—Explícame.
—Ma...
—Me voy dos segundos y ya tení metido a un pendejo en la casa— Ojalá hubiera estado aquí pa' las cosas que ella estaba pensando —¡Le vi la espalda! Mijita te conozco y esa espalda... uff—
—Punto uno, no me tratí de mijita por que con cuea tení cuarenta años; dos, ¿y le viste el poto?— mi mamá no estaba enojada en verdad y tenía la suficiente confianza para comentar la rigurosamente trabajada parte trasera de ese muchacho, a parte se cagó de la risa; esa era una victoria —A demás hace como una hora era la virgen más virgen de Chile—
—Ya pero eso porque no traías cabros a la casa mientras yo no estaba po'— se empezó a comer el pan de la bolsa y la Andrea se lo quitó.
—Y ¿al final?— Dijo mi tía.
—Al final ¿qué?
—Al final ¿quién es el cabro lindo po'?
—Ahh... Era el vecino que vino a buscar a su gato— sonó como las hueas cuando lo dije en voz alta y la Andrea quedó con más dudas por la cara que hizo.
—¡¿El felipe?!— mi mamá se emocionó a cagar —Ustedes jugaban cuando chicos, de hecho tu le gustabai— probablemente puse cara de impactación porque las dos se rieron—está guapo ¿o no? Aun que sólo he visto fotos.
—Y su espalda—Dijo la Andrea.
Hermano, me acababan de decir que le gustaba cuando chica a ese hueón. Es lo más cercano que he estado de gustarle a alguien lindo.
Que triste.
Después, mientras preparaban la once, me preguntaron que qué había pasado, que por qué estaba en Santiago y ese tipo de hueás.
—Hay que invitarlos a comer algún día, entonces.
Ni yo estaba tan feliz de tener a un buen partidario a ser padre de mis hijos, como mi mamá. Les quería cocinar po', ni a sus hijos.
En eso tocaron el timbre y fui a abrir, no sabía quién podía llegar a ser, pero igual mi mamá me mandó. Ná que hacerle.—De los siete millones de personas que hay en el mundo ¿teníai que ser tú?—
—Hola Javiera.
Miré la hora en mi celular —todavía no son las tres de la mañana ¿por qué te apareciste tan temprano?—
—Yo tampoco estoy feliz de verte.
—¿Qué chucha hací acá entonces? Ya se me hacía raro que no vinierai, si parecí lapa.
—Tu hermano se ofreció a ayudarme a estudiar. Así que permiso— la Carolina pasó care palo y se fue derechito a la pieza del Andrés— ¡Hola tía!— le gritó a mi mamá.
—Esta cabra culiá no me gusta nada— me dijo, despacito, mi mamá cuando volví a la cocina, pa' cahuinear un rato.
—Las cosas que le enseñai a tu hija— La Andrea la desaprovó.
—Ella me enseña estas cosas a mí— me hecho al agua sin dudarlo —A parte se lo gana po', si ni vino a saludar la pendeja maleducá.
—No la soporto— puse el medio caracho.
—¡Mamá!— encima tenía que aguantar al hueón este —¡Quiero pan con manjar!— el niñito no sabía lo que era pedir las cosas bien.
La pobre Andrea trató de decirle de mil quinientas formas distintas que no había, pero el pendejo culiao empezó a hacer pataleta porque se le había metido la idea en la cabeza.
Y anda a decirle que no a algo.
Igual me daba lata admitirlo pero mi tía se lo ganaba por haberlo criado de esa forma.
Si la otra vez me contaron que estaban en el norte y el hueón hizo escándalo porque no quería tomar desayuno porque quería leche de las vacas de Santiago. Yo ahí mismo le pego un pape que en verdad le quite las ganas de comer.
Mi mamá, entre todo el alboroto que armó el Martín, me miró con complicidad y yo no cachaba ni una —Javi ¿querí pegarte el pique e ir a comprar manjar?—
¿Es hueona? ¿En verdad lo quería seguir malcriando después del showsito que se mandó?
—¿Estai loca? ¿Cómo va a ir a comprar sola? Está oscuro ya.
—Es pa' que salga con una excusa y no tenga que seguir aguantando a esta hueona po'— ahí recién caché.
En otra ocasión me hubiera opuesto a muerte, pero dada las circunstancias era la primera vez que no tenía ganas de pegarle al Martín por una de sus pataletas.
Agarré la plata, las llaves, me puse una parka y salí a comprar la cagá de manjar. Hacía más frío que la cresta y, por lo mismo, casi ni había gente en la calle. Yo era terrible miedosa, sobre todo cuando era de noche, pero me hacía la chorita aunque por dentro estaba muy correteada.
—Hola— me dijeron de atrás a penas iba saliendo y mi pobre mente ahueoná al tiro pensó lo peor.
"Ya me mataron; me van a raptar y violar y violar de nuevo"
Ya, Javiera compórtate, ni que fuerai una pendeja de doce años.
Me di vuelta y pa' mi suerte (no sarcásticamente hablando) estaba el vecino —Me asustaste— puta que era precioso.
—Y tú ¿para dónde vas un domingo por la noche?
—¿Quetín?— me hice la interesante, aunque me salía como las hueas —¿y tú?—
—Vine a buscar algo a mi auto.
—Tu auto ¿qué edad tení?— me salió un tono de preocupación como si tuviera miedo de que me dijera "treinta y cinco".
—Dieciocho ¿por qué? ¿Me veo muy viejo?
—No, pero pensé que erai más chico— el culiao hizo como que le dolía el corazón y me reí para disimular la sensación de que la había cagado —...Por el modelo del auto— la traté de arreglar, y eso que no sabía nada de autos, hueón —Es un modelo bueno y como a los dieciocho uno está recién empezando a manejar es raro ver a alguien de tu edad con uno de esos—
Me miró con la típica cara de "está loquita pero me cae bien" y caché al toque que había hablado más de la cuenta.
¿Ya dije que su sonrisa era muy linda?
—De hecho... manejo hace mucho. Allá en Antofa como que les importa un pico si tení licencia, así que varios ya manejamos— se acomodó el pelo —Ahora te toca decirme a dónde vas—
—Mi mamá me mandó a comprar— ni cagando me seguía haciendo la interesante, de hecho me alivió que él cambiara el tema.
—¿Acá no es peligroso en la noche?— Me quedé callada y solo lo miré, pero a los dos segundos me sonrió con comprensión —Vamos, yo te acompaño—
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Esta Hueá se Descontroló
Novela JuvenilUna novela que transcurre en Santiago de Chile. A la Javi le gustan los amigos de su hermano, pero está complicada la cosa por eso de "no te metai con mi hermana", y pa' colmo está la maraca de la Carolina que le hace la vida imposible.