CAPÍTULO 03 | Encuentros inesperados.

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Puedo sentir el dolor recorrer mis venas, la sangre quema a su paso y está destinada a llegar al punto más débil de mi cuerpo, el corazón. Aun tengo las marcas y aun me duelen. Por el exterior de mi pueden notarse varias de ellas, en mi espalda y piernas. Es la marca de un hombre celoso, de aquel que es dueño de todo lo que desea. Yo le pertenezco, soy toda suya.

NOTA 320.

—Señorita Isabel. —interrumpe mis notas.

—¿Si, Sra. Beatriz? —dejo el diario a un lado.

—Debe llevar a Scott al bosque, así lo han ordenado.

Me coloco rápidamente de pie y subo las escaleras hasta la sala principal de la cabaña.

—Tenga.

Coloca en mis manos la peculiar bolsa gris con los desperdicios de la comida para el perro. Huele muy mal.

—Solo por sus alrededores, no más de quinientos metros ¿Quedo claro?

Asiento tomando su orden y salgo de la cabaña con Scott.

Es un perro bastante tranquilo, siempre hace lo que le digo y es con el único que puedo jugar por aquí. Su raza es hermosa, todo un lobo del bosque con ojos azules y pelaje blanco. Es mi único amigo.

—Ven, toma tu asquerosa comida.

Dejo caer las carnes cruzas al suelo y él comienza a comérselas muy rápido.

De la nada, sus sentidos se alteran y comienza a ladrar muy alto hacia un punto ciego como aquella vez. Está furioso, veo sus colmillos afilados llenos de ira y es allí cuando comienza a correr hacia donde tanto quiere a toda prisa.

No puede escaparse, me mataran.

Salgo como bala detrás de él por algunos segundos hasta que me detengo por lo que veo.

—Miren a este cachorro. —dice un chico.

Me escondo detrás de un árbol, no puedo ser vista otra vez.

—No te lo llevaras, ya tienes muchos animales en casa. —habla otro joven.

—Oh vamos, parece todo un peleador.

Doy pasos lentos por sus alrededores y logro verlos claramente; son dos chicos vestidos idénticos, creo que son gemelos. Tienen redes en sus manos y algunas cubetas, seguro son pescadores.

—Hermano, tú puedes llevarte al perro pero yo me la llevo a ella. —me señala.

No, que detestable soy para escoltarme.

—¡Piernas lindas! —grita— ¡Ven aquí!

Me quedo totalmente callada.

—¿Es tu perro? —vuelve a gritar.

—Parece que la lengua se la han comido las ratas. —habla el otro.

Tengo que resolver esto rápido, la ultima vez acabo todo mal así que debo ser inteligente y salir de esta.

—Sí, es mi perro y no se lo llevaran a ningún lado. —digo fuerte.

Me libero de las ramas que me escondían y camino hacia Scott. Tengo mirada ardiente y ellos solo me observan con ojos de sorpresa.

—Bien, es tuyo piernas lindas. —sonríe.

—Soy Mauro, y mi tonto hermano es Manuel.

Ambos me saludan con un gesto vago, son realmente idénticos.

—Tengo que irme.

Intento girar para marcharme pero Manuel me toma por el brazo con fuerza y me hace exaltar.

LA CHICA DEL BOSQUE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora