ONCE

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Me levanté muy temprano para alistarme, según me había dicho el ñoño iríamos a un club a las afueras de la ciudad. Anoche en su casa pasamos la mayor parte del tiempo discutiendo sobre el día de hoy, me di cuenta de que era muy terco y obstinado, también llegamos a la conclusión de que en eso éramos iguales, probablemente lo único que teníamos en común. La parte más incómoda fue a la hora de cenar, su madre me había invitado a quedarme, yo salí corriendo.

Me vestí con los pantalones más decentes que tenía y una camiseta pulcra, iba a estar rodeada de personas que se escandalizarían por cualquier cosa —palabras del ñoño— debajo me puse el bikini. Mi cabello lo peiné en una trenza y no me puse nada de maquillaje.

Cuando estuve lista, le dejé la comida a mi gato y con discreción miré a JJ dormir en su habitación. A pesar de que no me gustaba, me tomé una gran taza de café. Pasé toda la noche despierta pensando en aquel hombre que me llamó Julieta. Las cosas seguían mal con mi hermano, así que no le había contado.

Agarré mi bolso y salí de la casa, estaba un poco nublado, en el patio había lodo y soplaba una brisa fresca. Nos reuniríamos en la calle donde el me dejaba, aun me negaba que supiera donde vivía.

No me sorprendió que ya estuviera esperando, cuando me alcanzó a ver se bajó del auto. Estaba usando unos pantalones cortos, y una camiseta más ajustada de lo que normalmente la usaba, unas vans azules, su cabello estaba descompuesto y no llevaba sus lentes. A simple vista no parecía tan ñoño. Era lindo.

—Buenos días—dio dos pasos adelante.

—Cállate, es temprano para estar gritando.

Se apresuró a la puerta del pasajero y la abrió.

—Ganaste esta vez, Sam.

—Dijiste mi nombre sin que ten den arcadas.

Nos subimos al auto y lo puso en marcha. Me miraba de reojo y yo hacía lo mismo.

—¿Qué me miras? —solté.

—Nada—dijo casi de inmediato. Me quedé mirándolo fijamente con una ceja enarcada— mmmm... Es que te ves rara.

—Oh gracias.

— No es rara de fea, es rara de diferente.

No contesté. Si debía verme muy diferente sin maquillaje y un peinado que no iba conmigo.

—Tengo fe en que el clima mejore—dijo con la vista en el camino.

—Tu intento de conversación es patético.⸺ me reí.

—Al menos lo intenté—dijo con un tono de humor.

Media hora después estábamos subiendo por un camino rural, bordeado de árboles. Estábamos rodeados de pura naturaleza, bajé el cristal para sentir la brisa fresca. Cuando él se estacionó salí de auto sin dar tiempo a que Sam intentara abrirme la puerta. Salió con su mochila aún lado y caminamos hacia una enorme casa de madera, sofisticada. Todo parecía de otras épocas, desde la enorme lámpara en cristal en el centro de la casa, parecían diamantes relucientes. En las personas que se encontraban, busqué con la vista la pequeña mocosa rubia pero no estaba. Automáticamente empezaron los saludos, debía dar crédito a que no eran la bola de ñoños que esperaba.

Romeo, no soy tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora