Me encuentro devastada.
Toma mi mano con precisión mientras caminamos entre los pasillos silenciosos, llenos de luto y compasión. Todos han mantenido un cierto respeto ante la muerte de Scott; quizá no sea una vida humana perdida, pero valía muchas de ellas.
—¿Te pareció adecuado el homenaje? —dice Ricardo sutilmente.
Detenemos nuestros pasos frente a la puerta de madera que nos separa de mi habitación.
—Por supuesto. —asiento decidida— Fue hermoso lo que hiciste, debo agradecerte por..., por todo. Tengo una deuda enorme contigo.
Lanzo una pequeña sonrisa tímida, aun intento acostumbrarme a estos momentos afectivos y sin violencia extrema.
—No tienes porque hacerlo, aunque podrías pagarme con un buen abrazo.
Nunca me negaría a ello.
Acerco mi cuerpo al suyo hasta unirnos como si fuéramos uno solo. Su presencia me resulta reconfortante y no quiero alejarme de él, ni ahora ni nunca.
Ricardo pasa sus grandes manos por mi espalda delicadamente, puedo sentir como rosa con mi piel haciendo que reaccione ante tal movimiento. Cierro del todo los ojos y me traslado a un lugar muy lejos de aquí...
Somos dos almas en los pastizales y matorrales, juntas e inseparables. Entre nosotros sienta una hermosa niña apreciando los herbazales, goza de alegría en todas sus intenciones y nos saciamos de sus emociones. En nuestro alrededor no existe maldad, ira o rencor, solo abunda el amor. Es donde quiero quedarme, es donde quiero hacer mi vida.
—Isabel. —dice una voz aturdida.
Separo mis pestañas con un respingón.
—¿Estás bien? Te noto algo perdida. —pronuncia Ricardo mientras me toma por las mejillas.
Estoy algo desconcertada pero logro volver al mundo real.
—S-si, si. Fue un leve descanso.
Por impulso, abro rápidamente la pesada puerta de madera y noto la presencia de la sirvienta. Está tejiendo muy cómoda mientras cuida a mi bebé.
Me acerco a ellas alzando a Joanna entre mis brazos. Nos hemos separado durante toda la mañana por el velorio de Scott, ya que creí correcto no llevarla a ese tenso lugar.
—Mami te ha echado de menos. —le hablo cariñosamente.
—Yo también lo hice, linda abejita.
Habla Ricardo en mi espalda y nos rodea con sus brazos haciendo que este momento sea perfecto, también un poco cursi si lo profundizo.
Repentinamente, se escucha el sonido arrollador de algunos caballos y carretas en las afueras de la cabaña. Varios sirvientes se apresuran como balas y no comprendo sus acciones.
—Isabel. —dice mi hombre colocándose en mi frente— ¿Necesitas algo para que estés cómoda?
¿Puedo estarlo más?
—Ciertamente, aquí lo tengo todo.
Ricardo hace un mohín y me da un beso en la frente como acostumbra hacer.
—Debo irme, pero volveré por la tarde. —parece nervioso.
Asiento y él despeja la habitación antes que pueda responder a sus palabras. Esto me pareció realmente extraño, a veces su comportamiento cambia de un estatus a otro y no se con lidiar con ello.
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LA CHICA DEL BOSQUE ©
Ficción General"Me ha secuestrado y ahora estoy perdidamente enamorada de él". Estocolmo. El hombre oscuro. Hace con ella lo que quiera, puede tomar su vida a su parecer y decidir lo que puede o no hacerle. Él es su dueño, o es lo que le ha metido en su cabeza. La...