CINCO

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 Los últimos días se convirtieron en una tortura. Borré el mensaje de inmediato y decidí no contarle nada a mi hermano. Podía ser una mala broma porque no volví a recibir más textos.

Entre la incertidumbre por saber quién era el autor del mensaje, tener que quedarme una hora más en la escuela estudiando y ser perseguida por Ryan, sentía que colapsaría en cualquier momento.

Sentada en el pupitre, sentía que vivía la hora más larga y aburrida, debía leer un capítulo de un estúpido libro sobre guerras y analizarlo para luego entregar un reporte. Debía reconocer que me estaba comportando como una reverenda idiota con el chico, llegaba tarde, hacía que me explicara una y otra vez la misma cosa, hacía mal todo lo que me pedía e intentaba intimidarlo todo el tiempo. Mi plan era hacer que el renunciara para que el director se diera cuenta de que no lograría nada con un tutor.

Solo hablábamos cuando él me explicaba, a lo que yo a veces ni siquiera le respondía. Siempre estaba leyendo, y por lo que podía ver eran cosas para personas inteligentes, lo sabía porque nunca había leído de esas cosas, por ejemplo Shakespeare. Se envolvía en sus libros y se olvidaba de mí o de cualquier cosa que pasara a su alrededor. Cuando no estaba leyendo, estaba escribiendo en una gastada libreta, que parecía sobreviviente a la segunda guerra mundial.

A pesar de mi poca colaboración, él se mostraba amable y comprensivo. Todo en él gritaba "siempre hago lo correcto". Para completar su residencia en ñoñolandia, lo escogieron para estar en el comité estudiantil de último año. No me sorprendería que fuera de la clase de personas que aspiran cambiar el mundo.

Por supuesto la única que sabía que tomaba tutoría era Lucy, no podía arriesgarme a perder el respeto que me había ganado en la escuela. Yo era Braden la rebelde, impulsiva e incontrolable, que no cedía ante las autoridades escolares, una vez que supieran que me supervisaba un ñoño todo se iría al carajo. Por eso él y yo teníamos un pacto silencioso, fuera del salón ni nos mirábamos.

Me gustaría decir que él estaba tan desinteresado en mí como yo en él, pero no podía. A veces en el almuerzo lo encontraba mirándome secretamente, en los pasillos intentaba hacer contacto visual y me temía que no se acercaba a mí porque siempre andaba con mis amigos, que por así decirlo parecíamos un grupo de matones.

Cuando terminamos la sección de hoy, tomé mi mochila y salí sin decir nada. No me importaba si él estuviera explicando algo o yo estuviera en medio de un ejercicio. Desde que veía que eran las tres en punto salía literalmente corriendo.

—Braden.

—Se pronuncia Brei-den.

Me detuve un extrañada de que me llamara. Me giré y él estaba extendiendo un libro hacia mí. Si era sincera, él no era feo en lo absoluto. Su rostro era dulce, pacífico y sin cicatrices o acné, para completar tenía esos pequeños hoyuelos cuando sonreía. Sus labios eran finos, delicados y un poco rosados. Fui consciente de que estaba parada frente a él mirándolo de manera abierta, él también se dio cuenta y estaba segura que se sonrojó. Pensé que lo había visto todo, internet, el hombre en la luna, pero un chico sonrojándose era lo último.

Romeo, no soy tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora