Capítulo VI

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Lo primero que tengo que mencionar es lo grande que es la casa de mi tía. Nada más entrar por esa puerta gigante te encuentras en un pasillo precioso pintado en un increíble tono salmón, iluminada la estancia por una gran araña de cristales en el techo y un armario a la izquierda donde se encuentran algunas de las cosas de mi tía, todo muy desordenado. A pesar de los esfuerzos de la dama de llaves (sí, dama de llaves, habéis oído bien), Clara, mi tía nunca cambiará, siempre será el desastre de siempre, y con los años eso nunca cambiará.

A cada lado del pasillo se podían encontrar puertas hacia las distintas habitaciones, tres a las habitaciones de mi tía y de los invitados que quisiera, en otros momentos en ellas dormían grandes personajes del panorama español, desde cantantes, hasta aristócratas. Al final del pasillo se encontraba las dos puertas francesas que llevaban al salón, enorme, y precioso, con muebles antiguos desperdigados en un desorden ordenado que solamente conoce mi tía, y que soporta Clara, porque a mí, con lo maniática que soy, a veces me dan dolores de cabeza.

Pero si tengo que decir la verdad las habitaciones que más me gustaban, y de las que nunca salgo si no es necesario, son la biblioteca y la buhardilla. La biblioteca estaba pegada al salón, y solamente se podía entrar por una pequeña puerta que te abría un mundo de posibilidades, literalmente. Eran estanterías y estanterías llenas de libros, muy parecida a la de "La Bella y la Bestia". Son incontables las tardes que he pasado estos meses en esa Biblioteca, intentando aislarme del mundo, y la buhardilla era otro tanto. Se encontraba la entrada en el fondo del pasillo, en una escalera de madera muy antigua, y cuando pasabas por la trampilla era como entrar en el armario de Narnia, la verdad, y podías encontrar miles de cosas en esos recovecos llenos de polvo, tanto de los viajes de mi tía como de los antiguos dueños de ese piso, fotos antiguas, primeras ediciones de libros de principios de siglos, no solamente españoles sino también ingleses y franceses, etc.

La casa de mi tía era mi sueño hecho realidad, y no pude dejar de contemplarla, incluso no me di cuenta cuando Clara se me acercó y me llamó la atención dándome un toque en el hombro, acabando con mi trance.

·     Buenos días señorita Alba- me dijo acercándome una mano para recoger mi bolso.

·     ¿Cuántas veces tengo que decirte que quites lo de señorita y me tutes Clara? Que eres como la abuela que ojalá tuviera, y no la arpía que vive con mi madre.

·     Las suficientes para que me quede, es decir, nunca- me respondió con una sonrisa que siempre me alegraba el día porque no miento, Clara siempre es  la abuela que siempre he querido tener, que nunca pregunta, y siempre está ahí para mí, en los peores momentos que pasé en Madrid en estos meses, después del ACCIDENTE con Alex, Sandra y Borja, el trío del mal como los llama Andrea-"Sí, le viene muy bien el título"-.

·     ¿Cómo está mi tía? - le pregunté mientras nos acercábamos a las puertas del salón.

·      Pues como siempre, discutiendo que es su actividad favorita- me respondió divertida, y con ironía, un rasgo propio de Clara y que a sus 67 años no ha cambiado.

·     Jajajajajaja, te amo Clara, no te vayas nunca.

·     Eso nunca, señorita.

Entramos en el salón y me dejó sola con mi tía, que todavía no se había dado cuenta que estaba en la sala ya que estaba en plena discusión con Olga.

·     Hazlo de una puta vez Olga, no preguntes- le espetó mi tía mientras miraba el ordenador en su mesa de trabajo, integrada en el salón.

·     Vale, pero ten en cuenta lo que puede ocurrir.

·     Me da igual, tiene que hacerse, y punto. Nos vemos mañana.

Fue es en ese momento cuando levantó la vista para cerrar la tapa del ordenador y se dio cuenta de que había llegado y empezó la tarde porque las visitas a mi tía nunca son iguales.

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