Capítulo 1.1

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—No estás siendo justa —se defendió Lea—. Miranda es un abogado increíble. Puede que sus notas no lo corroboren, pero la teoría y la práctica son dos cosas distintas, y él tiene superada la parte importante. Utiliza tu querido ordenador para husmear en su lista de casos y verás que tengo razón. Solo ha perdido los juicios que maneja ese tal Torres, el juez con el que tuvo una pelea hace seis años. Puedo aprender mucho de él —repuso. «Si le saliera de los cojones enseñarme», estuvo a punto de añadir.

—Mira, entiendo que no quieras dejar el trabajo. Este sitio es la leche. Pero creo que no te están valorando como mereces. ¿Por qué no solicitas ser la adjunta de otro socio? El que te hizo la entrevista está buenísimo y parecía serio. Te alegras las vistas y encima dejas de ser la esclava personal de un tío con los huevos como camiones.

«Esa no es la descripción que yo habría hecho sobre sus huevos».

—Lo he pensado, pero Leighton odia a los asociados. Trabaja solo, y cuando necesita algo, se lo pide a un junior aleatorio. Además de que Miranda me necesita —declaró, sin ningún orgullo. Ojalá no fuera verdad, u ojalá la necesitara para otras cosas—. Sin mí no daría abasto.

—Santa Galilea de Francia, la mártir que todos los misóginos necesitan —pronunció, formando un letrero con las manos.

—¿Perdona?

—¿Me vas a decir que no es un misógino? La única explicación que yo veo para que no te dé trabajo decente, es que eres una mujer y se siente amenazado por tu cerebro de Megamind. Te recluye en este cubículo firmando patentes y emancipaciones, documentos de los que podría encargarse mi gato, porque sabe que si te da un puesto de poder lo acabarías desbancando. Sé que eres muy humilde...

—No soy humilde. Sé que soy la mejor.

—Pues tienes una forma muy graciosa de demostrarlo, dejando que ese imbécil que te menosprecie. Llevas trabajando para él un año y medio, y sigues yendo a por sus cafés porque está demasiado ocupado siendo una zorra con todas las secretarias del bufete.

—Si bajaras la voz te lo agradecería muchísimo.

—¿Es que no te da coraje? —exclamó por lo bajo—. Me lo da hasta mí, y no debería porque se supone que gracias a tu sueldo vivo bien.

—Pobre Shanghái, debe pasarlo muy mal viendo Netflix dieciséis horas al día.

—Oye. —La apuntó con el dedo—. Puede que mi vida sea una mierda, pero lo es porque yo lo he elegido, así que no me puedo quejar. Tú no puedes decir lo mismo.

—Bueno, ¿y qué sugieres? —espetó Lea, agarrando la bolsa del almuerzo con un movimiento airado. La abrió y sacó el plátano—. ¿Que le ponga una denuncia? Es una buena persona, Shan.

—Yo también soy una buena persona y dejé a mi novio por WhatsApp. La gente buena hace las cosas mal, Galilea, y por eso merecen un escarmiento. Entra ahí. —Señaló la puerta de salida. Lea imaginó que se refería al despacho de Miranda. La mujer no tenía la culpa de haber suspendido el test de orientación espacial—. Entra ahí y dile que o empieza a tratarte como lo que eres, una jodida abogada, o te largas.

—Es muy pronto para enfadarme. Solo son las ocho de la mañana —señaló Lea, intentando mantener la calma. Peló la fruta con movimientos bruscos y le dio un mordisco con cara de pena. Hizo un puchero con la boca llena—. No quiero armar una escena.

—Pues púdrete afeitándole las bolas a tu jefe durante el resto de tu vida. Estás sacrificando tu tiempo de trabajo y también tu tiempo libre —porque te recuerdo que no te deja marcharte hasta que se cansa de que seas su esclava— por un empleo que no se corresponde con tus habilidades y, sobre todo, tus sueños. Tú sabrás lo que haces. Me voy, que he quedado con un tío para un rol de Harry Potter a las nueve. —Se ajustó la chaqueta, levantando el cuello y cubriéndose como si no hicieran veintidós grados allí fuera—. A lo que había venido: me da igual lo ocupada que estés. Más te vale no dejar de comer. La comida es lo que hace soportable nuestra existencia, es un delito que renuncies a ella. Y no quiero un culo anoréxico en mi casa mientras pueda evitarlo.

Desatar a la bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora