Si quieres leer la historia de una chica tierna y encantadora que se enamora del chico malo y descubre que es capaz de hacer cualquier cosa...
ESTA NO ES TU HISTORIA.
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Tres años después.
El asesino lo iba a atrapar, su única opción era regresar a la casa y tratar de encontrar un objeto que sirviera de arma, pero el miedo controlaba su mente. En un solo parpadeo su vida acababa. El asesino bajó el cuchillo hasta clavarlo en su abdomen, el terror en su cara era fascinante.
Mientras veía la película, pensaba constantemente sobre lo que debían sentir las personas segundos antes de morir. Era un tanto morboso pero yo pensaba constantemente en esto, después de todo éramos hijos de la muerte.
Según decían, era como sumergirse lentamente en el agua y luego flotar en un río pacífico. Por supuesto yo no creía nada de esas tonterías, nadie podía afirmar cosas que no había experimentado.
Detuve la respiración cuando el asesino puso su atención en la más joven del grupo. Sentía el deseo de gritarle que corriera de ahí. Era increíble la adrenalina que corría por mis venas sin haberme movido de mi asiento. Me mordí las uñas cuando el asesino abrió la puerta y apagó las luces de la habitación.
Algo peludo rozó mis pies. Bajé la vista con espanto y encontré a mi gato, Theodore.
La película continuó y yo seguí gritándoles a los personajes lo que debían hacer. El timbre de la casa sonó, todos mis sentidos se pusieron alerta. Me puse en pie y fui a observar por la ventana. Cerré la cortina cuando observé unas sombras moverse por los arbustos del frente de la casa. Llevé una mano a mi corazón acelerado y respiré profundo. Fui directo al rincón de las escaleras donde mi hermano guardaba el arma para emergencias, un bate de béisbol.
Miré al reloj, faltaba poco para media noche. No me asustaba una película de terror, la vida real era mucho peor.
La brisa fría de la noche hizo que se crispara mi piel cuando abrí la puerta. Sujeté el bate con fuerza y traté de acostumbrar mis ojos a la penumbra de la noche.
―Braden―escuché que susurraron mi nombre.
―¿Quién está ahí? ―mordí mi labio inferior.
Entonces una figura alta salió de entre las sombras, era Ryan y traía a mi hermano sujetado por un costado.
—¿Qué ha pasado? ―tiré el bate al suelo y caminé hasta ellos—¿Está ebrio?
—Estoy herido—gruñó mi hermano.
Su frente brillaba con sudor, haciendo que su espeso cabello negro se pegara a su piel. Su camiseta tenía una enorme mancha de sangre. Me crucé de brazos y miré a JJ con fastidio.
―Estoy cansada de tus peleas. Algún día no tendrás tanta suerte de quedar vivo.
—¡Me asaltaron Braden! ―me gritó.
Ryan asintió con la cabeza.
Les abrí paso para que entraran. Cuando cruzamos la puerta, la cerré con seguro y empecé a desplegar las cortinas de las ventanas. Eché una última mirada hacia la calle, antes de poner mi atención en JJ.
—Con cuidado que duele—se quejó mi hermano cuando Ryan lo dejó en el sofá.
—¿Quién te asaltó? —pregunté con curiosidad. Temía que fuera uno de los buscaban peleas con él todo el tiempo.
—En mi bolsillo dejó una tarjeta con sus datos, ¿Quieres marcarle? ―dijo con fastidio.
Caminé al baño, busqué gasas, alcohol y vendas. No era la primera vez que curaba una herida de mi hermano. Cada vez eran más frecuentes, y eso me asustaba. Nos perseguía aquello de lo que huimos.
―Creo que sería mejor llevarte al hospital.
JJ me miró con dureza.
―Solo cura la maldita herida―dijo con impaciencia.
Apreté los dientes y empecé a curar la herida. Él cerraba los ojos y suspiraba cada vez que la gasa empapada de alcohol escocía su piel. Le coloqué el vendaje a regañadientes.
―Ahora tráeme una cerveza―me ordenó.
―Debería dejar que te mueras imbécil.
Salí de la sala antes de terminar de perder los estribos. En el pasillo contiguo a la cocina, se encontraba Ryan. Estaba de espalda a mí y pude ver que su vista estaba clavada en la pared, donde estaban colgando algunas fotografías mías y de JJ.
Él era un enigma para mí, su actitud era imponente y misteriosa. Desde que lo conocí no podía dejar de compararlo con un león, una criatura fascinante y al mismo tiempo peligrosa.
Me fijé en sus hombros anchos y luego bajé la mirada a la parte donde sus jeans se ajustaban. Su rostro se giró, y mis ojos se encontraron con los de él, que eran como miel.
—Solo estaba analizando algo—dije a la defensiva.
—Si quieres me quito la ropa―enarcó sus cejas sugestivamente―, digo para que no estorbe con tu análisis.
―No seas estúpido. Mejor dime qué tanto miras...
Dio un paso hacia mí.
―Justo ahora, te miro a ti.
El tono que le dio a sus últimas palabras, me hicieron un nudo en la garganta. Él sonrió. Yo apreté los dientes cuando me di cuenta de su juego. Ryan siempre me observaba como si conociera mis pensamientos más íntimos. Delante de su mirada me sentía desnuda.
―No soy una de tus amiguitas, maldita sea, no juegues conmigo Ryan.
Volvió a sonreír y mis ojos traicioneros examinan sus labios.
―No tengo amiguitas, estoy muy ocupado siendo todo tuyo.
Intenté alejarme de él, pero se interpuso en mi camino. Estaba tan cerca que percibía su aroma y vi una cadena que colgaba de su cuello, en ella iba enganchado un anillo de compromiso.
―Y se que tú quieres ser mía―susurró.
―¿Podrías tener la amabilidad de irte al infierno?
Me miró a los ojos y otra vez lo estaba haciendo, sentía que estaba escarbando dentro de mí, desvistiendo mis pensamientos con su mirada.
―Oh cariño―enroscó un mechón de mi cabello entre sus dedos―, entonces allí te espero.
Y por alguna razón, sus palabras sonaron a promesa.
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Holaaaaaa polluelos!
Si estás aquí releyendo la novela, gracias por tu paciencia y espera, si es tu primera vez leyendo esta historia, te invito a que disfrutes.
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