Capítulo 5

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Cuatro días más tarde...

Con un gran bostezo abrí la nevera y cogí la leche. Me senté en el taburete y llené mi vaso. Cogí dos galletas de chocolate y me llevé una a la boca. Mastiqué su dulce sabor antes de que la otra galleta fuera arrebatada de mi mano. Le gruñí a Danielle mientras esta se sentaba enfrente de mí. Le gruñí en señal de que me la devolviera pero ya la había masticado. Durante estos últimos cuatro días me estaba dando cuenta de que pasaba demasiada hambre, y eso me ponía de mal humor. Había renunciado a mis desayunos completos, a mis comidas repletas de carbohidratos y a las cenas pasadas la medianoche, pero no podía renunciar a que alguien me robara una galleta para mi desayuno. Sabía que me quejaba, y que no estaba del todo mal dejar atrás mis viejos hábitos, pero esto era sacrificarse demasiado. Mi desayuno era sagrado.

Me levanté del taburete y abrí un armario. Cogí otra galleta ante la atenta mirada de mi amiga. Volví a mi sitio y me la comí.Deliciosa.

-¿Sabes qué? Admiro tu fuerza de voluntad. Yo no podría – dijo Dani bebiéndose la leche.

Reprimí una mueca y la ignoré. El estado en el cual me encontraba era mucho peor que cuando me venía la regla, tenía los sentimientos a flor de piel y nada los saciaba. Sin embargo, calmé un poco mis ganas de abalanzarme sobre ella y tirarla de los pelos. Tan solo era una galleta... Estuvimos hablando un poco más hasta que Lia se presentó en la puerta de la cocina. Volvimos nuestras miradas hacía ella,ante las ojeras que se le formaban en sus preciosos ojos azules. Todo eso por culpa de Danielle. Sabía que cuando mi amiga se fue de mi habitación al negarle dormir conmigo hace cuatro días se había ido al de Lia, con la esperanza de que ella si la dejase. Pero lo que más me sorprendió era que ayer también durmieron juntas, por el dichoso miedo de mi otra amiga. Mientras que Dani estaba perfectamente, Lia bostezaba y se restregaba los ojos con las manos.

-¿Y esas ojeras?

Lia y yo nos miramos entre nosotras al escuchar la pregunta de nuestra amiga. El tono tan inocente con el que Dani lo había dicho me hizo gracia. En realidad, se daba cuenta de que el estado físico en el que se encontraba Lia era, a medias, culpa de ella, pero aun así no dijo nada más. Solo nos limitamos a desayunar.

-¿Qué os parece ir hoy a la playa? – preguntó la de las ojeras.

-Me parece bien, hace una calor... - objetó Danielle mientras se limpiaba las manos con una servilleta. – Amanda, ¿tú vas a salir a correr?

-Sí,pero podemos ir por la tarde. Además, quería ir a un sitio dónde contrataban a chicas para camareras. Por cierto, ¿cómo vais con lo de buscar trabajo?

-Fatal– dijo Dani bajando la cabeza – no hay manera, es muy difícil buscar trabajo en Miami.

-Y tanto... - la apoyó Lia.

Negué con la cabeza ante la negatividad de mis dos amigas. Sabía que todo esto se lo estaban tomando en serio. Sin embargo, nada de lo que hacíamos daba resultado. Durante los últimos cuatro días estuvimos intentado que alguien nos contratase pero no obtuvimos lo que esperamos. Todas éramos rechazadas tarde o temprano. Por eso, tanta negatividad de parte de ambas, aunque me molestaba, lo entendía. Y nos frustraba... necesitábamos encontrar un trabajo cuanto antes,necesitábamos dinero.

Me levanté de la silla y dejé a mis amigas en la cocina. Entré en mi habitación y abrí el armario. Saqué ropa deportiva y justo cuando iba cambiarme de ropa, me fijé en la patinete de skate apoyada en el interior. Dejé la ropa en el borde de la cama y me agaché para cogerla. Era bastante grande, así que supuse que no sería de un niño. Me senté en la cama y puse el skate en el suelo. Puse un pie encima y lo balanceé, arrastrando la patinete hacia delante y hacia atrás. Sin embargo, en ese momento recordé aquella vez en la que mis padres me llevaron a una tienda de juguetes. Sonreí con tristeza. Sabía que aquellos recuerdos jamás volverían, sabía que mis padres no volverían. Volvía a guardar el skate en el armario, y me cambié de ropa.

En mil pedazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora