CAPÍTULO 11

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—¿Y qué sabes tú?— mi tía tenía cara de que la iba a seguir cagando. —Mira que los niños a esta edad...—

—Sí. Qué sabí si yo no te miento cuando te digo que salgo con mis amigos.— ¡¿POR QUÉ CHUCHA DIJE ESA HUEÁ?!

La Andrea me dió la razón pero mi mamá miró al Andrés y los dos se cagaron de la risa.

—Mi amor, usted me cuenta todo— me puso un mechón de pelo atrás de la oreja —estoy segura de que me contarías algo así—

—Te enteraste de mi primer beso como dos años después— ni la miraba porque la hueona se seguía aguantando la risa y el Andrés culiao se hacía el hueonsito sin opinar nada.

—Eso es lo que tú piensas. Yo me entero de todo.

Que miedo.

—Tú, Javi— empezó a hablar la Andrea —, siempre con protección, aunque te digan que no. Es más, si necesitas, me puedes pedir a mí.

Sabía que la iba a cagar en algún momento.

¿Por qué estábamos teniendo esta conversación tan imbécil? ¿Por qué sólo yo estaba incómoda hablando de esto?

Me levanté antes de que siguieran hablando más hueás y que me diera un colapso mental. Fui derechito a la cocina a dejar mi plato y, como obviamente no iba a seguir pasando el rato con la familia culiá cagá del mate que me tocó, agarré un calzón roto y me lo llevé pa' la pieza.

Pasé por el comedor y ya estaban agarrando pa'l hueveo a mi hermano.

Así me gusta.

Entré a mi pieza y me tenté con la cama. Me saqué los zapatos y, después de que me terminara de comer ese calzón roto hecho por los dioses, me dormí. Cuando comía más de lo que mi dieta para un físico perfecto de verano requería, me daba sueño.

Me desperté porque alguna criatura carente de cerebro me puso algo a todo volumen en la oreja. Salté y le manotié lo que sea qué haya sido al saco de huea que se atrevió a despertarme.

Tenía los ojos cerrados todavía por que me había despertado de golpe y cuando los abrí, vi al mal parido, hijo se su putísima madre del Martín.

—Que pendejo de mierda— dije para mí.

El enano culiao se empezó a reír y para su mala suerte, eso me irritó más que la chucha. Lo agarré de la muñeca y le dije bien clarito;

—Tú me vuelves a hacer eso y te reviento, bien reventada, la cabeza en la pantalla de esta hueá.— el maricón hizo el amago de irse pero lo tironié hacia mí —y que ni se te ocurra acusarme.—

Obviamente eran solo amenazas pero él no lo sabía ¿no?

A parte, nadie lo obligó a meterse con mi siesta.

Bajé terrible enojada, me senté en uno de los sillones del living y cerré los ojos porque seguía teniendo sueño. Estaba más incómoda que la chucha  pero mi mi hermano, como siempre, estaba durmiendo en el grande así que ná que hacerle.

—Javi, vamos a ir a comprar pan pa' la once— escuché a mi mamá saliendo y le respondí con la cabeza porque ya me estaba quedando dormida.

Que vaya con el pendejo. Que vaya con el pendejo. Que vaya con el pendejo.

—Vamos con el Martín.— ¡VIVA CHILE, MIERDA! —No llevo llave, así que atenta para abrirnos—.

Era cuático el silencio en la casa después de que se fueron. No éramos ruidosos, excepto cuando estaban los amigos del Andrés o lo mios, mi mamá no era de traer gente a la casa, así que no estábamos acostumbrados a la bulla aquí.

Y el Martín la cagó.

Sentía que hace caleta de tiempo la casa no estaba tan tranquila pero me duró dos minutos porque sonó el timbre.

Típico de mi mamá que se le olvidaran las cosas.

Me quedé un ratito quieta pa' cachar si el Andrés había escuchado, pero no, así que me levanté rápido para que la jefa no me putiara por no apurarme.

Mientras abría la puerta yo ya había empezado huearla —¿Qué se te quedó aho...?—

Efectivamente no era mi mamá, a menos que se hubiera convertido en hombre, específicamente en el hueón de mis sueños.

Alto, ojos y pelo café oscuro, piel bronceada y ropa... bueno, creo que estaba con pijama pero ¿qué chucha me importa? Tenía a un hueón perfecto parado en la puerta de mi casa.

Dios, hasta yo creo que no me merezco esto, pero si deseas regalármelo, lo recibo y acepto humildemente.

—Hola— El cabro sonrió muy incómodo y yo no le respondí. Estaba dormida ¿ya? —Ehh... Soy Felipe, tu vecino... Me cambié de casa hace poco— apuntó la casa de al lado y cerró los ojos como diciéndose "deja de hablar tanto ahueonao".

—Hasta su sonrisa es perfecta po', no hueí.— De puro babosa culiá pensé eso en voz alta. Igual me quería morir un poquito.

—¿Qué?

—¿Qué?—Puse en marcha el plan "hazte la hueona a toda costa" y se cagó de la risa. Sí, nuevamente, mostró lo perfecto que era. —Perdón, me despertaste con el timbre y todavía sigo hueona— mentira cochina, soy así el noventa y nueve porciento del tiempo. —Javi— me presenté.

—Disculpa... esto— apuntó su cuerpo perfectamente diseñado —Le tengo que dar un remedio a mi gato y se pasó a tu patio—

—Sí, obvio, pasa— el hueón entró y le eché una pequeña vista trasera.

En mirar no hay pecado, como dice mi mami y efectivamente el hueón estaba bueno desde todo punto de vista.

Estaba hecho con amor el culiao.

—Es linda tu casa— Tres puntos más por educación. El Andrés justo se movió y llamó la atención. Gracias al tatita Dios, seguía durmiendo porque o sino estaría paqueando brígido al vecino. No lo había pensado antes.—¿Tu pololo?—

No sé si me dio más asco que risa o al revés, la cosa es que me empecé a reír como enferma de la cabeza porque este hueón me estaba poniendo un poco nerviosa.

—¡Es mi hermano!— Dije, muerta de risa para disimular la pena propia que estaba sintiendo —Ehh... patio... sí... por acá, ven— cambié el tema rapidito.

A penas salimos estaba el gato, el vecino se agachó y lo empezó a llamar. Fue la hueá más tierna que vi en todo el día, estaba muy sorprendida de lo lindo que era.

—Jack— lo llamaba despacito para que no se asustara y, a parte, movía la mano para atraerlo. La hueá eso sí, me estaba atrayendo más a mí que al gato, hasta yo quería ir y que el hueón me hiciera nanai.

Estuvo un ratito corto así, hasta que su gato se acercó y el hueón lo alzó. Después lo acompañé hasta la puerta —Buena, gracias— me sonrió todo lindo —. Cualquier cosa que necesites voy a estar al lado; te la debo—

¿Y si digo que necesito a un hueón como tú?

—Igualmente— le sonreí de vuelta.

Se estaba yendo por la calle y justo venía mi mamá con mi tía y el Martín.

Para qué decir que la jefa venía con cara de "mañana mismo la mando a un convento" y la Andrea con cara de "te dije que metía hombres a escondidas en tu casa".

Esta Hueá se Descontroló Donde viven las historias. Descúbrelo ahora