God is a Woman

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El rostro de su madre era algo que no podía describir, no pareció del todo sorprendida, al contrario, se tomó la noticia con normalidad.

Eso desesperó a la de ojos magenta.

Comenzó a gritar en busca de ayuda o algún consuelo de parte de su madre, pero ninguna palabra clara salía de sus labios

Reiji estaba con la cabeza gacha viendo como su madre comenzaba a murmurar.

Le había contado que había sido Shū y que fue en contra de su voluntad.
Pero ella simplemente le restó importancia y dijo que había que omitir totalmente el nombre de su hermano

—¡¿Por qué?! ¡Él fue el causante de todo esto!—espetó Reiji juntando las fuerzas necesarias para que su voz no se quebrara.

—Porque tú ya no tienes esperanzas, en cambio, Shū puede pasar impune de su cometido y aún seguir en esta competencia familiar —le lanzó una mirada de muerte que la hizo encogerse en su lugar con los puños cerrados.

Ambas caminaron al salón del trono.

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La furia de Karl Heinz era notable, no tardó en soltarle una bofetada que la mandó directo al piso, le exigió que le dijera el nombre del hombre con cual se revolcó, la amenazaba que iba a saberlo de todos modos y el castigo que sufriría sería peor.

Ella enmudeció y no tardó en sentir como le soltaban otro golpe.

—Ya no sirves para nada, fuera de mi vista.

Y con esas palabras, las esperanzas de Reiji fueron totalmente destruidas.

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Estuvo en confinamiento en el calabozo por unos días para luego ser mandada a una habitación aislada del castillo.

Iba a ser exiliada en unas horas más.

Estaba segura de que ninguno de sus hermanos estaba al tanto de todo lo que estaba ocurriendo, pero los rumores no tardarían en esparcirse.

Pero ella ya no estaría viva para afrontar tal humillación.

Había robado una daga de plata que tenía uno de los guardias.

Sabía que era lo que tenía que hacer.

No iba a convertirse en una deshonra y vivir en ella.

Se encerró en el baño y se metió a la tina, el escenario perfecto para su cometido.
Apuntó con la daga a su pecho y la elevó para clavarla en ese punto.

Antes que perforara su corazón, una mano enguantada la detuvo.
Miró el rostro estoico de su padre mientras que ella intentaba mantener el curso de la daga.

Obviamente, Tougo Sakamaki tenía mucha más fuerza que ella y le arrebató el objeto cortopunzante.

Se agachó para tomarla en brazos mientras Reiji no paraba de llorar.

La sentó en la cama y él se puso de cuclillas frente a su hija mayor.
Separó sus rodillas y levantó la polera a la par que bajaba los pantalones para dejar al descubierto su vientre, se acomodó entre sus piernas y colocó su oreja apegada a esa zona.

La pobre dama estaba sollozando lo más silencioso que podía mientras su padre la inspeccionaba.

—Tú lo sabes, ¿cierto? —preguntó el mayor mientras cerraba los ojos, concentrándose en el pequeño palpitar.

『Reiji』レイジDonde viven las historias. Descúbrelo ahora