo tomo y le echo un vistazo; tiene muchos números con signos matemáticos que no logro entender, pero si identifico un nombre bastante peculiar "Vergílio Soler Ferreira".

Oh, mis ojos resaltan de mi rostro y me sorprendo un poco, este señor y yo tenemos el mi mismo apellido.

"Soler".

—¿Ya has terminado con eso? —dice la Sra. Beatriz caminando hacia mí.

Doy media vuelta y coloco el libro en mi espalda. No sé a qué va la información que posee pero una parte de mi dice que debo conservarlo.

—Sí, ya me iré a mi habitación.

Digo como si el sótano de una cabaña se pudiera considerar como tal.

—No Señorita, debe ir a la entrada principal. —ella señala— La están esperando allí.

Asiento y salgo como bala hacia el pasillo.

Levando un cojín del sofá y coloca el antiguo libro allí para no perderlo de vista cuando regrese.

Espero que sea el Hombre Oscuro quien me este esperando, con deseos insaciables que solo yo pueda curar. Tiene días que no me ve, ni me toca, necesito de su vitamina.

—Al fin estas aquí.

Dice mi hombre sentado en una mecedora de madera justo al frente de la cabaña. Tiene un rifle a su lado y hace que me intimide un poco.

Entrelazo mis manos y miro mis zapatos, muy nerviosa.

—¿Qué hacías mi niña?

—Cumplía las órdenes de la Sra. Beatriz. —trago salva— Señor.

Él se coloca de pie y camina lentamente hacia mí. Al tenerme a centímetros, toca mi rostro con sus manos de forma muy suave.

Toda mi piel se escandaliza.

—-Has sido una buena chica. —desde mi barbilla levanta mi cabeza— Me encanta eso de ti.

Puedo sentir su respiración como choca con la mía, me ve con ojos llenos de fuego y lujuria, quiere hacerme suya y el sentimiento es mutuo.

LA CHICA DEL BOSQUE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora