Symphony

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Ya de madrugada, la nueva madre veía con ojos cansados al bulto entre sus brazos.
No durmió en lo que restaba de noche y no se le podía culpar. Se mantenía vigilante por si los amigos del monstruo volvían para tomar venganza.

No fue el monstruo quien se presentó ante la luz del alba, pero si alguien bastante parecido.

—Pensé que no la querías—la voz de su padre hizo eco en la habitación.

La niña se movió un poco ante el timbre de voz.

—Padre, ¿podría hacerme el favor de hablar más despacio? apenas pude hacer que durmiera unas horas.

El mayor miró complacido la escena.
Se sentó a un lado de la azabache y estiró los brazos.

—¿Puedo? —era un gesto obvio para que le entregara a la recién nacida.

—No te la vas a llevar ¿Cierto?—acercó un poco más a su hija a ella en claro signo de desconfianza.

El peliblanco quiso reír, pero se abstuvo.

—No querida, no me la voy a llevar, es mejor que mi nieta se crie con su madre que con un desconocido, ¿No?—Reiji sabía que se refería a ella con esas palabras.

Apretó sus labios y acercó poco a poco el bulto enrollado en una manta color menta con ositos.
Los brazos ajenos recibieron el peso y el calor del bebé. Pero sobre todo, el aroma que desprendía era fascinante.

—¿Cómo se llama?

—Yui—respondió de forma rápida, quería a su niña nuevamente en sus brazos.

—Yui... eh—miraba el rostro apacible de la infante mientras repetía el nombre en su cabeza.
La azabache estaba ansiosa, movía el pie y comenzó a entrelazar sus manos.

Karl examinó con la mirada a la mujer. Solo tenía una blusa que la tapaba y, junto con la piel expuesta, estaba sucia con placenta, sangre y otros líquidos.

—Reiji, necesitas tomar una ducha y dormir. No puedes estar todo el día despierta. —paró de moverse y se puso recta.

—Tú qué sabes...— espetó —
anoche la atacaron minutos después de que la arrancaran de mi vientre, ¿Cómo pretendes que me sienta? —su pecho comenzó a subir y bajar de forma rápida.— esas cosas pueden aparecer nuevamente y yo debo... —comenzó a subir la voz sin darse cuenta.
—No volverán a entrar a esta casa.

—¿Cómo estás tan seguro, sabes qué son? ¿Sabes por qué la quieren a ella?

El de ojos color oro asintió.
—Son demonios, al parecer uno se coló dentro del territorio cuando los curanderos ingresaron. No te preocupes, volví a poner la protección y reforzarla. Su razón de atacar es por su naturaleza, te lo expliqué meses atrás, la niña nacería dotada, como tú.

Recuerdos de su infancia comenzaron a pasar cómo una película por cabeza.
—¿Por eso no me dejaban salir, por esas cosas?

—Sí, tú no debías salir. Si ellos te llegaban a ver, serias raptada y llevada hacia el inframundo.

Vio preocupada a su hija que no mostraba signos de querer despertar.

—Tuviste un buen desempeño usando tus nuevos poderes. Me alegro que ya domines la parte importante.

—«¿Parte importante?» —pensó la azabache— Acaso... ¿poseo otro poder aparte de las alas?

El mayor solo sonrió para luego mecer a la niña.

—Ve a ducharte, descansa un poco.
Yo me quedaré con ella.

Entrecerró los ojos y de forma reticente de encaminó al baño, sacando unas toallas de paso.

『Reiji』レイジDonde viven las historias. Descúbrelo ahora