Capítulo XIX

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Llegué reventada de Barcelona, aunque ver a Óscar esperándome en el andén lo mejoraba todo. Nos fuimos directos a su casa, cenamos unas pizzas y directos para la cama, él a la mañana siguiente tenía que hacer unas cosas con su tío sobre los bolos de noviembre y el tema de Sony, y yo tenía que ir a la librería, además de tener una consulta por la tarde en el hospital, solamente una revisión.

La experiencia en Barcelona me hizo replantearme muchas cosas, entre ellas, que dejar de darle vueltas a la cabeza, que lo tenga que ser será. Al día siguiente me levanté con las pilas renovadas.

·     Uy, ¿Y a ti qué te dieron en Barcelona? – me dice Óscar en la cocina, mientras hacía el desayuno, pasando sus brazos por la parte baja de mi espalda, casi rozando mi piel, cubierta por esa camiseta grande que me prestaba siempre que me quedaba a pasar la noche aquí.

·     Buf, no sé cariño, pero tengo ganas de hacer tantas cosas, por mucho hospital que tenga que visitar.

·     Esa es la Alba que conozco – me dice él, con una sonrisa de orgullo en la cara, dándome un beso corto, que yo quise profundizar hasta casi quedarme sin aire.

·     ¿Y esto? – me dice él, con la frente todavía apoyada en la mía, mirándome a los ojos y sonriendo.

·     Pues que me apetecía, y te he echado mucho de menos – le digo yo, sonriendo, besándolo por última vez porque sino íbamos a llegar tarde los dos.

·     Y yo – me dice él, volviendo a besarme, con más ganas, cogiéndome de repente por mis piernas y sentándome en la encimera.

·     ¿Pero qué haces? – le digo yo, riéndome.

·     Recuperar el tiempo perdido. Que una semana es muy larga.

Y vaya si recuperamos el tiempo perdido. La media hora que llegué tarde a la librería mereció la pena. No nos íbamos a ver hasta el día siguiente, yo iba ir directa a casa después del hospital, así que.

Estuve toda la mañana adecentando la Librería para un evento de una escritora que iba a ir a presentar su libro, fue un día duro, pero mereció la pena porque era una de mis escritoras preferidas, y estaba histérica porque iba a conocerla. Iba a ser una de las que organizara todo y estuviera ayudando a la autora en el turno de preguntas, y no podía estar más feliz.

Para la hora de comer me fui a casa, y la estampa que me encontré era digna de escribir un guion de televisión.

·     ¡Ah! Perfecto, Alba, ya estás aquí, que creía que tendría que llamar a loa GEOS para que te sacaran de la casa de tu novio. Has estado en Barcelona una semana chica, y no sé nada de tu vida.

·     No sabemos – dice Luis desde el salón, con el ordenador, probablemente trabajando.

·     Sois unos dramáticos – les digo yo, cogiendo una manzana del plato de la cocina.

·     Chica, sabes que tenemos razón.

·     Cuando te sale la vena de Carabanchel eres de lo que no hay.

·     Ya, lo sé. Y ahora a desembuchar.

Les conté todo viendo una peli y comiendo unas pizzas, antes de que Carla me acompañase al Hospital. La cara de ilusión que me pusieron con que tuviera varios capítulos escritos fue increíble. No sabía lo afortunada que era de tener los amigos y familia que tendía hasta una situación como esta me pone en mi sitio, dándome en toda la cara con la realidad.

·     Hasta conocí a un famosos en Barna, amigo de Andrea.

·     ¿En serio? ¿Quién? – me dice Carla, dándole una calada al cigarrillo, con la ventana abierta, a pesar del frío que hacía ya en la capital.

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