CAPÍTULO 17

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Estaba histérico y yo preguntaba cosas sueltas, lo primero que se me venía a la cabeza, pero no me dejó nada claro porque me dijo dónde estaba y me cortó. El Felipe me movía los labios para no interrumpir la conversación aunque el Camilo ya me había colgado, solo que yo seguía con el celular pegado a la oreja.

Se me pusieron los ojos llorosos por la preocupación; era de noche ya, la dirección que me había dicho estaba un poco lejos, yo no tenía como ir pa' allá y no sabía nada. ¿Por qué chucha me daba esa responsabilidad a mí? Era terrible inútil en esta situación.

Era muy probable que por la preocupación en mi cara y las preguntas sin respuestas que había hecho, el Felipe cachó casi todo y me agarró del brazo.

—Vamos, yo te llevo.

Con eso había recuperado un poco la esperanza. Se fue corriendo a su casa a buscar las llaves de su auto y yo me quedé esperando a que abriera. Nos subimos rajados y, como conocía poco Santiago, le indicaba más o menos a donde teníamos que ir.

Fue un viaje, por decirlo así, fúnebre; si le hablaba, era con cuea pa' decirle adónde había que doblar o si tenía que seguir de largo, ni la radio estaba prendida. Yo tenía un dolor muy fuerte en el pecho, le mandé mil whatsapps al camilo pero no me respondía ninguno, ni siquiera estaba en linea y lo único que hice todo el trayecto fue imaginarme puras hueás que me hacían doler la guata.

Fue ahí, cuando el auto dobló en una esquina, que vi a dos hueones, uno acuclillado dándonos la espalda, y otro sentado en el piso contra una pared. Me desabroché el cinturón aunque el auto todavía estaba andando, no veía la hora en que llegáramos, se me había hecho eterno el trayecto, y por alguna razón, aunque no los veía muy bien, sabía que uno de esos era el Camilo.

El Felipe frenó muy brusco, en un lugar en el que probablemente ni podía estacionarse. Los dos nos bajamos del auto como si fuera a explotar y corrimos hacia ellos, el que estaba acuclillado se dió vuelta y pude verlo.

—Javi, llegaste— me dio un abrazo y pude respirar cuando supe que estaba bien.

Quería puro llorar, llorar como la mamona culiá que soy.

—¡¿Andrés?!— El Felipe corrió hacía el hueón que estaba tirado y casi me da un infarto.

Entendí por qué la preocupación del Camilo; mi hermano estaba hecho mierda en el piso. Solté al hueón sin pensarlo dos veces y me lancé al suelo para ver mejor al Andrés. Tenía sangre en la cara y un ojo hinchado. El Felipe solo lo alzó sin preguntar y yo miré al Camilo buscando respuestas, pero este tenía los ojos cerrados con mucha fuerza y se pasaba la mano por el pelo con frustración.

¿Este culiao había hecho todo esto?

No tenía casi nada, uno que otro raspón y más de una vez se había agarrado a combos con alguien, pero... ¿mi hermano? No podía creer esta hueá

Corrí a ayudar al Felipe que estaba acostando al Andrés en los asientos de atrás, me senté con él y apoyé su cabeza en mi falda, era alto y obviamente no entraba cómodo pero si lo poníamos de otra forma, los movimientos del auto lo iban a molestar, además, ni cagando era capaz de mantenerse sentado. El Camilo hizo de copiloto y desde atrás me pude fijar que miraba el piso todo el rato, tenía ganas de sacarle la chucha y si no lo hice fue porque estaba pendiente de mi hermanito. Se me escapan un par de lágrimas, no voy a negarlo, en parte, porque el Felipe puteaba a cada rato y me alteraba más de lo normal.

Si el viaje anterior fue horrible, este era peor.

Le empecé a hacer cariño en el pelo al Andrés, pero me paró, poniendo su mano arriba de la mía y apretándola fuerte. Tenía muchas ganas de ponerme a llorar brígido y aun así trataba de mantenerme ¿por qué, si estaba en todo mi derecho? No sé.

Esta Hueá se Descontroló Donde viven las historias. Descúbrelo ahora