22. Imposición.

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Caída la noche escucho unos golpes en la puerta. Esperando que no sea el insensible de Byakuya se anuncia la ama de llaves, abro la puerta y no dejo que me vea el rostro teñido de rojo de tanto llorar.

Agradezco por la cena que ahora mismo no me apetece tocar y me mira con tristeza. No estaré mirándola fijamente, pero reconozco la mirada de preocupación de alguien y sus gestos.

—Estaré mejor.—Es todo lo que alcanzo a decir y le sonrío como puedo. Ella sale con una pequeña reverencia sin decir una sola palabra más.

Al dejar la bandeja con comida típica japonesa en la mesilla de noche, sin querer piso un sobre. Abro bien los ojos y la levanto. Había olvidado la carta de Ukitake-san.

No lo conozco lo suficiente, pero presiento que puedo confiar en él, sintiéndome reconfortada por creer que una carta puede esclarecer unas cuantas dudas, eso no impide que corra al baño a darme una ducha rápida,  dejar de hundirme en la miseria y mucho menos darme por vencida.

Querida Kyoko:

No puedo dimensionar lo difícil que fue pasar de un mundo a otro, esta carta la escribí sabiendo lo que sucedería. Tal vez hasta suene como un espía, pero supuse que la Central 46 ordenaría tu captura. Lo supusimos quienes estuvimos bastante en este lugar, después de todo eres la "última exorcista".

Y es cierto. Has vivido aquí durante mucho tiempo, más de lo que podrías contar con los dedos de las manos, tus orígenes espero que en algún momento dado Kuchiki te los mencione, aunque dudo que lo haga al menos no en el estado en el que se encuentra después de haber perdido a quien realmente amó (y capaz lo sigue haciendo). Esto tal vez no signifique mucho, pero Byakuya y tú se conocen desde la adolescencia, tú sufriste un terrible accidente que sucedió cuando..

No estaba segura de qué andaba mal, pero empecé a sentirme muy mareada. Intentaba seguir leyendo la carta, pero las letras parecían moverse del papel, se sentía como si un agujero negro los estuviera tragando, la habitación estaba a oscuras y me sentía encerrada como si estuviera en una caja, la única luz que veía alumbraba la carta y el agujero que seguía capturando las letras de tan extensa carta. 

—No es bueno que intenten ayudarte querida Kioko, simplemente no está bien.—afirma esa voz riendo, tal persona estaba justo al lado del agujero negro. Era él quien lo provocaba.

—¿Quién eres? ¿Por qué siempre buscas arruinarme?—intenté mover los pies para acercarme dado que parecía estar cerca de mí. 

—Uhm, cualquier persona normal hubiera pedido ayuda. Eres consciente de que no puedes salir de aquí, ¿no?

—Gracias por quedarte, no llamar la atención y crear un espacio cerrado—le sonreí.—Ahora eres tú quién no podrá salir de aquí. ¡Geki! ¡Hainawa!

Tales conjuros paralizaron el cuerpo físico de la persona frente a mí, al igual que las cadenas de energía que rodearon lo rodearon por completo.

—Vaya, sabes usar perfectamente dos conjuros de Kido sin desmayarte, ¡jajajajaja! ¿en verdad creiste que me atraparías?—siguió riéndose sin más, pero seguía sin soltarse.

—¿Qué quieres?—insistí, sin ánimos.—Dudo que alguien como tú venga a jugar una mala broma.

—No vine aquí a matarte Kioko-chan.—su tono de voz no sonaba escalofriante más el honorífico en cierto modo abrazaba mi nombre. Aquello me estremeció.

La flor que nunca se marchitó. [Kuchiki Byakuya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora