TRES

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Tenía tres tatuajes, pero solo dos estaban a la vista

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Tenía tres tatuajes, pero solo dos estaban a la vista. Uno era una pluma, ese estaba a lo largo de mi cuello, justo del lado derecho. El otro era una brújula, estaba sobre mi pecho del lado izquierdo. Y el símbolo de la dopamina en el dorso de mi muñeca.

Todos en la escuela me juzgaban por ello, sin conocer el significado. Desconociendo que los peores monstruos a veces se escondían debajo de un traje.

Cada mañana maldecía una y otra vez tener que ir a la cárcel que todos llamaban escuela. El camino se me hacía horrorosamente largo, yo debía ir caminando porque no nací con la habilidad para conducir. La poca paciencia y la desconcentración eran enemigas mortales a la hora de conducir según JJ, dos cosas de las cuales yo estaba dotada.

Al llegar, me detuve frente a los dos edificios que componían la escuela, todo estaba tranquilo porque ya estaban en clases, había perdido la primera hora. Lucy estaba de pie al lado del edificio A, por la forma en que movía el pie, suponía que no estaba nada contenta.

—Alguien no tuvo una linda noche―tarareé.

Ella bufó.

―Tú pareces estar de buen humor. ¿Algo que quieras contarme?

Arrugué el ceño y negué con la cabeza.

—Ya sé que estas saliendo con Ryan. ¿Pero te gusta realmente? —dijo con reproche―. Se supone que somos amigas.

Miré a nuestro alrededor, incapaz de sostener su mirada acusadora.

—¿Lo crees?

—No creo que te interese una relación Braden, pero sí te conozco lo suficiente como para saber que te encanta jugar al gato y el ratón. Ryan es peligroso. Estás jugando con fuego y vas a quemarte.

—¿Y si soy fuego también? —le pregunté un poco molesta.

—Hay rumores sobre él y ninguno son buenos.

Nos callamos unos segundos en espera de que dos estudiantes pasaran, y retomar la conversación.

—De mi hay miles de rumores y ninguno son mejores que los de él, y tú sigues conmigo—le recordé.

—Pero vivo alerta Braden, y el día que las cosas se pongan feas me aparto. Eres la única a la que puedo llamar amiga, pero no voy a arriesgarme con tus desastres, todo tiene un límite.

Sus palabras me hicieron un hueco, pero eran más ciertas que la existencia del cielo. Y la puta verdad siempre dolía.

—Yo no espero que te quedes—le dije en un tono casual.

—Me alegro de que entiendas.

—Me alegro de que sepas cuando apartarte de mí.

Un incómodo silencio.

Romeo, no soy tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora