Me aferro al manillar de la moto y acelero. Me doy cuenta de que ha oscurecido demasiado rápido cuando por fin me concentro en el cielo, lleno de nubes oscuras. El casco me pesa cuando me obligo a volver la vista al frente, a la calle que debo doblar en la esquina. Es como si realmente no estuviera atento. Los semáforos me van pasando como si no tuvieran importancia, los bocinazos se van quedando atrás como si no existieran. Siento como si todo el tiempo tuviera la cabeza en otra parte, y eso es algo que nunca me ha gustado.
Cuando llego y aprieto el freno, me quedo un instante sentado. Ni siquiera me quito el casco. Sólo después de unos vagos segundos agacho la cabeza y me doy cuenta de que aún mantengo aferrado los manillares con tanta fuerza que se me marcan demasiado los nudillos.
Me obligo a quitar mi atención de eso, y me cuesta abrir y relajar mis manos hasta que logro separarme de la motocicleta. El pequeño farol de techo ilumina la entrada de forma tenue, anaranjada, y aunque le da un aspecto un poco viejo, el barrio en realidad es una zona agradable y tranquila.
Paso un dedo por el timbre cuando me acerco, con el casco colgando de la otra mano... y entonces me detengo.
No lo oprimo. Algo en mis músculos, en mi cabeza, me impide hacerlo. Me quedo esperando algo que ni siquiera yo sé qué es, con la cara contraída y los pies firmes al suelo. Debería tocar, estoy a sólo un movimiento de hacerlo.
Pero no puedo, y un fuerte y largo resoplido frustrado que no logro controlar es la máxima prueba de eso. Me coloco el casco de un tirón y salgo disparado hacia la moto, de nuevo, aferrándome a los manillares y haciendo rugir el motor.
Cuando estoy a sólo un segundo de arrancar y huir por la calle, algo intangible me obliga a alzar la mirada hacia allá, bien arriba.
A través de la ventana, con ambas cortinas separadas y echadas a un lado, Jota me mira desde la oscuridad de su habitación. La cara seria, el cabello cayendo a un lado. A mí se me vuelven a contraer los dedos, pero logro despegarme de esa imagen y regreso la vista al frente, exigiendo al acelerador a todo lo que puede.
Debería concentrarme cuando conduzco. Es la cuarta vez que sacudo la cabeza con la intención de concentrarme en la calle, como si así despidiera mis pensamientos, pero nada puede dejarme la mente en blanco. Tendría que haber hablado con él, con Jota, preguntarle qué fue exactamente lo que le exigieron buscar en el Gremio. Tendría que hacerlo, por el bien de Audrey. Si hay algo más que necesitemos saber, que ella necesite saber... si hay algo de lo cual tendríamos que cuidarnos acerca del Círculo, debería preguntárselo.
Pero no estoy seguro de si podría comportarme. No estoy seguro de si podría controlarme teniendo frente a mí a alguien que, siendo mi amigo y sabiendo que yo buscaba información sobre mis padres, me ocultó todo lo que sabía y se lo dio al Círculo, a Seymour, para que él lo manejara a su antojo. Quizás la poca lealtad al Gremio que le quedaba le decía a gritos que no tendría que decirme que fueron ellos quienes se deshicieron de mis padres, pero... ¿desde cuándo el Gremio estaba antes que nuestra confianza?
ESTÁS LEYENDO
Gea: Unidos nos propagamos | #3 |
FantasiTodo pareció desmoronarse de un parpadeo a otro. La ciudad, el orden... incluso la propia mente y alma de Audrey. De un pequeño error nacen consecuencias graves, y son esas con las cuales deben convivir a partir de ahora. Mientras todo se ve tan di...