Capítulo 8

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Un día me levanto decidida; decidida a cruzar el pasillo y tocar la puerta de enfrente.

Mamá ha sido llamada para regresar al trabajo mañana, y ella ya tiene por seguro que está lista para volver, aunque yo lo dudo. Realmente creo que lo hace para transmitirme esa seguridad, esa confianza, pero incluso llego a creer que volver al trabajo va a hacerle bien. Enfocar la mente en otra cosa le hará mejor, le hará salir un poco de casa, ver la ciudad, hablar con gente.

Fénix ya debería haber empacado todas sus cosas, tuvo varios días para eso. Intenté llamarlo las últimas dos noches, pero nunca contestó. En realidad no me asombré demasiado, teniendo en cuenta que lo conocía y sabía que no era de llevarse mucho el teléfono consigo.

Así que abro mi puerta y me quedo esperando enfrente de la suya. Yo me encerré como un roedor por muchos, muchos días en el Gremio, pero ahora no me gusta imaginarme sola todas las tardes en las que mamá se vaya del departamento. Quizás sería bueno para mí visitarlo a él y a Marshall cuando se muden, invitar a Ashley, reunirnos un día fuera de donde estuvimos siempre: el Gremio.

Inhalo aire y toco la puerta.

Nada.

Toco tres veces más. Tampoco, nada. Espero un instante más e intento abrir el picaporte, por las dudas, pero está cerrado. Cuando apoyo la oreja contra la madera gruesa, no escucho absolutamente nada del otro lado.

Exclamo su nombre, por si acaso. Quizás piensa que soy otra persona.

—Fénix, ¿estás ahí? —espero— ¡Soy Audrey!

Nadie me responde y nadie me abre la puerta. Me pongo a hacer memoria, intentando recordar si lo oí salir del departamento hacia algún lado, pero no. Todos estos días se sentía como si no hubiese salido de su casa.

Entonces me apoyo contra la pared, exhalando un poco, y se me ocurre algo. Cierro los ojos para concentrarme más fácilmente y trato de sentir alguna esencia cercana.

Tanteo, busco, examino... Pero nada.

Me despego y regreso a mi departamento en pocas zancadas. Intento comunicarme con él dejándole un mensaje, rogando para que la suerte divina haga que Fénix vea su celular de una vez por todas. Quizás haya salido para tratar algo de la mudanza. Después de todo, es imposible que él pueda mover todas sus cosas solo. Necesitaría salir, comunicar alguna agencia para que lo ayude o algo por el estilo.

Sea como sea, no está, y necesitaré quedarme a esperar para ver a qué hora regresa.

Sea como sea, no está, y necesitaré quedarme a esperar para ver a qué hora regresa

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La puerta a mi lado se abre y me sobresalto un poco. Mamá entra, dejando las llaves sobre la mesada, y entonces me fijo la hora en mi teléfono: las seis de la tarde, y ninguna respuesta por parte de Fénix.

—¿Has salido a verlo?

Mamá sabía que iba a ir a hablar con él, mientras ella salía para hacer las compras del día. Insistió en que ahora le tocaba ir al supermercado a ella y que yo me quedara tranquila. Lo mejor que pude escoger fue mirarme otra película, pero tranquila no pude estar. Han pasado como cinco horas desde que había tocado la puerta de Fénix y ya me estoy preocupando un poco.

Gea: Unidos nos propagamos | #3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora