Capítulo 12 - Dándose cuenta

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Capítulo 12 — Dándose cuenta

No es el tiempo ni la ocasión los que determinan la intimidad: es sólo el carácter, la disposición de las personas. Siete años podrían no bastar para que dos seres se conocieran bien, y siete días son más que suficientes para otros.

(Sentido y Sensibilidad, Jane Austen)

POV Edward

Tras una tarde llena de momentos felices dejé el apartamento de Bella, sintiendo que dejaba parte de mi en aquel lugar, quería poder quedarme allí con ellas, bañar a Maddie, ver a Bella amamantarla, luego sacarle los gases y déjale en su cuna para luego acurrucarme con Bella en el sofá y ver una película; o hacerle el amor en nuestra habitación, o simplemente dormir de cucharita hasta que nuestra hija nos despertara horas después requiriendo nuestros cuidados. Dios, ¿cómo era posible que me hubiera enamorado de Isabella Swan si la conocía desde apenas cinco días? Yo que a mis veintiocho años jamás habría estado enamorado, me había encariñado con algunas de las mujeres con las que me relacioné, pero jamás había sentido esta necesidad imperiosa de estar cerca de alguien, de verla sonreír, de abrazarla, de sentirla protegida entre mis brazos, que el simple hecho de verla sonreír me calentara el corazón. Quería el paquete completo, no solamente quería a mí hija en mi vida, quería a Bella, y no solamente como la madre de Maddie, sino que, como mi novia, mi esposa, mi mujer...

— ¿Te das cuenta del tamaño del lio en que te metiste, Edward? — Medité en voz alta cuando estuve sentado en el coche de mi madre. Encendí el motor y dejé el garaje del edificio, intenté no pensar en el asunto mientras manejaba hasta la casa de mis padres.

— Edward, ¿todo bien hijo? — Cuestionó mi madre, que estaba al otro lado del jardín, al verme bajar del coche a toda prisa sin siquiera percatarme de su presencia.

— Sí... lo siento, mamá — respondí, bajando la escalinata del porche para acercarme a ella.

— Edward, pasaste nueves meses en mi vientre, te crié por más de dieciocho años, no me vengas con el cuento de que "estoy bien, mamá," te conozco, hijo.

Suspiré y me encaminé hasta donde ella estaba, la vi quitarse los guantes de jardinería y sentarse en un banco de jardín que había cerca de ella.

— ¿Qué pasó? — Cuestionó cuando me senté a su lado.

— ¿Es posible enamorarse en cinco días? — Fui directo al grano.

Vi una ligera sonrisa dibujarse en sus labios y ella me regaló una mirada dulce.

— Ah, cariño, a veces son necesarios segundos, una única mirada y te quedas prendado irrevocablemente — dijo con la mirada perdida recordando el pasado —, así fue como me enamoré de tu padre, estaba yo caminando en dirección a la biblioteca universitaria, iba distraída, hurgando dentro de mi bolso en busca del dinero que por la mañana había soltado de cualquier manera dentro de él, de pronto choqué contra alguien y si él no me sostiene me voy al suelo, cuando alzo mi rostro para disculparme, me quedo muda, prendida en su mirada azul, él me sonríe y me pregunta si estoy bien — me cuenta ella sonriendo —, a lo que yo simplemente asiento positivamente. Mi corazón latía a toda prisa, logré tartamudear un lo siento y cada cual siguió su camino. Pasé los siguientes dos meses pensando en aquel chico, hasta que una amiga me invitó a una fiesta y allí estaba él, nuestras miradas se encontraron y Carlisle se aproximó, pasamos toda la fiesta juntos, conversamos, bailamos, así empezó todo, lo demás es historia — finalizó. — El amor es impredecible, Edward, a veces está delante de nuestros ojos y no nos damos cuenta, pues se esconde por tras de una amistad antigua, otras veces llega de la nada, y ni siempre él elige el mejor momento de nuestras vidas para asomarse desde nuestros adentros.

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